Columna de Camilo González Ruilova: “El viaje de la luz”

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La luz ha sido objeto de estudio desde que la humanidad existe, asociada tanto a la magnificencia del Sol que ilumina la Tierra cada día, como a las estrellas, que durante la noche nos han llevado a pensar y tratar de entender su brillo desde hace milenios.

En 1728, luego de observar por mucho tiempo la estrella polar Draconis, el astrónomo inglés James Bradley notó que para observar las estrellas, la luz que provenía de ellas no debiese estar en el mismo ángulo o posición en las cuales eran observadas desde la Tierra.

Este fenómeno, denominado “aberración de la luz”, se debe a que al observar las estrellas desde un objeto en movimiento, como nuestro planeta, la luz tiene un ángulo de incidencia para el observador, que en forma de ilusión óptica, cambia la noción de la posición real de las estrellas.

Un ejemplo para entender la aberración de la luz es la forma en que sostenemos los paraguas en días lluviosos: si estamos parados bajo la lluvia, mantenemos el paraguas en forma vertical por sobre nosotros, pero si decidimos caminar o correr bajo la lluvia, lo mejor sería inclinar un poco el paraguas hacia adelante, y así evitar la lluvia que cae sobre nosotros, pero que al mismo tiempo va cayendo delante nuestro.

Dado que la Tierra está en constante movimiento alrededor del Sol, al igual que el paraguas, los astrónomos debemos inclinar hacia “adelante” los telescopios para recibir la luz de las estrellas en el cielo.

Este descubrimiento no solo fue de gran relevancia para el entendimiento de la luz que provenía de las estrellas, sino que también permitió a Bradley hacer una la primera medición de alta precisión de la velocidad de la luz.

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James Bradley

Según sus cálculos, este valor era 0,4% más alto que el medido actualmente por los instrumentos de última tecnología, lo cual lo hace una medida altamente precisa y valorable considerando las diferencias entre los desarrollos tecnológicos actuales con los de 1700. Hoy sabemos que la velocidad de la luz es de casi 300.000 km/s, y gracias a Albert Einstein, sabemos que nada puede viajar más rápido que eso.

Es por esto que se dice que los astrónomos miran en el pasado, o que varias de las estrellas que podríamos ver en el cielo, ya “murieron” o “dejaron de existir”, porque están tan lejanas que le lleva un tiempo a la luz llegar a la Tierra desde las respectivas estrellas o galaxias que la emiten.

Un ejemplo práctico de ello son los 8 minutos que tarda en llegar la luz desde el Sol a la Tierra, o los más de 100.000 años que le toma recorrer de un extremo a otro de nuestra galaxia, la Vía Láctea.

El hecho de que la luz viaje a una velocidad determinada, sumado a las inconmensurables distancias de nuestro universo, hacen que al observar estrellas o galaxias lejanas con nuestros telescopios estemos estudiando el pasado del universo”, y que mientras más lejos se observa, más en el tiempo podemos retroceder.

Un buen uso de esta metáfora se da en el documental La nostalgia de la luz, del director chileno Patricio Guzmán, donde se compara el trabajo de los observatorios ubicados en el desierto de Atacama con la búsqueda de detenidos desaparecidos en esa misma región durante la dictadura.

Las características geográficas dan las condiciones perfectas para estudiar el pasado del universo observando estrellas lejanas, y al mismo tiempo para preservar los cuerpos posiblemente enterrados y escondidos durante las décadas de los 70 y 80.

Un último ejemplo: en 1995 los astrónomos Michel Mayor y Didier Queloz descubrieron el primer exoplaneta orbitando a una estrella de las mismas características que el Sol, que fue denominado 51 Pegasi b. Este descubrimiento hizo que se les otorgara el Premio Nobel en 2019. Casualmente ese planeta se encuentra a poco más de 50 años luz de distancia, es decir, la luz se demora poco más de 50 años en viajar desde la Tierra a 51 Pegasi b.

Así, si llegase a existir vida inteligente en ese planeta, y tuviesen la tecnología suficiente para observar en detalle la Tierra, podrían estar siendo testigos de que en una estrecha pero larga franja de tierra en la parte inferior de nuestro planeta, llamada Chile, se estaría llevando a cabo un terrible golpe de Estado, que en los meses y años posteriores acabaría con la vida de miles de personas.

*Doctorado de la Universidad Diego Portales y el Núcleo Milenio YEMS. Colaborador de la Fundación Chilena de Astronomía.

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