8 de marzo, Día Internacional de la Mujer. Indudablemente, hemos avanzado mucho a nivel nacional e internacional y no hay comparación con las generaciones anteriores. Da gusto ver a las mujeres, jóvenes y niñas de hoy: se visten como quieren, practican cualquier deporte, escriben sin seudónimos, estudian y crean lo que les gusta, son líderes, científicas, artistas y están en todas partes. Hemos tenido oportunidades que nuestras madres y abuelas ni siquiera imaginaron. ¡Qué bueno que ellas alcancen a ver esto! Ni hablar de las mujeres de otras épocas.
Pero… y aquí viene el “pero”. ¿A qué costo? Sin duda, se ha avanzado en equidad de género, y es un tema que ya nadie osaría cuestionar públicamente. La pregunta es, ¿cuándo será de manera natural y fluida? ¿Cuándo estará tan arraigado en el inconsciente que no sea tema? Aunque suelo ser optimista y agradecida de la vida, en este aspecto, lamentablemente, aún veo un camino muy largo y lento por recorrer. Pero, ¡qué exagerada! Dirán algunos. ¡No es necesario darle más vueltas! ¡Qué más quieren! Dirán otros. Y repito: Sí, camino largo, lento, difícil y duro. Si no para todas, para la gran mayoría ¿Por qué? Porque siguen siendo nuestras niñas, jóvenes y muchas mujeres de nuestro país, uno de los grupos sociales más vulnerables.
Tristemente, muchas de ellas (invisibles) no podrán cumplir sus sueños, o ni siquiera ilusionarse con ellos. Lo peor es que a veces no se nota o no se quejan “demasiado”. O si lo hacen, no son escuchadas. ¿Cuántos hogares en Chile existen donde habitan sólo mujeres o donde ellas son el principal sustento del hogar? No tengo las estadísticas, pero mi trabajo me permite recorrer las zonas rurales de nuestro país, y ahí están todas ellas: trabajando incansablemente. En lo que sea, de manera silenciosa, cuidando y sacando adelante a sus hijos, nietos y, ahora, con el aumento de la esperanza de vida, hasta bisnietos. Los propios y los prestados. Comunidades completas informales de mujeres, con sus redes, colaborando entre ellas para poder sobrevivir y heredar una vida mejor. Con una creatividad y una capacidad de solucionar problemas realmente increíbles.
Las mujeres solemos ser fuertes, decididas y salimos adelante a pesar de todo: es lo que hemos visto, lo que nos han enseñado. Muchas ni siquiera se quejan, algunas incluso tienen la desfachatez de estar contentas. No me malentiendan, muchos hombres construyen contra viento y marea, de manera maravillosa. Lo que pasa es que las mujeres, muchas veces, no tenemos opción.
Y aquí viene el tema del costo: ojalá pudieran descansar, ojalá estén siendo respetadas y reconocidas como pares, ojalá estén siendo queridas como se merecen, ojalá puedan sentirse acompañadas y valoradas, ojalá tengan la libertad de decir que “no”, ojalá no tengan que recordarse cada día: vivimos en otros tiempos y esto hoy es inaceptable. Que el abuso, el maltrato, la agresión, el menosprecio, la invisibilidad, la indiferencia, la frase inapropiada gratuita, sea cosa del pasado. Mientras eso no suceda, la concientización por la situación de la mujer sí será tema y sí habrá que darle vueltas, para ver cómo miramos hacia el futuro y qué entregamos a las nuevas generaciones.
Desde el mundo de las Ciencias también necesitamos la contribución poderosa de las mujeres. Aunque, en la realidad, ellas siempre han estado presentes. En laboratorios, experimentos y en terreno; en la toma, procesamiento y análisis de datos; en la discusión de donde surgen las ideas más innovadoras; en la organización para que todo funcione. Sólo en excepciones han sido reconocidas a lo largo de la historia. Entonces, ¿cómo logramos que su aporte no tenga un costo tan alto?
Aquí viene el gran desafío de los años venideros: hacerles más amable el recorrido en un mundo que no ha sido diseñado para ellas. Para que, al fin, puedan soñar libremente y desplegar todo su potencial. Necesitamos que todas nuestras niñas lleguen a ser reinas. Necesitamos que todos los días del año sea el Día de la Mujer.
*Profesora Titular Pontificia Universidad Católica de Chile, Investigadora Centro de Excelencia en Geotermia de Los Andes (CEGA)