La modernidad juega en contra, esta vez. El apuro por gastar el menor tiempo posible en comer, o en utilizar ese intervalo para estar en el teléfono, ha provocado grandes estragos al momento de comer bien o de seguir una dieta. Así al menos lo demostró un estudio recientemente publicado en Nature.
La investigación, hecha por profesionales de Ecuador y Chile, analizó la relación entre las distracciones durante las comidas, el consumo de alimentos ultraprocesados y la adherencia a la dieta mediterránea en adolescentes. Fue un estudio transversal que utilizó datos de 826 adolescentes de entre 12 y 17 años, y fue liderado por el Dr. José Francisco López Gil, de la Universidad de las Américas de Quito, en Ecuador. También participaron investigadores de España y de Chile.
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Jorge Olivares, académico e investigador de Pedagogía en Educación Física de Universidad de Las Américas fue uno de los expertos chilenos que trabajó en este estudio. Según comenta, se evaluaron tres tipos de distracciones mediante un cuestionario de autoinforme: comer mientras se manipula el teléfono, mientras se ve televisión durante la cena y al estar de pie.
Se pudo concluir que existió una mayor puntuación en distracciones durante las comidas que se asoció significativamente con un mayor consumo de alimentos ultraprocesados. “Las distracciones también se asociaron con una menor adherencia a la dieta mediterránea y el uso del teléfono o redes sociales durante las comidas mostró la asociación más fuerte con el consumo de ultraprocesados”, comentó Olivares al respecto.
El académico de la Escuela de Nutrición de la Universidad San Sebastián, Samuel Durán, lo explica de la siguiente forma. “Cuando estás comiendo, a nivel cerebral se emiten señales que provocan distensión abdominal, se activan hormonas que van al cerebro y dicen ‘tal vez estoy listo’. Pero esas señales no las estamos escuchando cuando estamos viendo televisión, en el celular, o cuando estamos en el cine, por ejemplo”.
De todas las distracciones estudiadas, el uso del teléfono y las redes sociales durante las comidas fueron las que mostró el mayor efecto negativo al momento de ingerir alimentos. “Alteran los patrones alimentarios de varias formas. Disminuyen la atención prestada a la comida y la conciencia del consumo, lo que puede llevar a ignorar las señales de saciedad y hambre”.
Además, Olivares explica que comer frente a las pantallas promueven elecciones menos saludables. “Las personas distraídas tienden a elegir alimentos de conveniencia, que suelen ser ultraprocesados, en lugar de opciones más saludables que requieren preparación”, detalla.
El investigador complementa que estas acciones permiten que aumente la exposición a publicidad de alimentos ultraprocesados y comida rápida. “Especialmente al usar pantallas, los adolescentes quedan expuestos a estos anuncios que influyen en sus preferencias”, comenta.
Pero otro factor que las pantallas tienen al momento de comer es que alteran la memoria de la ingesta, según agrega Olivares. “Las distracciones pueden afectar la memoria de lo que se ha comido, lo que podría influir en el consumo posterior”, remarca.
Finalmente, el indicador de comer de pie puede revelar hábitos alimentarios apresurados y menos estructurados, lo que puede afectar negativamente la calidad de la dieta. “La comida no solo son nutrientes, también tiene que ver con el disfrute, con lo social. Comer de pie tiene que ver con la velocidad con la que estamos comiendo ahora. La gente corre a una fuente de soda y se come un completo, por ejemplo, en 5 minutos, y se toma una bebida o una cerveza. O sea, fueron 600 calorías en una parada”, añade Durán al respecto.
¿Qué otras distracciones pueden ser contraproducentes a la hora de comer? Olivares explica que, en general, son las actividades que están relacionadas al uso de pantallas y otras que distraigan la concentración sobre el plato. Puede ser jugar videojuegos, trabajar o estudiar, escuchar música con audífonos, estar en zonas con mucho ruido, entre otras.
El estudio también mostró que las personas suelen preferir alimentos ultraprocesados, como comida chatarra, cuando comen de manera distraída. Según el académico de la UDLA, esto se explica por varias razones. “Los ultraprocesados están diseñados para consumirse fácil y rápidamente, sin requerir atención ni preparación; además contienen altos niveles de sal, azúcar y grasa que generan respuestas sensoriales fuertes incluso cuando la atención está dividida. También la exposición a TV y redes sociales incluye abundante publicidad de alimentos ultraprocesados; y finalmente las distracciones reducen la capacidad de planificación de comidas saludables”.
¿Conversar en la mesa también puede ser considerada una distracción? Según Olivares, es importante realizar una distinción sobre este punto. “La conversación familiar o social durante las comidas generalmente no se considera una distracción negativa. De hecho, es parte integral de la dieta mediterránea tradicional y muchas culturas alimentarias saludables. Las comidas compartidas con conversación suelen asociarse con una mayor duración de la comida, mejor masticación y digestión, transmisión de hábitos alimentarios saludables y bienestar psicosocial”.
De hecho, el Ministerio de Salud recomienda en uno de los puntos de las “Guías Alimentarias para Chile”, que es favorable comer acompañado, cuando se pueda, disfrutar de lo que se esté comiendo y sacar las pantallas de la mesa. Esto, porque se considera que la utilización de pantallas a la hora de comer es un factor que fomenta el sobrepeso y obesidad infantil, y otros trastornos alimentarios.
De los distractores analizados, el estudio no clasificó la conversación social como una distracción negativa, diferenciándola de las distracciones tecnológicas, como el uso de pantallas; o físicas, como estar de pie al momento de comer, que sí mostraron efectos adversos. “La investigación sugiere que promover comidas familiares sin dispositivos electrónicos y fomentar el comer consciente podría ser una estrategia efectiva para mejorar la calidad de la dieta en adolescentes”, concluye Olivares acerca de este estudio.
Cabe destacar que Chile enfrenta un preocupante aumento en la prevalencia de sobrepeso y obesidad. De acuerdo con el World Obesity Atlas 2025, el 83% de los adultos tendrá un índice de masa corporal (IMC) alto el próximo año, y el 42% padecerá obesidad para 2030.
El informe, elaborado por la Federación Mundial de Obesidad con datos del Instituto de Métricas de Salud y la OMS, proyecta que más de 14 millones de personas en el país vivirán con un IMC elevado, lo que incrementará el riesgo de enfermedades no transmisibles como diabetes tipo 2, además de afecciones cardiovasculares y ciertos tipos de cáncer.
Desde el año 2000, la prevalencia del sobrepeso y la obesidad ha ido en aumento y se espera que empeore en la próxima década. En los hombres, la población con un IMC superior a 25 kg/m² pasará de 2,7 millones en 2010 a 3,6 millones en 2030, mientras que en las mujeres aumentará de 2,1 millones a 2,8 millones en el mismo período.
La obesidad severa (IMC superior a 35 kg/m²) también se disparará en nuestro país, según el mismo informe. En 2010 había 300.000 hombres y 770.000 mujeres con esta condición, pero se estima que en 2030 la cifra llegará a un millón de hombres y dos millones de mujeres.