Columna de psicología: La impenetrabilidad de la violencia

Saqueo al Café Literario

"Una sociedad puede considerarse humana en la medida en que sus miembros se confirman entre sí" (Martin Buber)


¿Por qué destruyen? ¿Por qué golpean? ¿Por qué queman? ¿Por qué disparan?

Así, para comprender la violencia ejercida por algunos grupos y personas, contra otros grupos, personas e infraestructuras, agarro la Teoría de la comunicación humana, y me dirijo a un capítulo donde Paul Watzlawick sostiene que los tres procesos que afectan la construcción de nuestro self y el otro, son la confirmación, el rechazo y la desconfirmación.

Para este autor, la clave para nuestro desarrollo y para nuestra estabilidad mental es la de ser confirmados, pues "aparte del mero intercambio de información, el hombre tiene que comunicarse con los otros a los fines de su autopercepción y percatación, y la verificación experimental de este supuesto intuitivo se hace cada vez más convincente a partir de las investigaciones sobre la deprivación sensorial, que demuestra que el hombre es incapaz de mantener su estabilidad emocional durante períodos prolongados en que sólo se comunica consigo mismo".

Si, los seres humanos necesitamos ser confirmados por los otros, por nuestros padres, hermanos, profesores, vecinos y amigos y es por ello que el filósofo y psicólogo estadounidense William James (1842-1910) sostenía que "no podría idearse un castigo más monstruoso, aún cuando ello fuera físicamente posible, que soltar a un individuo en una sociedad y hacer que pasara totalmente desapercibido para sus miembros".

Y es que estos grupos de "excluidos" han vivido por décadas y probablemente por generaciones, en la alienación. Para Watzlawick estos sujetos han perdido, al igual que los pacientes esquizofrénicos, su mismidad, pues los otros -es decir, nosotros- lejos de confirmarlos, les hemos transmitido, en el mejor de los casos, nuestro rechazo y, en el peor, que no existen.

En definitiva, nos cuesta aceptar que no entendemos nada, pues nuestra visión de estos sujetos, está muy distante de la visión que estos sujetos tienen de sí mismos... y de nosotros. Y esta brecha, de acuerdo a Paul Watzlawick, "determina, más que cualquier otro factor, la naturaleza de nuestra relación y, por consiguiente mi sensación (y la del otro) de ser entendidos y tener una identidad".

Y es que así como algunos no entendemos por qué alguien quemaría una micro o arrasaría con un supermercado, hay otros que no entienden el actuar de las fuerzas del orden, de los políticos, de las instituciones y de la sociedad -no marginada- en su conjunto. Y estas discrepancias no resueltas son, siguiendo a Watzlawick, las que nos llevan a profundos "impasses interaccionales en los que, en algunas ocasiones, se hacen acusaciones mutuas de locura o maldad".

No entendemos y nuestra forma de descansar y de salir rápido de tanta contradicción es atribuirle maldad o locura al accionar de los otros y es por ello que hoy, más que nunca, debemos recordar las sabias palabras del filósofo del diálogo Martin Buber (1878-1965), quien sostenía un siglo atrás que nuestra incapacidad de confirmar a los hombres por lo que son y por lo que pueden llegar a ser es nuestra principal debilidad como seres humanos.

Así, ya sea desde nuestras casas, desde la calle o desde nuestras pantallas, la invitación es a aceptar la impenetrabilidad de la violencia, aceptar que nuestra mirada es limitada y a evitar etiquetar el incomprensible comportamiento de los otros, como actos de maldad o locura.

Comenta

Por favor, inicia sesión en La Tercera para acceder a los comentarios.