Un trabajo de análisis de especialistas de CENS demostró que seis de cada diez plataformas de telemedicina en Chile no garantizaba la seguridad de la información en el paciente.
La explicación es que la mayor parte de las herramientas fueron implementadas por la contingencia derivada de la pandemia, y abrieron, pese a sus brechas, un canal muy importante para la comunidad: la posibilidad de acceder a atenciones de menor complejidad sin asistir físicamente a un centro de salud.
El ecosistema local ha realizado importantes esfuerzos en los últimos tres años, actuando de forma proactiva, colaborativa y en pro de garantizar la seguridad del paciente y la disponibilidad de una infraestructura que resguarde la calidad de las atenciones de los profesionales de la salud. El corolario de esta ruta ha sido la promulgación de la ley de telemedicina.
Hay consenso a nivel de todos los eslabones del sistema de salud acerca de que una telemedicina sin altos estándares de calidad, confiable, segura y regulada no será sostenible en el largo plazo. Afortunadamente, estos análisis no se han quedado en el papel, y la promulgación del texto legal consolida el trabajo que múltiples organismos hemos realizado desde 2020.
Desde los confinamientos masivos, Chile ha sido pionero a nivel regional en la elaboración de una guía de buenas prácticas, un presello y sello de calidad (ad portas de ser exigible para el financiamiento de las atenciones vía recursos públicos) y un informe con el nivel de madurez de las plataformas.
Hoy, los pacientes chilenos podrán acceder a teleconsultas que garantizan e imponen los mismos derechos y deberes que una atención física. Se trata sin duda de una buena noticia: el acceso y la calidad de los servicios sanitarios es probablemente uno de los mayores retos para el desarrollo y bienestar de los países.
Por otro lado, hacer más expedito y fluido el proceso de búsqueda y agendamiento es también una buena noticia en el corto y largo plazo.
En lo inmediato pues estudios recientes dan cuenta de la imperiosa necesidad de acercar la atención primaria a las personas tras lo ocurrido durante la pandemia, cuyos impactos provocarán miles de muertes por cáncer en el país, por ejemplo, como consecuencia de retrasos en el diagnóstico, según acreditó un estudio realizado por al académico de Harvard y uno de los líderes del Movimiento 2030, el Dr. Rifat Atun.
Y en el futuro porque la sociedad enfrentará enormes desafíos derivados de las enfermedades crónicas no transmisibles, que requieren de una transformación digital que dote de mejores herramientas a los niveles primarios a fin de contribuir a evitar la saturación de los niveles de mayor complejidad.
Una tendencia interesante en este contexto es que asistiremos a atenciones de telemedicina cada vez más sofisticadas, con el respaldo de dispositivos electrónicos que darán información para una mejor toma de decisiones de los equipos clínicos e insumos a nivel de monitoreo y prevención que, con el mismo espíritu, permitirán al paciente vivir con un control más riguroso de su salud.
Aunque el proceso de transformación digital de la salud chilena ha sido menos ágil de lo que todos y todas hemos esperado –un diagnóstico de gran consenso y replicado en muchas oportunidades–, también es bueno valorar cuando el ecosistema ha respondido de forma positiva a los desafíos que surgen. De estas experiencias, así como también de las brechas, se pueden extraer aprendizajes fundamentales para lo que debemos seguir empujando.
*Jefe del área de Calidad del Centro Nacional en Sistemas de Información en Salud.