La enfermedad de Huntington es una patología neurodegenerativa genética, hereditaria, que se produce debido a una mutación genética, que afecta a un grupo específico de neuronas y que se produce por la acumulación en el cerebro de una proteína llamada huntingtina.
Hasta ahora, no tiene un tratamiento efectivo y tras la aparición de movimientos descontrolados, sigue el daño cognitivo, alteraciones del comportamiento y finalmente, la muerte.
“A diferencia de las otras enfermedades neurodegenerativas el Huntington es 100% genético y las mutaciones del gen de huntingtina pueden aparecer espontáneamente. Por ejemplo, una persona que no la padece puede tener un hijo que desarrolle la enfermedad. Ahora bien, si alguien presenta la patología, su descendencia va a presentar 50% de posibilidades de tenerla y sus nietos un 75%. Además, a diferencia del Alzheimer, en 10 años un paciente muere por Alzheimer, en el caso de Huntington pueden estar enfermos hasta 20 años, sufriendo un deterioro cognitivo progresivo”, explica Claudio Hetz, director del Instituto Milenio de Neurociencia Biomédica (BNI) de la Facultad de Medicina de la Universidad de Chile.
Científicos de este centro, entre ellos René Vidal, además investigador del Centro de Biología Integrativa (CIB) de la Universidad Mayor, lideraron un trabajo de ocho años en el que lograron, a partir de ciencia básica, desarrollar una innovadora terapia que ya se patentó y se probó en Estados Unidos y Holanda con células humanas con muy buenos resultados.
Proteína en el laboratorio
El primer trabajo que realizaron Hetz y Vidal, se enfocó a la revisión de muestras de tejido del cerebro de personas que fallecieron a causa de la enfermedad de Huntigton.
Para ellos recurrieron a un banco de muestras cerebrales que mantiene en EE.UU. la Universidad de Harvard y a un estudio clínico realizado en pacientes chilenos y a partir de estas fuentes, realizaron su primer descubrimiento.
Durante dos años reclutaron a 40 pacientes del Centro de Trastornos de Movimiento (Cetram) que dirige el neurólogo Pedro Chaná y que participan también en el programa internacional Enroll – HD, la plataforma de datos clínicos más grande a nivel mundial para esta enfermedad y cuyo objetivo es acelerar el desarrollo de terapias para esta patología.
A ellos se les midió la presencia de una proteína llamada IGF2 en muestras de sangre y pudieron comprobar que sus niveles eran bajos y mientras más avanzaba la enfermedad, menos cantidad de tenían de esta proteína.
“Observamos que los pacientes que padecen esta enfermedad presentan una disminución muy significativa de los niveles de una proteína llamada IGF2 en el tejido cerebral y en muestras sanguíneas. Por lo tanto, también puede ser un potente biomarcador de la enfermedad. Incluso, al analizar el cerebro de sujetos que fallecieron por este trastorno, esta proteína protectora se perdía casi por completo. Esto significa que podemos predecir el estado de avance de la enfermedad en el cual se encuentra la persona, funciona como un factor de riesgo”, señala Vidal.
¿Qué es la IGF2? “Es una proteína presente en nuestro organismo de forma natural, y su expresión disminuye a medida que envejecemos. Esta proteína es capaz de mejorar la conectividad de las neuronas y favorecer el equilibrio de los componentes dentro de ellas involucrados en la eliminación de proteínas toxicas que pueden generar una enfermedad”, explica René Vidal.
Esta proteína se produce principalmente en las células endoteliales, las que traspasan los nutrientes al cerebro desde la sangre. Esta proteína es entregada a las neuronas para que mantengan sus funciones como su actividad y conexión, favoreciendo su sobrevida.
“Esta proteína tiene efectos positivos a todo nivel, mantiene sanas las células madre del cerebro, también tiene efectos regenerativos”, agrega Hetz.
Virus modificado
Comprobado que la falta de esta proteína incide en la salud de las neuronas de los pacientes con esta enfermedad, Hetz, Vidal y la doctora española Paula García Huerta desarrollaron una terapia que en el modelo animal dio buenos resultados.
En términos sencillos, utilizaron un virus muy pequeño del tipo adenoasociado que mide apenas 20 nanómetros, modificado genéticamente y en su interior, introdujeron el gen IFG2.
Este virus fue administrado a animales transgénicos que tienen una mutación semejante a la enfermedad de Huntington (tres modelos diferentes de la enfermedad) ¿El resultado? No solo lograron reestablecer los niveles de esta proteína protectora, sino que además se eliminó la proteínas tóxicas acumuladas como basura.
“Terminamos desarrollando una estrategia de terapia génica y la patentamos. Eso quiere decir que se puede transformar en una tecnología. La vicerrectoría de la U. de Chile está ahora buscando empresas que licencien esta tecnología para el desarrollo terapéutico”, señala Hetz.
Células madre
En el Buck Institute de California (Estados Unidos) donde es Hetz profesor adjunto, en la Universidad de Groninger en Holanda, hicieron otra parte de esta investigación: tomaron muestras de piel de pacientes con esta enfermedad, las transformaron en células madre y luego en neuronas humana para estudiar esta enfermedad y el comportamiento de ellas al agregar la proteína que en ellas se encuentra disminuida.
“No son estudios artificiales o experimentales, sino que logramos utilizar neuronas humanas cultivadas en el laboratorio, que se generan usando la tecnología de células madre inducibles”, dice Hetz.
En conjunto con el laboratorio Genzyme -que es la segunda empresa tecnológica asociada al estudio- los científicos utilizaron virus genéticamente modificados para introducirlos en las neuronas “para que ellas empiecen a producir altas cantidades de IGF2 en el cerebro. Y así empezar a propagar este factor y en teoría mejorar el estado de salud”.
El director del BNI explica que hay muy pocas investigaciones en Chile que salen del laboratorio, se trabaja en animales y terminan en un análisis clínico en pacientes y además desarrollar una terapia experimental. “Para nosotros en BNI es un hito muy importante porque, de alguna forma, a través de las colaboraciones logramos generar un estudio multidisciplinario, que nos permitió encontrar un nuevo factor: el IGF2, el cual tiene potencial en términos de desarrollar futuras terapias. Probablemente esto se pruebe en Alzheimer, ELA, en Parkinson, donde también va a tener efectos positivos”, concluye Hetz.