La ciencia suele avanzar lento. Para sostener una idea, debe ser puesta a prueba y validada una y otra vez por diversos investigadores, algo que siempre toma tiempo. En ese sentido, el espacio para la "ciencia hollywoodense", donde una sola persona comienza a alertar a todos sobre un nuevo descubrimiento, que normalmente sale en el transcurso de una sola noche, es prácticamente imposible. Pero no significa que los científicos no sepamos de lo que hablamos. Y en el caso de los grandes terremotos de Chile hay una historia que hoy se vuelve muy relevante, cuando estamos por cumplir 10 años del megaterremoto del Maule que, con su magnitud Mw 8.8, sacudió Chile un 27 de febrero y cambió muchas cosas, para siempre.
En Chile continental vivimos sobre dos placas tectónicas en contacto, que constantemente quieren moverse una respecto a la otra y fracasan gloriosamente en conseguirlo. En la mayor parte del país estas dos son las placas de Nazca y de Sudamérica, donde la primera choca con la segunda, y comienza a deslizarse bajo ella. Este lento movimiento (que aún así está entre lo más rápido del planeta), no ocurre sin problemas, ya que las placas gustan de hacer lo mismo que los boxeadores de peso completo: abrazarse, y no soltarse por un buen rato. Eso hace que la placa de Nazca nos empuje a todos hacia el este, mientras se acumula tensión en el contacto entre las dos. Mucha tensión, que se tiene que liberar de alguna forma.
Los "gaps"
¿Cuál es manera favorita de las placas para liberar esa tensión? Con muchos terremotos. Estos pueden ser muy pequeños -ni siquiera los sentimos-, o ya más grandes, de magnitudes mayores a ocho. Ustedes ya saben que vivimos en un país sísmico, por lo que los megaterremotos no nos son desconocidos. Por lo mismo, cuando no hay sismos importantes en una zona (no esas tonteras de magnitud 4 que hacen que #sismo sea trending topic en twitter) entonces ese lugar puede estar incubando un gran sismo. Ahí se da lo que los sismólogos llaman gap sísmico. Y la búsqueda de estos gaps es muy importante.
Uno de los gaps más "famosos" durante los noventas era el del norte grande de Chile. Considerando que el último gran terremoto en la zona había ocurrido en 1888, la posibilidad de otro potente movimiento sísmico era muy alta, ya que las placas habían estado acumulando tensión allí por al menos 100 años. Por eso, durante esa década se habló mucho del terremoto que se esperaba, y tenía sentido: los últimos grandes sismos en el resto de Chile habían ocurrido en 1922 en Atacama, 1943 en Illapel, 1985 en San Antonio, 1939 cerca de Chillán, y 1960 en la zona sur del país. Le "tocaba" al norte.
No fue así, como sabemos. El siguiente megaterremoto fracturó la zona centro-sur de Chile. Pero no fue inesperado.
Después del megaterremoto de 1730, que fracturó prácticamente toda la zona central de Chile, el siguiente movimiento sísmico muy fuerte ocurrió en 1835, cuando Charles Darwin estaba en Chile. Él describió la enorme destrucción en la zona de Concepción producto de un gran tsunami que había afectado la costa. Hoy sabemos que ese terremoto rompió la corteza desde más o menos Pichilemu, hasta Concepción, por lo que fue un animal bastante parecido al del 2010. Después de eso ocurrieron dos terremotos grandes en las partes más profundas de la subducción en esa zona: en 1914 y en 1928, con magnitudes cercanas a Mw 7.6-7.7. Luego vino el terremoto Mw 7.8 de 1939 en Chillán, que fue el más mortífero de Chile, y que sólo décadas después se supo que había sido intraplaca y no debido al contacto de la placa Sudamericana con la de Nazca. Por eso, antes de tener una gran parte de Chile cubierta con instrumentos, parecía que la zona que se desbloqueó en 1835 estaba liberando energía "de a poco". Pero cuando ya se pudo analizar la sismicidad de la zona central en detalle, los sismólogos encontraron algo preocupante: casi no había temblado desde Pichilemu hasta Concepción. Las placas estaban muy bloqueadas en esa región. Teníamos un gap sísmico, y se estaba incubando un gran terremoto. Los terremotos de 1914 y 1928 habían ocurrido en zonas más profundas, y no habían liberado la tensión de la zona más occidental, que es la que genera los tsunamis. Aquí lo podemos ver, en el óvalo rojo de la siguiente figura, donde Benjamin Brooks y sus colegas muestran la sismicidad a profundidades menores a 30 km en la zona de Chile. Fíjense como casi no hay sismos donde después se generó la ruptura del Terremoto del Maule.
Sismicidad superficial en Chile, marcando el gap sísmico en rojo. Tomado del trabajo de Benjamin Brooks y sus colegas, publicado el 2003.
Con el tiempo, sismólogos de distintas partes del mundo comenzaron a estudiar este gap, para poder ver cuál era el peor escenario que enfrentábamos. Hacia el año 2007 ya habían sido publicados alrededor de 5 artículos científicos que mostraban evidencia de que la zona tenía el potencial de generar un terremoto de gran magnitud. El último de ellos, publicado el año 2009, cerraba diciendo lo siguiente:
"Concluimos que la zona sur del gap de Concepción-Constitución ha acumulado un déficit de desplazamiento que es lo suficientemente grande para producir un terremoto muy grande, de magnitud Mw=8.0-8.5. Este es, por supuesto, un peor escenario que necesita ser refinado con más trabajo".
Se quedaron cortos, ya que la zona norte del gap también se movió el 27 de Febrero del 2010.
Títulos de artículos científicos que mostraban que las placas estaban bloqueadas en la zona donde después ocurrrió el Terremoto del Maule del 2010.[/caption]
Todo esto quiere decir que, al menos desde el lento desarrollo científico, ya se había vislumbrado un potencial (y destructivo) escenario. Y hoy sabemos que ninguna de las personas que estaba a cargo de la emergencia ese 27 de Febrero manifestó conocer las conclusiones de alguno de estos artículos científicos. De hecho, ni siquiera sabían bien sobre la dinámica de los terremotos. Y más allá del esfuerzo que hicieron varios sismólogos por transmitir esta información a un público más amplio, el resultado fue que los principales resultados de estas investigaciones quedaron donde casi siempre: entre los expertos. La comunicación falló durante muchos años, y Chile no se preparó adecuadamente para lo que podía pasar.
Cuando el 27 de Febrero del 2010 comenzó a temblar, las placas se desbloquearon donde se esperaba, y el escenario que se dio fue un megaterremoto que tuvo magnitud Mw 8.8. Las placas estaban hablando.
Cristian Farías Vega es doctor en Geofísica de la Universidad de Bonn en Alemania, y además profesor asistente en la Universidad Católica de Temuco. Semanalmente estará colaborando con La Tercera aportando contenidos relacionados a su área de especialización, de gran importancia en el país dada su condición sísmica.