A mediados de década de 1970 la mayoría de los casos de hepatitis transmitida por vía transfusión de sangre al ser analizada no correspondía a ninguno de los virus conocidos hasta ese momento. Se lo nombró con el término Hepatitis noA-noB.
En 1981, en Estados Unidos, William Rutter y el científico chileno Pablo Valenzuela fundaban la empresa en biotecnología Chiron Corporation. Y uno de los proyectos más ambicionados por la nueva compañía era identificar ese virus. “Era un muy proyecto importante”, reconoce hoy Pablo Valenzuela director científico Fundación Ciencia & Vida, Premio Nacional de Ciencias Aplicadas y Tecnológicas del año 2002, desde Berkeley, California, Estados Unidos.
Pero Valenzuela, como vicepresidente de investigación de Chiron, no podía estar directamente en el laboratorio en ese trabajo. Para esa tarea, en 1982 contrató a un investigador postoctoral que le escribió desde Inglaterra que tenía ganas de trabajar en Chiron. Se trataba del británico Michael Houghton, hoy reconocido mundialmente por ser uno de los galardonados con el Premio Nobel de Medicina 2020.
“Cuando él llegó lo fui a buscar al aeropuerto. Lo llevé al laboratorio y él se opuso en principio a trabajar en un virus en donde más de 15 personas y más de 15 años se había trabajado y no se había descubierto. Lo que pasa es que cuando uno anda detrás de un virus no hay resultados parciales, se descubre el virus o no se descubre. Pero él tuvo la fuerza para permanecer en el proyecto por 6 años y en una de esas lo descubrimos”, señala Valenzuela sobre el trabajo de Houghton.
Reconocimiento a una empresa en biotecnología
El estudio del virus de hepatitis transfusional o no A no B, fue un proyecto bastante difícil, reconoce el investigador chileno. “Habían fallado ya casi todos los académicos y habían sido incapaz de encontrar la razón de por qué había sangre que daba origen a una enfermedad que se llamaba hepatitis transfusional, que era lo único que se sabía”, comenta.
Houghton aisló la secuencia genética del virus. Determinó que era un nuevo virus de ARN perteneciente a laFamilia de flavivirus y se llamó virus de la hepatitis C, “por Chiron”, señala Valenzuela.
En ese entonces el Premio Nacional de Ciencias Aplicadas y Tecnológicas del año 2002, admite tuvo temor de no ser reconocidos. “Estábamos con miedo de que no se reconociera, porque al final éramos una empresa, no éramos un grupo académico. Todos venían de la academia, pero estábamos en una empresa y tenía miedo que no se reconociera el encuentro de este virus y la capacidad de usar este virus para una serie de otras cosas”.
Hoy es indiscutido el aporte de ese trabajo. Y el Nobel así lo comprueba. “El impacto del descubrimiento de este virus que se llama virus transfusional o hepatitis C, es que los bancos de sangre antes que se descubriera, estaban distribuyendo he infectando a la gente que tenía transfusiones. Luego que nosotros lo encontramos preparamos los test para chequear las bolsas de sangre de todo el mundo, y desapareció la infección de hepatitis C por transfusión en todo el mundo, ese fue el efecto más fuerte”, subraya.
Un descubrimiento que ha facilitado el desarrollo de diagnósticos efectivos. Pruebas de detección de sangre y objetivos prometedores de fármacos y para controlar este patógeno.
Todavía no hay vacuna para la hepatitis C. Sin embargo, dice Valenzuela, “otra empresa usando los datos de nosotros sobre la estructura del virus han descubierto antivirales que son muy efectivos contra la hepatitis C”.
Aún no había hablado con Houghton, admite Valenzuela: “le envíe simplemente las felicitaciones por tener este premio”. Manifiesta su alegría y satisfacción por el Nobel: “Estoy orgulloso. Estoy muy agradecido. Yo creo que es una gran cosa que finalmente se entienda la importancia de descubrir un virus y descubrir también una posible solución al problema. Hoy día nadie muere de hepatitis C”.