Columna de sismología: La erupción, la falsa normalidad, y el futuro
Las erupciones volcánicas pueden ser procesos muy violentos, generando crisis sociales. ¿Qué nos enseñan acerca de como podemos desarrollarnos como sociedad? Lo revisamos en esta columna.
Las erupciones volcánicas son procesos complejos. Si bien la mayoría de las veces las señales que da un volcán antes de una erupción son muy claras, y todos quienes viven cerca se dan cuenta rápidamente de que algo está mal, hay varias que toman a las personas por sorpresa. Esto último se puede dar fundamentalmente por dos razones: no estábamos prestando atención a los cambios en el volcán (seguramente por la falta de monitoreo), o porque el sistema simplemente se desestabiliza demasiado rápido, y no deja tiempo de reacción. ¿Suena parecido a algo?
Muchas de las grandes erupciones explosivas son en realidad procesos que toman varias semanas. Su comienzo es variable, ya que no siempre las explosiones más grandes ocurren al principio, por lo que el estar atentos es fundamental. En muchos casos, las autoridades determinan que hay que evacuar a quienes viven cerca de donde se está produciendo la erupción, para salvar sus vidas. A veces se invoca un estado de catástrofe, donde se resguarda la vida de las personas que puedan haber sido afectadas por la erupción. Después, los medios hablan de un desastre natural, cuando de natural esto no tiene nada: si hubo que evacuar personas y si hubo pérdidas es porque la sociedad no estaba lo suficientemente preparada para lo que el volcán iba a hacer.
Pero en la medida que pasa el tiempo, las personas comienzan a preguntarse si es que van a poder volver donde vivían, cuando lo harán, y qué van a encontrar cuando eso ocurra. Es algo normal en todo el mundo. El problema es que muchos se apresuran a volver mientras el volcán parece más calmado, y sufren cuando este tiene una explosión que quizás no era tan grande como las primeras, pero igual fue potente. Allí, la exposición innecesaria a un peligro volcánico puede llegar a ser letal. De hecho, en el mundo más del 63% del total de muertes ligadas a erupciones volcánicas se producen después de que pasó la primera semana de la erupción.
Y, para peor, una vez que las personas pueden volver a sus hogares cuando ya el volcán no es una amenaza en lo inmediato, la pregunta es como van a retomar sus vidas. ¿Buscarán la vida que tenían antes de que comenzara la erupción? ¿Querrán volver a lo "normal"? La verdad es que volver a tener exactamente la misma vida antes de la gran erupción sería simplemente un error, ya que el desastre se armó debido a los errores que se habían cometido antes. La erupción lo que hace es desnudar nuestras falencias como sociedad, tanto en como nos preparamos y como respondemos frente a un evento así de potente.
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Chaitén, 2008. Foto: Daniel Basualto[/caption]
Normalidad
La normalidad es volver hacia atrás, hacia ese momento donde estábamos cometiendo enormes errores. En los volcanes, la mayoría de esos errores se cometen por problemas de desarrollo: o bien el mercado fomenta, sin mucha regulación, la construcción en zonas muy expuestas al volcán, o bien los mismos gobiernos de los países terminan relegando a las personas más pobres a zonas que están más expuestas al riesgo. Un caso de lo primero lo vemos en el volcán Villarrica, y uno del segundo en la gran densidad poblacional del volcán de Fuego. Si después de una erupción que destruyó infraestructura seguimos pensando en volver a vivir como antes, lo único que haremos será estar cada vez más expuestos. Además, mientras pasa el tiempo, olvidamos. Y cuando olvidamos, perdemos.
¿Qué es lo importante para recuperarnos bien, y preocuparnos de reducir las posibilidades de volver a vivir una gran crisis? Desde el punto de vista de la gestión del riesgo de desastres, el entender las causas que armaron el desastre (y la posterior crisis) es el punto de partida para mirar hacia adelante. Después de entender esas causas, es muy importante tener responsabilidades socio-políticas, para que si es que hay una culpabilidad así, las personas afectadas sientan que se van cerrando procesos. Por ejemplo, si es que se demuestra que hubo una negligencia grave en el manejo de una emergencia, el seguir como si nada hubiese pasado solo contribuye a que las personas dejen de confiar en las instituciones, y se sientan cada vez más desamparadas. Sin ir más lejos, no olvidemos qué pasó con la confianza de muchos chilenos en la Onemi y el Shoa después del Terremoto del Maule del 27 de febrero del 2010 y el tsunami que le siguió. Ante las negligencias de esa vez no solo correspondía descabezar y reestructurar a los organismos técnicos, sino que también debía haber una responsabilidad política, que nunca llegó realmente. Las reparaciones son importantes para la posterior reconstrucción de confianzas, sobre todo para poder tener salidas institucionales ante una crisis, y de eso en Chile hemos hecho poco en nuestra historia.
Ya con el tiempo comienza la recuperación. La crisis va a ir pasando de a poco, pero es tremendamente importante que, como sociedad, veamos oportunidades. Si ocurrió un desastre en algún lugar, debemos asegurarnos de que la manera en que llevemos adelante nuestras vidas en el futuro y la forma en la que nos desarrollemos no olvide lo que ocurrió, y tome medidas adecuadas para que eso no vuelva a ocurrir. Pero para eso es necesario hacer algo de política en este asunto, ya que es importante que las decisiones que se tomen hacia el futuro contemplen las necesidades de quienes han sufrido el desastre. No pueden ser impuestas por algún ente externo: deben ser validadas democráticamente, llegando a acuerdos sobre hacia donde se va a avanzar. De esta forma, se promueve una organización "desde abajo hacia arriba", donde la comunidad es la que está empoderada y fortalecida, para poder definir su futuro. Un futuro, claro está, basado en las evidencias y resultado de un largo proceso de sanación y discusión acerca de qué es lo mejor para las personas. Porque el futuro lo vamos a construir todos, y es fundamental que la voz de quienes han sido desplazados, y que suelen ser los más afectados, esté realmente presente.
El futuro puede parecer incierto hoy, pero todos juntos poemos construir uno mejor. Sin miedo.
Cristian Farías Vega es doctor en Geofísica de la Universidad de Bonn en Alemania, y Director del Departamento de Obras Civiles y Geología de la Universidad Católica de Temuco. Semanalmente estará colaborando con La Tercera aportando contenidos relacionados a su área de especialización, de gran importancia en el país dada su condición sísmica.
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