Científicos detectan aumento de actividad solar: ¿Qué tan preparado está Chile para una geotormenta?

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Un estudio desarrollado por investigadores de la U. de Chile advierte sobre el riesgo de este fenómeno y cómo el actual ciclo solar, que es en el cual nos encontramos actualmente, tiene las características para ser uno de mayor intensidad que el anterior.


Las tormentas geomagnéticas, también conocidas como geotormentas, son perturbaciones provocadas por la interacción entre el campo magnético de la Tierra y el plasma magnetizado lanzado por el Sol, que emite enormes cantidades de energía desde la magnetosfera hacia la Tierra. Este fenómeno es bastante común en el planeta y sus efectos pueden ser muy variables. Ellos van desde pequeñas alteraciones o interferencias en los dispositivos electrónicos hasta el colapso de redes eléctricas y de alto voltaje.

Lo que ocurre con estos eventos climáticos espaciales es que inducen corrientes sobre la Tierra, y estas corrientes inducidas pueden sobrecargar el sistema eléctrico”, explica Rodrigo Moreno, académico del Departamento de Ingeniería Eléctrica de la Universidad de Chile e investigador del Instituto Sistemas Complejos de Ingeniería (ISCI). Sin embargo, pese a conocerse sus causas y efectos en el planeta, sigue siendo complejo predecir con exactitud su intensidad y cuándo ocurrirían.

Paula Reyes y Pablo Moya, investigadores del Departamento de Física de la Facultad de Ciencias de la Universidad de Chile, publicaron un artículo en la revista Space Weather que busca ayudar a disminuir esta incertidumbre, un estudio que analizó la relación entre los ciclos solares y la frecuencia de estas geotormentas. Los científicos analizaron las mediciones hechas por el “índice DST de Kioto” (o DST, que es un indicador que permite clasificar la intensidad de una tormenta geomagnética), tomando datos recopilados por sus instrumentos en un período de 62 años. Así pudieron identificar ciertos patrones que pueden ser usados para estimar si un determinado ciclo solar tendrá más chances de desarrollar una geotormenta de gran intensidad.

“El índice DST siempre es negativo, porque por un asunto técnico siempre va a ser negativo. Se mide en Nanotesla, que es la una en mil millonésimas de una Tesla, unidad con la que se mide los campos magnéticos. Si va entre cero o hasta -50 en unidades de Nanotesla se dice que estamos en tiempos normales, pero si baja de -50 y se hace más negativo ya se puede hablar de tormenta”, explica Moya, quien también ha trabajado en la Nasa.

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Imagen referencial.

El estudio de estos datos permitió reconocer que el ciclo solar 25, que es en el cual nos encontramos actualmente, tiene las características para ser uno de mayor intensidad que el ciclo anterior. Para Reyes, esto podría significar que muchos dispositivos electrónicos estarían expuestos a interferencias, malfuncionamiento o incluso su completa inutilización, dependiendo de los indicadores de DST que se registren.

Afectaría principalmente a los países que estén más cerca de los polos, Tomando en consideración otros eventos que ya han habido históricamente. El evento que se produjo en el año 89′ generó apagones y cortes de corriente en Canadá, donde se produjeron apagones de unas nueve horas en que no hubo electricidad”, señala Reyes.

¿Qué tan preparado está Chile ante una geotormenta?

Moreno destaca que uno de los principales perjudicados por este tipo de tormentas son los sistemas eléctricos. Sin embargo, el académico especialista en seguridad de redes eléctricas, dice que existen medidas para enfrentar estos problemas. “Por ejemplo, equipos que se pueden instalar en las redes capaces de minimizar las corrientes inducidas geomagnéticamente, las que justamente son las causantes de daños en la red en caso de una geotormenta. Aun así, aclara que estas no son totalmente infalibles, lo que abre el debate sobre nuestra capacidad de resiliencia energética”.

Pero dice que en Chile no hay inversión en este campo. “Chile no tiene este tipo de equipos y su implementación tiene asociado un costo. Si son costosas o no, eso debiera responderse en base a un estudio que contraste los costos y los beneficios”, afirma.

“Este fenómeno abre el debate, una vez más, de qué tan resiliente es el sistema. La resiliencia es un concepto más moderno y mucho más amplio que la seguridad de suministro y la confiabilidad del suministro, que es lo que típicamente se procura garantizar. Porque la resiliencia no solamente tiene que ver con la robustez inicial de la red, sino que también con la habilidad que tiene esta red para recuperarse de forma ágil”, adiciona Moreno, investigador del ISCI.

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Marcos Díaz. Crédito: Universidad de Chile

Pero no es solo a través de nuestros sistemas eléctricos que veríamos consecuencias. Gran parte de los dispositivos tecnológicos que usamos obtienen y envían información y datos a través de satélites que orbitan nuestro planeta, los que se pueden ver seriamente afectados por una geotormenta. Así lo advierte Marcos Díaz Quezada, académico de la Facultad de Ciencias Físicas y Matemáticas encargado del Laboratorio de Exploración Espacial y Planetaria de la Universidad de Chile (SPEL), un grupo de investigación que actualmente tiene en órbita a los satélites SUCHAI, SUCHAI2, SUCHAI3 y PlantSat.

Díaz destaca que el mayor problema de una geotormenta es lo impredecible que estas son en relación al nivel de daño que podrían generar en los satélites. “Si llega una partícula o demasiada energía en una onda electromagnética, lo que tiende a pasar es que cambia el estado de algún bit en el procesador o en la memoria, y eso puede hacer que nosotros nos equivoquemos (…) Pero si llega en un lugar de la memoria donde hay información que es crítica para el funcionamiento del satélite o la operación de algún instrumento, puede que perdamos toda la misión”, reconoce el académico.

Dentro de las potenciales perdidas, uno de los sistemas que más preocupa es el Sistema de Posicionamiento Global (GPS por sus siglas en inglés). Así lo destaca Díaz, quien también advierte que dependemos principalmente de los satélites de otros países, lo que nos deja sin un respaldo en caso de un fallo global. “Los GPS son más difíciles y más lentos de manufacturar, por lo tanto, llegar a la red de 26 o 27 satélites que usualmente orbitan la Tierra puede tomar varios años, si es que no décadas, en restablecer completamente el GPS”, afirma.

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