Gestionar el riesgo volcánico implica diseñar uno o varios procesos que involucran investigación tanto de las ciencias exactas como de las ciencias sociales, pero sobre todo de la participación ciudadana y la comunicación de esos hallazgos. Chile, con más de 90 volcanes activos en continente, es un país altamente influenciado por la actividad volcánica, con macizos que han demostrado su potencial en recientes erupciones tanto en el norte como en el sur del país (Lascar y Villarrica).
Como comunidad científica podemos aportar el conocimiento que generamos al estudiar los fenómenos, al monitorearlos, e instrumentalizarlos. Sin embargo, también es fundamental conocer, incorporar, y respetar la percepción de las comunidades involucradas sobre los fenómenos volcánicos y el cómo responden ante una posible erupción. El conocimiento de estas comunidades que viven muchas veces aledañas a los volcanes activos, aporta información sumamente valiosa a los estudios de gestión de riesgo. De hecho, estas investigaciones se llevan a cabo de la mano de las comunidades en un proceso de co-construcción de conocimiento que enriquece los mapas de riesgo de las zonas estudiadas.
El objetivo principal de la participación activa de las comunidades en la gestión de riesgo volcánico es el de resignificar este proceso, dando prioridad a la población, el medio ambiente y aquellas actividades locales que se desarrollan y que pueden ser potencialmente afectadas por una erupción volcánica.
No basta con indicar dónde posiblemente el material volcánico podría llegar, sino de la manera que éste irrumpe en la actividad cotidiana de sus habitantes. Esto es fundamental en el momento de emergencia volcánica, ya que las posibilidades de evacuación segura están determinadas por las decisiones de sus pobladores, por lo tanto, el conocimiento volcánico debe estar disponible y accesible a las personas, además, de las autoridades pertinentes a la gestión de la emergencia.
En Chile, los volcanes y sus áreas circundantes representan mucho más que solo entes geológicos para las comunidades. Muchos de ellos son centros ceremoniales, hogar de dioses y festividades, sitios de entrenamiento, puntos de encuentro o zonas de producción de beneficios (antes llamados recursos) y, especialmente, son lugares de gran atractivo turístico.
Así, no solo las comunidades que se encuentran espacialmente cerca de un volcán representan la población en riesgo, sino que existe una población flotante que pulula en los volcanes activos que debe también tener acceso a la información volcánica y ser parte de una gestión integral del riesgo volcánico en Chile. En el Instituto Milenio de Investigación en Riesgo Volcánico – Ckelar Volcanes, ya ha explorado esa fórmula de trabajar junto a las comunidades dándole el espacio de colaborar con las investigaciones, ser parte del proceso de construcción de los mapas de peligro y riesgo, y finalmente devolverle en formatos prácticos y talleres, toda aquel conocimiento generado en los territorios. Cerrando de esta manera un ciclo virtuoso de conocimiento científico - local y muchas veces incluso ancestral.
*Ivonne Martínez, investigadora doctorante del Instituto Milenio de Investigación en Riesgo Volcánico – Ckelar Volcanes