La exposición al covid-19 podría representar un riesgo para la salud y el envejecimiento de las personas que aún no han nacido, según un análisis recientemente publicado por investigadores de la Universidad del Sur de California (USC), en Estados Unidos.
En el artículo, los profesores universitarios Eileen Crimmins y Caleb Finch de la Escuela de Gerontología Leonard Davis de la USC y la becaria de neonatología de la Escuela de Medicina Keck Molly Easterlin, señalan que para fines de 2020, aproximadamente 300,000 bebés podrían nacer de madres infectadas por el SARS-CoV- 2, el virus que causa covid-19. Millones más nacerán en familias que han experimentado un tremendo estrés y conmoción debido a la pandemia, incluso si ellos mismos no se han infectado, agregaron los autores.
Pandemia de 1918
Si bien aún no se han visto los efectos a largo plazo del covid-19 en los bebés, los investigadores pueden encontrar algo de información del pasado, incluida la pandemia de gripe de 1918 y enfermedades anteriores por coronavirus como el SARS en 2002 y el MERS en 2012, indica Finch.
“La pandemia de influenza de 1918 tuvo impactos a largo plazo en la cohorte expuesta en el útero, que experimentó una mortalidad adulta más temprana y más diabetes, cardiopatía isquémica y depresión después de los 50 años”, destaca Finch.
En ese sentido, agrega el investigador, "es posible que la pandemia de covid-19 también tenga impactos a largo plazo en la cohorte que estuvo en el útero durante la pandemia, por la exposición a la infección materna y / o el estrés del entorno pandémico”.
Las infecciones virales maternas pueden afectar a los fetos a través de múltiples vías, desde la transmisión directa a través de la placenta hasta las respuestas inflamatorias que alteran el metabolismo en el útero y afectan negativamente el crecimiento.
Si bien la transmisión materno-fetal directa del virus y los defectos congénitos graves parecen haber sido poco frecuentes durante brotes anteriores de coronavirus, hubo aumentos en los partos prematuros y el bajo peso al nacer durante los brotes de SARS de 2002 y de influenza H1N1 de 2009, que son posibles consecuencias del aumento de inflamación.
Aunque los estudios sobre covid-19 y el embarazo aún se encuentran en sus primeras etapas, ya ha habido algunos resultados preocupantes que merecen una mirada más de cerca en los estudios en curso, escribieron los autores. El aumento de las tasas de parto prematuro puede estar relacionado con las infecciones maternas por SARS-CoV-2, y otros estudios indican que la enfermedad grave se correlaciona con un mayor riesgo de muerte fetal. Otros peligros potenciales, incluido el aumento del riesgo de coágulos sanguíneos presentados tanto por el embarazo como por el covid-19 grave, también necesitan más estudios.
“Sugerimos que para capturar las consecuencias de la exposición viral en el útero para el desarrollo infantil y la salud de los adultos, los estudios de cohortes de nacimiento de covid-19 consideren la recopilación inmediata de datos de la madre, el feto, el recién nacido y la placenta”, subraya Easterlin. Estos datos iniciales, agrega, "deben ir seguidos de un análisis del crecimiento y desarrollo infantil y un estudio de por vida de la salud, los patrones de comportamiento y el funcionamiento cognitivo”.
Además de los riesgos directos que plantea la infección, la pandemia de covid-19 también ha aumentado los niveles de estrés, desempleo, inseguridad alimentaria y violencia doméstica, y ha disminuido o interrumpido la atención prenatal. Por estas razones, los investigadores sugieren que los estudios de cohortes también incluyen a madres y niños no infectados, así como comparan la cohorte de covid-19 con niños nacidos antes o después de la pandemia e incluyen varias medidas socioeconómicas.
“La inclusión de información sobre tensiones sociales y económicas permitirá comparaciones entre países que toman diferentes medidas para reducir la propagación del virus”, agrega Crimmins. Este tipo de comparaciones pueden brindar más conocimientos más allá de los efectos de covid-19, "como las políticas socioeconómicas y sociales que pueden disminuir el riesgo de parto prematuro”.