Hace unas semanas, en la sección de la revista Nature sobre comportamiento humano, se publicó un artículo que muestra que la negatividad impulsa el consumo de noticias en internet. Probablemente, no es algo que sorprenda, y en el caso de la astronomía es una tendencia que nos ha acompañado por varios años.
En 1773, un astrónomo francés llamado Jerome Lalande calculó qué tan probable es que un cometa choque con la Tierra y su conclusión fue que no valía la pena siquiera pensar en esa posibilidad. Sin embargo, cuando los ciudadanos de París supieron lo que estaba calculando, comenzó el rumor de que Lalande sabía que un cometa impactaría el planeta en unos meses y que el resto de los científicos estaban censurando esa información. A pesar de todos los intentos por detener el rumor, muchas personas escaparon a lugares que sentían, les daría una posibilidad de sobrevivir el cataclismo. Por supuesto, nada pasó, ya que seguimos aquí.
Esta tragicómica historia está por cumplir 250 años y aún somos víctimas de la negatividad y el miedo cuando se intenta comunicar ciencia. En redes sociales, una noticia que se ha vuelto un clásico de desinformación son los acercamientos de asteroides, que usualmente pasan más allá de la Luna o son muy pequeños, pero como pasó con Lalande, la noticia original se transforma. Imágenes cataclísmicas acompañadas de un titular incentivando el pánico y una descripción que no nos entrega la información realmente útil. Así, algunas noticias de astronomía se usan como canales de algo que a varios investigadores preocupa: que la búsqueda de maximizar el tiempo de interacción nos lleve a generar más y más noticias negativas, alterando la realidad. Y que en el caso de la ciencia, una de sus consecuencias es el deterioro en la confianza hacia el mundo científico.
Este motor de interacción también ha sido explotado por influencers y divulgadores de ciencia, encapsulado en la frase “gracias haters por el engagement (interacciones)”. Y en el caso de la astronomía existen dos frentes muy explotados: La astrología y el terraplanismo. Esto se alinea muy bien con otro estudio que muestra que las publicaciones sobre grupos vistos como rivales son mucho más fáciles de volverse virales. Si bien puede sonar como una buena estrategia inicial, nuevos estudios también nos muestran que la negatividad atrae más negatividad.
Ante esto, ¿qué es lo que podemos hacer? La única manera de enfrentarlo es buscar formas creativas y positivas de comunicar ciencia, mostrando el entusiasmo que sentimos por aprender cosas nuevas, entusiasmo que también es contagioso. De alguna forma, necesitamos potenciar esas voces para que no desaparezcan ahogados por el mar de noticias negativas y no tengan que recurrir a tácticas que nos puedan disparar en la cara. ¿Podemos hacer eso en un mundo donde se privilegia lo viral? Quiero ser optimista y pensar que es posible.
*Doctor en Astronomía y colaborador Fundación Chilena de Astronomía.