“En diciembre de 1926, Albert Einstein escribió la famosa carta al físico Max Born en la que argumentaba que Dios no juega a los dados. La carta se refería a la naturaleza probabilística de la mecánica cuántica, pero también puede interpretarse de manera más amplia como que la naturaleza no toma decisiones al azar. (...) El abanico de posibilidades, tal y como suele imaginarse en las matemáticas o en las historias de ciencia ficción, es mucho mayor y a veces no coincide con lo que realmente pasa en la naturaleza”.

Así comienza el astrónomo Avi Loeb un ensayo publicadoen el sitio The Debrief, que marcó el inicio de un ambicioso proyecto: buscar los restos de un meteorito que cayó en el océano y que él cree perfectamente pueden ser los restos de alguna tecnología alienígena.

Ya terminada la expedición en el fondo del Océano Pacífico, el profesor Avi Loeb, presidente del departamento de astronomía de Harvard de 2011 a 2020 y ahora director del Proyecto Galileo de caza ET de la universidad de la Ivy League, afirma que puede haber descubierto los pequeños restos de una nave espacial extraterrestre, pero aún hay mucho que investigar.

La historia se remonta al 6 de abril, cuando la filtración de un documento del Comando Espacial de los Estados Unidos (USSC) confirmó que un objeto de otro sistema estelar se estrelló contra la Tierra en 2014, denominado IM1.

De acuerdo a este informe, se trató de una bola de fuego que ardió en los cielos de Papúa Nueva Guinea en 2014, y que según el memorando, proviene de otro sistema estelar.

“El estudio del meteoro fue inicialmente puesto en duda porque las incertidumbres en las mediciones de su velocidad eran secretas. La publicación de la carta de confirmación es un momento decisivo en el que el Gobierno ayuda al progreso científico confirmando el origen interestelar de este meteoro bautizado como CNEOS-2014-01-08 con una confianza del 99,999%”, agregó Loeb en The Debrief.

Pero tal vez lo más fascinante y a la vez controversial de la expedición que está organizando Loeb, es que el astrónomo sospecha que lo hay en fondo de mar en la Polinesia, podrían ser los restos de algún artefacto alienígena.

A principios de este mes, el equipo de Loeb, que él mismo describe como “posiblemente el mejor del mundo”, zarpó a bordo de un barco llamado Silver Star para ir en busca de restos del IM1 en el Pacífico Sur. El 21 de junio parecía haber dado en el blanco cuando encontró finalmente pequeños fragmentos esféricos llamados esférulas.

Para hallar las esférulas el equipo de Loeb utilizó un gran imán que movía en el fondo del océano, con él pudieron encontrar un total de 50 diminutos fragmentos de una extraña mezcla de hierro, magnesio y titanio. En su columna más reciente en El Confidencial dijo que “dada la alta velocidad de IM1 y la resistencia anómala de sus materiales, su origen debió de ser un entorno natural distinto del sistema solar o una civilización tecnológica extraterrestre”.

Las esférulas fueron encontradas en la trayectoria más probable del IM1 y no en las regiones de control alejadas de esta trayectoria. “Las localizaciones nos guiarán en nuestra próxima expedición en busca de grandes restos del IM1″, escribe en su columna.

Una foto del 26 de junio de una esférula de la expedición de Loeb. Foto: Avi Loeb

Si bien Loeb parece estar seguro de que los pequeños fragmentos, de solo un tercio de milímetro de tamaño, son de IM1, otros científicos se muestran escépticos a la teoría alienígena y notaron que los procesos terrestres también pueden crear esférulas.

“Diminutas esférulas metálicas son extremadamente comunes en la Tierra”, dijo a la BBC Marc Fries, un curador de polvo cósmico de la NASA. “Vienen de los escapes de los automóviles, los frenos de los vehículos, las soldaduras, los volcanes y probablemente algunas fuentes más que no hemos identificado”.

Pese a los retractores, el astrónomo escribe en su columna que “nuestro conocimiento es incompleto y que debemos permitir la posibilidad de que los datos anómalos sugieran la existencia de nuevos conocimientos que debemos investigar”.

No es la primera vez que una teoría de Loeb suscita tanta atención mediática y científica. En 2021, se preguntó si el Universo se originó en un Big Bang, ¿que había antes de él? Según un artículo de opinión (publicado en la revista Scientific American), la respuesta puede ser intrigantemente fascinante. De acuerdo al científico, el cosmos tal como lo conocemos puede ser un “Universo bebé” creado por una civilización tecnológica avanzada en un laboratorio.

Loeb ya había remecido los cimientos de la ciencia con sus exóticas teorías. Como expresidente (2011-2020) del Departamento de Astronomía de la Universidad de Harvard, director fundador de la Iniciativa Agujero Negro de Harvard (BHI), director del Instituto de Teoría y Computación (ITC) del Centro Harvard-Smithsonian de Astrofísica ( CfA), y uno de los investigadores principales del Proyecto Galileo, las teorías de Loeb no pueden pasarse por alto.

El astrónomo es autor del exitoso libro Extraterrestre: El primer signo de vida inteligente más allá de la Tierra, que concluyó la posibilidad de que el objeto interestelar llamado Oumuamua, en realidad es una sonda artificial.

NEW YORK, NEW YORK - APRIL 12: Avi Loeb, Frank B. Baird, Jr. Professor of Science at Harvard University speaks on stage as Yuri Milner and Stephen Hawking host press conference to announce Breakthrough Starshot, a new space exploration initiative, at One World Observatory on April 12, 2016 in New York City. Bryan Bedder/Getty Images for Breakthrough Prize Foundation/AFP (Photo by Bryan Bedder / GETTY IMAGES NORTH AMERICA / Getty Images via AFP)

IM1 rivaliza a Oumuamua, descubierto en 2017. Por su gran velocidad, unos 92.000 km/h, algunos astrónomos concluyeron que no se había originado en nuestro sistema y que provenía de otro sistema planetario diferente al nuestro.

“La detección del meteoro el 8 de enero de 2014 fue anterior a la del primer objeto interestelar conocido -Oumuamua- por un margen de casi cuatro años y debería ser reconocido como el primer objeto masivo interestelar jamás descubierto”, escribió el astrónomo.

Según el astrónomo, al encontrarse con la Tierra y rozar su atmósfera, “un objeto interestelar se quema en una brillante bola de fuego”. Esta bola de fuego es detectable por los sensores de los satélites o en la superficie, incluso en el caso de objetos interestelares relativamente pequeños, como el CNEOS-2014-01-08, que tenía un tamaño de aproximadamente un metro y creó una bola de fuego con una fracción de la energía de la bomba de Hiroshima.

Si bien los investigadores llevaron instrumentación para el análisis preliminar a bordo del Silver Star, el verdadero trabajo comienza ahora, cuando el equipo de Loeb estudie las misteriosas esferas de hierro con más equipo de laboratorio de alta precisión en Estados Unidos.

El equipo espera analizar las muestras con un espectrómetro en Harvard para identificar cualquier isótopo dentro. “Ahora tenemos que traerlos de vuelta al Observatorio del Harvard College y analizar su composición elemental y la abundancia de isótopos radiactivos”, explicó en su columna. Por lo que todavía hay posibilidades de que hayan encontrado restos de un sistema estelar completamente diferente.