En noviembre se conmemora el Día Mundial del Cáncer de Pulmón. Este cáncer mata en Chile alrededor de 10 personas por día. En etapas iniciales no presenta síntomas, y por eso es muy frecuente que los diagnósticos ocurran en etapas avanzadas de la enfermedad, lo que reduce las probabilidades de sobrevida. Sólo alrededor del 20% de los casos de cáncer de pulmón se detectan en etapas tempranas.
Es una enfermedad que tiene asociado sufrimientos para el paciente y su círculo cercano, y cuyo tratamiento implica una carga económica importante para la sociedad y, en numerosos casos, las familias.
El 90% de los casos de cáncer de pulmón está ligado al consumo activo o pasivo de tabaco. Esto determina que esta enfermedad terrible sea totalmente prevenible en la inmensa mayoría de los casos. Sin tabaco, el cáncer de pulmón prácticamente desaparecería de nuestras vidas.
Es prácticamente incomprensible que, como sociedad, no nos preocupemos lo suficiente por prevenir el cáncer de pulmón con acciones de promoción de salud. El avance de políticas de control de tabaco, ampliamente validadas como costo-efectivas para bajar su consumo, se encuentra paralizado desde hace años. Los diferentes Gobiernos (incluyendo al actual) se han concentrado en enfrentar los gastos de atenciones de salud en lugar de establecer medidas que eviten las enfermedades. En 2019 se incorporó el tratamiento del cáncer de pulmón en el GES pero no hay ninguna propuesta de incorporar tratamientos de cesación tabáquica en dicho programa (o en ningún otro).
La discusión del proyecto de ley que contempla prohibición de aditivos (que apunta a lograr que niñas y niños, y sobre todo niñas, no empiecen a fumar), prohibición de publicidad en punto de venta (donde se colocan exhibidores llamativos en el mismo lugar donde se colocan dulces y golosinas, apuntando de nuevo a niñas y niños), empaquetado neutro, etc., se encuentran detenidos desde hace años en la Cámara de Diputados con excusas absurdas y la obvia interferencia de la industria tabacalera.
La propuesta de enviar legislación para incrementar impuestos al tabaco (la herramienta más costo-efectiva para bajar su consumo), que fue una propuesta del actual Presidente, se ha ido postergando sucesivamente y existen dudas acerca de cuándo se va a enviar al Congreso (si es que se envía).
Con la amenaza infundada de un incremento del contrabando, que trabajos académicos independientes han desarticulado, la industria tabacalera ha ensuciado la discusión de políticas que ahorran gastos, descongestionan el sistema y, últimamente, mejoran el bienestar de la población. Eso, que debiera ser el norte de cualquier Gobierno, ha quedado relegado en favor de otras políticas sanitarias, que pueden ser necesarias, pero que no van a mejorar la carga de enfermedad. Niñas y niños que se inician diariamente en el consumo de productos de tabaco serán los futuros sufridos pacientes de una enfermedad que podría eliminarse virtualmente con decisión política. En manos de nuestros representantes está revertir esto.
*Académico Universidad Adolfo Ibáñez