Columna de Rodrigo Navia: “Doctores sin campo laboral, el desafío que se aproxima”
En los últimos años el número de egresados con grado doctor en Chile ha crecido fuertemente, de 200 a más de 1.200 anuales. Si queremos avanzar hacia el desarrollo claramente esta cifra debe seguir al alza, pues como país aún estamos muy lejos de los promedios OCDE.
De ellos, aproximadamente el 80% trabaja en universidades haciendo investigación y docencia, pero muy pocos logran ingresar al mundo privado o público. Entonces, nos encontramos ante un dilema de empleabilidad, pero también de uso de ese conocimiento avanzado en beneficio de nuestro país.
Desde las universidades estamos tomando nota y acción a este respecto y ya estamos preparando a nuestros graduados para que adquieran habilidades, competencias y conocimientos que les permitan insertarse en ámbitos laborales como el empresarial o el servicio público, así como generar emprendimientos de base científico-tecnológico.
Tomando la experiencia comparada (con Europa y Estados Unidos principalmente), estamos creando doctorados de corte tecnológico o profesional, donde los doctorandos desarrollan sus trabajos de tesis en la industria o la entidad donde posteriormente podrán trabajar.
En este sentido, programas como el Doctorado en Ingeniería de las universidades de La Frontera, Talca y Bío Bío, son un ejemplo a seguir. En éstos, los estudiantes desarrollan sus tesis asociadas a problemáticas reales de la industria, incentivando la inserción de los doctores en el mundo empresarial.
Pero aún queda mucho por hacer. Hoy existe una oportunidad en la creación y despliegue de doctorados temáticos, que implican la resolución de problemas complejos e interdisciplinarios de la sociedad, dando a la vez mayores posibilidades de empleabilidad en ámbitos distintos a la academia. Hablo, por ejemplo, de un doctorado en Ciencias de Recursos Naturales o un Doctorado en Industria Agroalimentaria. Esto no implica dejar de lado a los doctorados disciplinarios, como los doctorados en física o en química, que son la base para poder tener doctorados temáticos de corte inter y transdisciplinario, pero sí ir buscando un equilibrio.
Ahora bien, para que esto suceda, debe haber también un mayor acercamiento, que permita ir generando un cambio de mirada en el sector público y el privado, para entender que los doctores y doctoras con una mirada global y de resolución de problemas pueden agregar valor a sus procesos internos, en el ámbito de la investigación, de las políticas públicas, de relación con el medio y más.
Por otro lado, es importante fortalecer los doctorados con fuerte vocación global y territorial, que los haga más conectados a las necesidades reales de industrias y Estado, que promueva e incentive la formación en el territorio y el país, moviéndonos de aquel paradigma clásico cuando la mayoría de los doctores y doctoras chilenas se formaban en otras latitudes por falta de oferta, un ámbito que hoy se observa muy distinto.
En definitiva, no hay tiempo que perder. Por eso, hago un llamado a la academia, Gobierno y empresas a tender puentes y conversar para juntos desarrollar un camino que no solo permita oportunidades laborales a doctores y doctoras, sino por sobre todo abra las opciones a Chile para ser un mejor país de la mano del conocimiento avanzado de sus científicos.
*Vicerrector de Investigación y Postgrado de Universidad de La Frontera.
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