Cuando escuchamos la palabra envejecimiento pensamos en personas mayores, en abuelitos y abuelitas. Quizás, aquellos a quienes aún les faltan algunas décadas para convertirse oficialmente en un ‘adulto mayor’ crean que el tema del envejecimiento no es algo que les debiera preocupar. También los hay quienes, aún teniendo una edad avanzada, se sienten y se ven más joviales que nunca, haciendo gala de un envejecimiento ‘saludable’. Esto parece sugerir que no todos envejecemos igual.
Cifras de la Organización Panamericana de la Salud (OPS) indican que, en 2019, el 16% de la población de la región tenía más de 60 años. La proyección es al alza, y se espera que en 2100 el 36% tenga más de 60 años. Si bien las personas están viviendo más, no lo hacen necesariamente con un mejor estado de salud. De hecho, en la población de 80 años y más, el número de años vividos con una discapacidad ha aumentado en un 77% durante la última década.
Dadas estas cifras, el identificar los factores determinantes del envejecimiento saludable es una prioridad a nivel mundial. El envejecimiento es un proceso continuo, que comienza mucho antes de lo que pensamos, y donde se acumulan los efectos de los factores protectores y dañinos para la salud a los que nos exponemos a lo largo de todo el ciclo de la vida.
Si bien es intuitivo pensar que la edad es el factor principal para el envejecimiento, no es el único ni el más importante a la hora de hablar del envejecimiento saludable. La Organización Panamericana de la Salud (OPS) define al envejecimiento saludable como “un proceso continuo de optimización de oportunidades para mantener y mejorar la salud física y mental, la independencia y la calidad de vida a lo largo de la vida”. En ello, se conjugan una serie de factores, no sólo biológicos sino que también los llamados determinantes sociales de la salud (educación, ingresos, participación en grupos sociales, entre otros).
En este contexto, un estudio publicado recientemente en la prestigiosa revista científica Nature Medicine, nos arroja luces acerca de los factores de mayor relevancia para el envejecimiento saludable en Latinoamérica. Este estudio, que incluyó a más de 44 mil personas de Chile, Uruguay, Ecuador, Colombia, Costa Rica y China, midió dos aspectos del envejecimiento saludable: la cognición y la capacidad funcional.
En términos simples, la cognición habla de la capacidad de las personas para asimilar y procesar información del medio, incluye la capacidad de memoria, pensamiento abstracto, lenguaje, razonamiento, cálculo y habilidad espacial; mientras que la capacidad funcional se refiere a la capacidad para realizar las actividades cotidianas de manera autónoma. El estudio evaluó una serie de factores demográficos (sexo y edad), determinantes sociales (niveles socioeconómicos, educación y aislamiento social), síntomas de salud mental, estilos de vida y factores de riesgo cardiometabólico. Esto se realizó con el fin de investigar cuál o cuáles de estos factores tienen una mayor influencia sobre ambos componentes del envejecimiento saludable, para lo cual se utilizó diferentes métodos de aprendizaje automático o machine learning.
El resultado es revelador y nos permite una mejor comprensión del fenómeno del envejecimiento en nuestra región. Los principales factores que influyen en detrimento del envejecimiento saludable en los países de Latinoamérica no son la edad ni el sexo, sino que una variedad de factores que se asocian a la desigualdad en salud.
Entre ellos, el menor nivel educacional, realizar menos actividad física, síntomas de salud mental y factores de riesgo cardiometabólico, como la hipertensión, diabetes y enfermedad cardíaca. También, el estudio mostró que este patrón es heterogéneo en los diferentes países de Latinoamérica según el nivel socioeconómico de los países, donde la influencia de estos factores es mayor en países de ingreso bajo a medio, que en países de mayores ingresos de la región.
Otro resultado preocupante, es que, en Chile, a diferencia de otros países, el factor de riesgo preponderante para el deterioro cognitivo fue la percepción de aislamiento social, seguido de los síntomas de salud mental; mientras que para la capacidad funcional los determinantes más influyentes fueron la actividad física y los síntomas de salud mental.
Entonces, podemos concluir que no todas las poblaciones envejecen igual. El Latinoamérica influyen factores relacionados con los determinantes sociales que afectan la manera en que envejecemos, en mayor medida que los factores clásicos como la edad y el sexo.
Estos hallazgos son de gran importancia, especialmente considerando los grandes niveles de desigualdad que exhibe nuestra región. De entre los países miembro de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE), los Latinoamericanos son los que presentan un mayor índice de Gini. Este índice es frecuentemente usado para estimar desigualdad de los países, basado en las diferencias de ingreso. Un índice de Gini mayor representa una mayor desigualdad y el valor cero representa la igualdad completa.
Mientras que el promedio de índice de Gini de la OCDE es 33,0, los países de nuestra región, tales como Colombia (51,5), Costa Rica (48,7), México (45,4) y Chile (44,9) lideran este lamentable ranking.
El diseño de políticas públicas que apunten a disminuir las desigualdades sociales y en salud es primordial para promover un envejecimiento saludable. Con este objetivo, se debe poner especial atención a los sectores de la población menos favorecidos, que enfrentan limitaciones para el acceso a la atención de salud mental, con menor soporte social y con estilos de vida poco saludables.
Si queremos tener una Latinoamérica saludable y jovial, es importante considerar la identidad y contexto social único de cada país en las decisiones de salud pública, en vez de copiar modelos de envejecimiento saludable que pueden no ajustarse a la realidad de la región. También, se debe incluir en las medidas a poblaciones más jóvenes, con énfasis en la prevención, ya que el camino hacia un envejecimiento saludable se pavimenta desde edades más tempranas.
*Investigadora BrainLat, Escuela de Psicología, Universidad Adolfo Ibáñez.