Científicos chinos avanzan con sus intentos de perfeccionar la edición de genes humanos, pese a que uno de sus compatriotas generó críticas en todo el mundo por alterar los genes de dos niñas gemelas.

En las últimas semanas, el trabajo del investigador de Shenzhen He Kiankui -muy controvertido ya que aseguró utilizar la herramienta de edición genética Crispr en las gemelas cuando eran embriones- provocó indignación a nivel local e internacional.

No obstante, en lo que respecta al uso menos polémico de la herramienta Crispr en adultos, los investigadores chinos parecen estar decididos mantener su ofensiva con tal de obtener el liderazgo. Si bien la técnica se inventó en 2012 en Estados Unidos, los chinos se les adelantaron en varios puntos: la utilizaron con éxito en monos, la probaron en embriones de laboratorio no destinados a nacimientos vivos y la emplearon en adultos con cáncer.

En una entrevista celebrada la semana pasada, el oncólogo Lu You de la Universidad de Sichuan señaló que concluyó una prueba en la cual utilizó Crispr en 10 pacientes con cáncer de pulmón y los datos estarán listos para enviarlos a una revista científica el próximo mes. Mientras tanto, en el Hospital General del Ejército Popular de Liberación de China, el jefe del departamento de biotecnología indicó que se están llevando a cabo cinco ensayos relacionados con Crispr en pacientes adultos con cáncer.

El continuo impulso de los investigadores chinos le da al país una ventaja en el uso de una potente técnica con el potencial de transformar industrias como la farmacéutica y la agrícola. Durante décadas China estuvo muy por detrás de EE.UU. en materia de innovación científica, pero la velocidad con la que avanzan en lo que respecta a la edición genética finalmente los pone a la par de la industria biotecnológica estadounidense.

La tecnología Crispr, al proporcionar una forma más o menos simple de alterar el ADN de los seres vivos, ha abierto nuevas posibilidades para mejorar todo, desde los medicamentos hasta los alimentos que comemos. Los científicos experimentan con la creación de cerdos de bajo contenido graso, mosquitos resistentes a la malaria y cultivos de arroz de mayor rendimiento.