Son pocas las ocasiones en la que reflexionamos sobre la forma en que los seres humanos hemos llevado históricamente nuestra relación con los océanos. Desde un punto de vista utilitarista, la biodiversidad y los servicios ecosistémicos que provee los océanos son vitales para nuestra existencia: a través de la pesca accedemos a recursos marinos como fuente de alimentos; nos suministra más del 50% del oxígeno que respiramos; absorbe cerca del 23% del CO2 de actividades humanas, brinda vínculos culturales, entre otros.
Podemos decir que nuestro planeta es azul, ya que más del 70% de la superficie planetaria está cubierta por océanos, con una extensión geográfica de más de 360 millones de Km2. Recientemente, un hito histórico para el vínculo océanos y seres humanos ocurrió en la Fosa de Atacama, un área oceánica situada en el océano Pacífico suroriental frente a Chile, que producto de una expedición oceanográfica tripulada por científicos estadounidenses y chilenos, se pudo llevar a seres humanos bajo los 8000m de profundidad. Esto augura un avance promisorio en el conocimiento oceanográfico y para las ciencias en general, de áreas escasamente exploradas.
Sin embargo, tenemos tareas titánicas por resolver. Por ejemplo, ¿Cuántas especies marinas existen en los océanos? Las estimaciones más conservadoras rondan entre los 150.000 a 230.000 especies descritas, y estimaciones basadas en extrapolaciones provenientes de muestras del océano profundo predicen la existencia hasta más de 10.000.000 millones de especies. Ahora, ¿Cuántas de estas especies podrían ser potencialmente nuevas fuentes de alimentos? A escala global, sólo el 1% de los océanos está bajo algún tipo de protección jurídica, y conocemos menos del 1% de especies que los habitan y de las cuales un 10% de especies que tienen categoría de protección se encuentran amenazadas por extinción.
Esto es decidor, dado el escaso conocimiento que aún tenemos sobre nuestros océanos, y la fuerte presión humana sobre ellos, aunado al cambio climático, acidificación de los océanos, la contaminación marina, destrucción de hábitats, creciente uso intensivo de actividades de acuicultura, es necesario urgentemente regular, la gobernanza, legislación y decisiones que se adopten en pro de la protección y conservación de los océanos y sus recursos marinos que permitirá continuar el camino trazado por la UNESCO en el Decenio de las Naciones Unidas para las Ciencias Oceánicas al servicio del desarrollo sostenible 2021-2030.
*Director Nacional de Bachillerato en Ciencias de la Universidad Santo Tomás.