Imágenes en blanco y negro de un pabellón quirúrgico clandestino, chispazos eléctricos y un monstruo elaborado con partes de cuerpos humanos que comienza a cobrar vida. Todo, con el escalofriante sonido de un theremin de fondo. Se trata de la clásica escena de la película Frankenstein, rodada en 1931. Si bien se trata de un relato de ciencia ficción, se inspira en una historia verídica.
Frankenstein existió realmente. No el monstruo de rostro zurcido, sino su creador, el Dr. Victor Frankenstein. Su nombre real fue Johann Konrad Dippel y pasó a la historia porque en 1733 publicó un panfleto donde afirmaba haber inventado un elixir de la vida, que permitía vivir hasta 135 años. Paradójicamente, Dippel murió un año después, aparentemente tras sufrir un derrame cerebral. Algunas fuentes plantean que pudo ser envenenado.
¿Cómo Dippel llega a vincularse con el ícono de la ciencia ficción? El vínculo hay que agradecérselo a Mary Wollstonecraft Shelley, autora de la novela "Frankenstein o el moderno Prometeo", publicada por primera vez en 1818.
Una hipótesis, levantada por Radu Florescu, académico rumano que también investigó la historia de Drácula, plantea que la escritora conoció el castillo Frankenstein, donde nació Dippel en 1673, durante un viaje a lo largo del Rin. Allí, habría escuchado las leyendas que se tejieron en torno a este hombre, conocido por practicar la alquimia y la anatomía. Otra explicación afirma que los hermanos Grimm transmitieron la historia a Shelley.
En búsqueda de la inmortalidad
La vida de Dippel contiene material suficiente para escribir varias novelas. Hijo de un clérigo luterano, en su juventud estudió Filosofía y Teología y luego dio clases en Estrasburgo. Sin embargo, su participación en disputas religiosas le valió siete años de cárcel y una acusación de asesinato lo obligó abandonar la ciudad francesa y refugiarse en Giessen, Alemania.
Este giro lo llevó a interesarse en el estudio de la alquimia, una pseudociencia que buscaba transformar metales poco valiosos en oro o plata. Así fue como llegó a producir el elixir de la vida, también conocido como aceite Dippel: un óleo obtenido del procesamiento de materia animal, incluyendo sangre, piel y marfil. Una sustancia oscura y maloliente. Según su creador, se trataba de una medicina universal, capaz de curar cualquier mal.
Originalmente, este aceite se usó para inducir la sudoración y como antiespasmódico, aunque pronto cayó en el olvido, según relata la revista del Colegio Real de Cirujanos de Inglaterra. Sin embargo, su fama retornó durante la Segunda Guerra Mundial, cuando esta sustancia fue usada para contaminar los pozos de agua y así acosar a las fuerzas enemigas, durante la campaña de África del Norte.
En 1707 se mudó de Alemania a Leiden, en Holanda, donde estudió Medicina. "Fue un excelente químico y un buen médico, eso le procuró muchos amigos y admiradores", escribió Johann Mosheim, historiador contemporáneo a Dippel. En sus escritos, firmados bajo el pseudónimo de Christianus Democritus, el alquimista ahondó sobre cómo su elixir podría ayudar a transferir almas entre cuerpos. Esto, sin duda contribuyó a construir el mito en torno a él.
Ícono de la ciencia ficción
A 200 años de su lanzamiento, Frankenstein o el moderno Prometeo sigue vigente como referente de la ciencia ficción y el mundo del horror.
A juicio de Stephanie Allen, investigadora de la Universidad de Oxford, Frankenstein es un producto fascinante de un momento muy particular en la historia. "Fue escrito durante lo que Richard Holmes llama 'la segunda revolución científica', un período de descubrimiento casi implacable que comenzó a fines del siglo XVIII", afirmó la investigadora.
Según Allen, la figura de Victor Frankenstein combina tanto esa sensación de progreso aparentemente ilimitado con una falta de aprecio por la humanidad y la naturaleza.