Colaboración y diálogo, la estrategia del Pacto Chileno de los Plásticos
El mayor desafío que enfrenta la humanidad es poder alcanzar una mejor calidad de vida de las personas sin que ello implique destruir nuestro planeta. Lo anterior implica no solo generar soluciones que no impacten negativamente al medioambiente (o que lo regeneren) sino que logren dicho objetivo de una forma accesible y costo-efectiva para las personas de menores recursos y mayor vulnerabilidad social.
No es aceptable que el derecho a vivir una vida sostenible ambientalmente sea privilegio de quienes puedan pagarlo, por ello la sustentabilidad ambiental es una hebra que no puede colgar aislada en la periferia, sino que debe integrarse en una trenza fuerte a la discusión más amplia de la equidad y dignidad de nuestra sociedad.
En los últimos 200 años la humanidad, en términos generales, ha gozado de un aumento sin precedentes en el estándar de vida -salud, tiempo libre, esperanza de vida, acceso a bienes, etc. El problema es que esta mejora en la calidad de vida ha sido a expensas de nuestro planeta puesto que se ha basado en una lógica lineal del uso de recursos finitos.
Es decir, a mayor desarrollo mayor uso de agua, territorio, combustibles fósiles y materiales. Si no cambiamos esta lógica, no seremos capaces de sostener la mejora en el estándar de vida que hemos logrado ni menos sumar a los 8 billones de habitantes de países en vías de desarrollo que seremos al 2050 al tren del desarrollo.
En el futuro, las restricciones al crecimiento vendrán cada vez menos por al acceso a capital y trabajo, y cada vez más por la capacidad del medioambiente por sostener los servicios ecosistémicos que nos brinda para nuestra vida y actividades productivas. Por tanto, transitar desde modelos lineales de producción y consumo hacia modelos circulares es un imperativo moral para mejorar las vidas de aquellas personas que aún no cuentan con un estándar de vida aceptable.
La Economía Circular concilia estos dos mundos: el respeto al medioambiente y la necesidad de generar crecimiento económico para mejorar las vidas de las personas. En otras palabras, desacoplar el crecimiento económico del uso de recursos finitos. Esto está en el corazón del Pacto de los Plásticos de Chile, que busca darle circularidad a los plásticos de manera de que éstos no impacten el medioambiente.
Se trata de una tarea colosal en la cual ninguno de los actores individuales, por grandes que sean, son capaces de resolver por sí mismos los múltiples desafíos que ella implica. Es un desafío de coordinación por excelencia al que deben concurrir todos los actores de la cadena de valor, dejando de lado sus legítimos intereses individuales en post de un objetivo común más grande que cada uno de nosotros.
De eso se trata el Pacto de los Plásticos de Chile, de colaborar y de construir un capital social en torno a una visión común en nuestro país. Dicho capital social allana la cancha para una convergencia de una regulación más sensata y efectiva.
No podemos obviar la dimensión global de la tarea que nos convoca, por ello el Pacto no sólo enfatiza la colaboración de los actores locales sino también la colaboración global al ser parte de la red mundial de Pactos. Nos emociona hoy, a menos de un año de la conformación del Pacto, lanzar nuestra hoja de ruta para le economía circular de los plásticos en Chile, que refleja de forma nítida un camino común que se han trazado 50 organizaciones diversas en su naturaleza e intereses, pero que comparten con fuerza el interés común de lograr un desarrollo sostenible para nuestro país.
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