“El informe de IPCC es un código rojo para la humanidad” señaló el secretario general de la ONU, confirmando que somos nosotros los responsables de alterar el clima del planeta de forma irreversible. Aunque hay una esperanza: todavía es científicamente posible revertir el daño si se toman medidas urgentes y contundentes para reducir las emisiones de dióxido de carbono.
El calentamiento global ya ha alcanzado 1,1°C, y el mundo es testigo hoy de sus consecuencias: desde los incendios forestales en Turquía o Grecia hasta las inundaciones en Europa o China, las olas de calor en Norteamérica y la devastadora sequía en Madagascar y el centro-norte de Chile. El número de desastres relacionados con el clima se ha triplicado en 30 años. Desde el año 2000, la ONU estima que 1,23 millones de personas han muerto y 4,2 millones se han visto afectadas por sequías, inundaciones e incendios forestales.
El informe además plantea la certeza de que las cosas seguirán empeorando a menos que cambiemos inmediatamente de rumbo. La Organización Meteorológica Mundial advierte de que existe al menos un 40% de posibilidades de que se supere un incremento de la temperatura global superior a 1,5ºC antes de 2026 que podría generar la desaparición de importantes ecosistemas y el agravamiento de fenómenos meteorológicos extremos.
¿Cómo afectará eso a Chile? No somos un gran emisor, pero por nuestra gran variedad de ecosistemas, somo muy vulnerables a los efectos contaminantes. Según datos de la Agencia Internacional de Energía (AIE), Chile aporta al fenómeno del calentamiento climático con un 0,25% del total de las emisiones a nivel mundial. El promedio mundial de emisiones de CO2 por persona alcanza las 4,5 toneladas, lo cual nos sitúa cercanos al promedio mundial con 4,4 toneladas por habitante.
Este informe deja claro que nos encontramos en una etapa en la que la autoconservación es un proceso colectivo o será un fracaso. Los líderes mundiales deben emprender una acción climática que responda a la ambición necesaria para garantizar que el objetivo del 1,5˚C del Acuerdo de París no quede fuera de su alcance. Es crucial que lleguen a un acuerdo sobre una vía para la cooperación internacional y su implementación, justa y equitativa para todos los países. Deben prestar atención a la ciencia porque se nos está acabando el tiempo.
Pero no solo las autoridades, también la ciudadanía debe utilizar su propio poder político para impulsar a las grandes corporaciones y gobiernos contaminantes en la dirección correcta. No existe un Plan B y como señala el propio IPCC, la naturaleza podrá evolucionar con el tiempo a un nuevo equilibrio, pero la especie humana no. La comunidad no puede seguir ignorando la ciencia climática y las obligaciones que de ellas se desprenden.
El llamado es a empoderarnos como sociedad de las acciones que nos permitan hacer de nuestro país un lugar cada día más sustentable, a valorar las pequeñas acciones que, sumadas, pueden producir grandes cambios y, principalmente, a cuidar y valorar nuestros ecosistemas naturales.
* Coordinador del Instituto Iberoamericano de Desarrollo Sostenible (IIDS) de la Universidad Autónoma de Chile.