Los ecosistemas de surgencia, auténticos oasis en los océanos son guardianes de la abundancia marina, pero hoy enfrentan una amenaza creciente: el cambio climático. Estas valiosas áreas en nuestra costa, fundamentales para el equilibrio del planeta y el bienestar humano, se encuentran en peligro debido a las alteraciones provocadas por el calentamiento global y otras amenazas antrópicas.
Los ecosistemas de surgencia son puntos cruciales en los océanos donde corrientes frías y ricas en nutrientes ascienden desde las profundidades hacia la superficie. Este fenómeno impulsa una extraordinaria diversidad de especies marinas y es la base de la productividad global de los océanos. A lo largo de la costa oeste de América del Sur, estos ecosistemas se nutren de la corriente de Humboldt, siendo una fuente esencial de vida marina y bienestar humano para las comunidades costeras de Chile y Perú.
Las zonas de surgencia ofrecen importantes beneficios, tanto para la naturaleza como para la humanidad. Son vitales para las pesquerías, ya que sirven como hábitat y fuente de alimento para diversas especies comerciales, garantizando la subsistencia de comunidades locales junto con su seguridad alimentaria. Además, el fitoplancton que prospera en las aguas frías de surgencia, captura grandes cantidades de carbono atmosférico, ayudando a mitigar el cambio climático. El flujo constante de nutrientes desde las profundidades hacia la superficie ayuda a mantener un ciclo equilibrado, evitando la acumulación de desechos y asegurando un ambiente marino saludable.
Dentro de los múltiples beneficios culturales, destaca su rol como fuente de inspiración y atracción para el turismo y la recreación. Su alta biodiversidad atrae a turistas y amantes del buceo, lo que puede ayudar a fomentar una mayor conciencia sobre la necesidad de proteger estas áreas y a su vez genera beneficios económicos para las personas que viven en la costa. Asimismo, la evidencia arqueológica muestra que las sociedades costeras a lo largo de las costas de Chile y Perú han desarrollado, desde el inicio del poblamiento del continente, un estilo de vida fuertemente ligado a los recursos marinos, como alimento y fuente de materia prima para el desarrollo de tecnologías como por ejemplo la caza, pesca y navegación.
Sin embargo, este invaluable patrimonio marino se encuentra en una situación crítica. El cambio climático está provocando alteraciones en los patrones de viento y corrientes marinas, alterando la frecuencia e intensidad de la surgencia. Esto desencadena efectos en la cadena alimentaria y en la biodiversidad marina, impactando negativamente a las poblaciones de peces y mamíferos marinos. La acidificación de los océanos, también impulsada por el aumento de carbono en la atmósfera, afecta la capacidad de los organismos marinos para formar conchas y esqueletos, debilitando la estructura de los ecosistemas marinos y su resistencia ante otras amenazas.
Sumado a esto, los eventos de El Niño como el de este año, se caracterizan por cambios en los patrones de viento y aumento de la temperatura del mar, los que interrumpen el delicado equilibrio de la corriente de Humboldt. Durante El Niño, la capa de agua superficial cálida se extiende a mayores profundidades, lo que inhibe el proceso esencial de afloramiento. Esto da como resultado una disminución de la productividad, lo que lleva al colapso de las poblaciones de peces y genera un impacto en cascada en el medio ambiente, la sociedad y la economía. Además, la destrucción del hábitat, la contaminación, actividades como la sobrepesca y el rápido desarrollo urbano-costero representan amenazas que reducen la resiliencia e integridad de estos ecosistemas.
Es fundamental que tomemos medidas para proteger y preservar los ecosistemas de surgencia, lo que a su vez exige una acción colectiva urgente. Esto implica reducir las emisiones de gases de efecto invernadero abordando el cambio climático, al tiempo que se promueva una gestión pesquera sostenible, el desarrollo costero responsable y se fomenten los esfuerzos de conservación a través de, por ejemplo, el establecimiento y la implementación efectiva de nuevas áreas marinas protegidas.
El adoptar un enfoque socio-ecológico que considere trayectorias temporales amplias hacia el pasado y el futuro e involucre a los gobiernos, las comunidades científicas, las comunidades costeras locales y todas las partes interesadas, es clave para salvaguardar este patrimonio natural a las generaciones futuras. Los ecosistemas de surgencia no son solo fronteras entre la tierra y el mar: son patrimonio de nuestros océanos, nutren a innumerables especies y sustentan a las comunidades humanas desde hace miles de años. Su historia está entrelazada con la nuestra y su futuro está indisolublemente ligado a nuestras elecciones.
Mientras nos esforzamos por lograr una relación más armoniosa con la naturaleza, reconozcamos el valor instrumental, intrínseco y relacional de estos ecosistemas y trabajemos para protegerlos y conservarlos. Al hacerlo, no solo aseguramos la continuidad de la biodiversidad marina, sino que también salvaguardamos la esencia misma de nuestra historia humana.
*María José Martínez Harms PhD, investigadora Joven del Núcleo Milenio UPWELL, investigadora del Centro de Investigación e Innovación en Cambio Climático de la Universidad Santo Tomás, investigadora principal del Instituto de Ecología y Biodiversidad, investigadora Adjunta del Instituto Milenio en Socio-Ecología Costera (SECOS).