Solo en 2017, el Instituto Antártico Chileno (Inach) y Conicyt destinaron más de $ 4.400 millones para estudios en la Antártica, año en que se financiaron 101 proyectos de investigación, como parte del Programa Nacional de Ciencia Antártica que encabeza el Inach.
Se estima que cada año, durante la temporada estival, viajan más de 400 científicos a la Antártica, uno de los grupos de civiles de mayor presencia en el continente blanco. Por eso, son uno de los sectores más impactados con el accidente del avión Hércules de la Fuerza Aérea, una de las habituales forma de volar de los científicos al continente blanco.
Marcelo Leppe, director nacional del organismo, lamenta el accidente. "La vida no sigue igual después de un suceso de esta envergadura, que se convierte en el accidente más importante de la historia de Chile en la Antártica", dice.
Sin embargo, descarta que el accidente altere los planes científicos para la temporada. La actual temporada -o campaña como se le conoce- había comenzado mucho antes en agosto, por lo que es necesario mantener la cadena logística y de movimiento de personal porque obviamente hay objetivos que alcanzar en esos términos. "Se mantienen los viajes a la Antártica, hay gente allá trabajando. No es algo que podamos suspender de la noche a la mañana", añade.
Cada año viajan entre 250 a 280 científicos nacionales anualmente, dependiendo de la campaña, explica Leppe. "A ellos se suma la cooperación internacional, alcanzando más de 300 profesionales de la ciencia, además del personal logístico que da soporte. A veces fluctuamos entre 300 y 400 personas totalizando todas las que viajan", establece Leppe.
Raúl Cordero, académico de la Usach, que regularmente viaja a realizar investigaciones a la Antártica lo ratifica. "No se ha informado nada, entonces seguimos. El mejor homenaje que podemos hacer a las víctimas es seguir adelante".
"Tenemos varios trabajos científicos vigentes. En agosto, tuvimos los proyectos atmosféricos que se enlazaron con el avión Hanoi, un avión alemán muy tecnológico que voló desde Argentina y Chile hacia la Antártica, y luego de vuelta. También proyectos de microbiología, de biología y ecología marina", dice Leppe.
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Un científico trabajando en la Antártica.[/caption]
Los viajes se realizan en avión y barco. "Nosotros combinamos la vía aérea y las vías marítimas. Justo hace unas semanas atrás comenzó la expedición científica antártica marítima, con el lanzamiento del buque Aldea, el más grande que tiene la Armada de Chile, que zarpó desde Punta Arenas, con carga importante, para suministrar y reabrir las bases antárticas", señala Leppe.
"Trabajar en Antártica es profundamente vocacional, así que quienes trabajamos allá seguimos comprometidos", añade Cordero.
"Debido a las características de nuestro Programa Nacional de Ciencia, muchas veces tenemos que ir a campamentos y no a bases, y en esos desplazamientos contamos con otra gama de medios de movilización como nuestro barco Karpuj, que podría zarpar hoy hacia la Antártica, además de botes zodiac o helicópteros. Estos permiten el despliegue de científicos y así los proyectos puedan alcanzar sus objetivos", establece el director nacional del Inach.
Si en 2006 el Inach invirtió solo $200 millones para investigaciones, en 2017 la cifra subió a $1.900 millones y se espera que una vez hecha la evaluación de la actual campaña de investigación, que finaliza en marzo, el dinero invertido supere los $2.000 millones.
"Toda la actividad científica que Chile desarrolla en la Antártica, está al abrigo del Programa Nacional de Ciencia Antártica, que es responsabilidad del Inach, así que los científicos que van a la Antártica son parte de PROCIEN, programa de ciencia concursable donde nosotros garantizamos la calidad de la investigación científica, que premia a investigadores que han pasado un sistema de escrutinio que es validado internacionalmente".
¿Qué se investiga en la Antártica?
Una de las líneas investigativas más recurrentes en el continente es la farmacológica, gracias a que la experimentación se ve beneficiada por las temperaturas extremas, los altos niveles de radiación ultravioleta y tiempos prolongados de oscuridad. Por ello, los científicos se han centrado en el estudio de ciertas plantas que soportan la salinidad extrema formando espinas en sus hojas, la búsqueda de proteínas anticongelantes en el pasto antártico y estudios glaciológicos en el interior de la Antártica occidental.
"Cuando ganas un proyecto Procien, Inach entrega la logística preocupándose de todos los traslados, y coordinando con nuestros operadores del Ministerio de Defensa, con las Fuerzas Armadas y con medios privados, porque obviamente cuando requerimos transportar grandes volúmenes de personas o cargas, contratamos medios privados y hay algunas compañías que hacen estos tramos", explica Leppe.
"Otro aspecto no menor, gracias a la colaboración internacional que tenemos y el apoyo recíproco con muchos programas antárticos de otras nacionales, también movilizamos cargas y personas por esas vías. En todos esos casos, nosotros nos aseguramos que el personal científico y logístico que cumplen funciones específicas del Inach, como investigadores de universidades de centros de investigación, viaje con seguro. Es una norma que es infranqueable, hay gente que se ha quedado abajo porque no contrató el seguro a tiempo o no hizo los trámites. Es una obligación legal, está dentro de nuestros controles internos que todos posean estos seguros", añade Leppe.
Además, Conicyt, a través de Fondecyt, desarrolla proyectos que investigan algas y plantas en relación al cambio climático, y larvas y plancton en los canales del norte de la Patagonia. También desarrollan estudios de glaciología, sistemas biológicos, ecosistema, bienestar humano y resistencias parasitarias.