¿Cómo hablar con niños y niñas de la guerra?
Han debido lidiar con más de dos años de pandemia e incertidumbre. Ahora con una guerra no son indiferentes. Necesitan la oportunidad de hacer preguntas y obtener información. Sin importar su edad, dicen especialistas, adultos deben comprender sus preocupaciones.
Muchos padres y madres en la última semana han tenido que explicar la guerra a sus hijos. Las imágenes están por todos lados. Escenas que también incluyen niños y niñas que escapan con sus familias en Ucrania ante la invasión rusa. Una población infantil que alcanza los 7,5 millones, que ha visto interrumpida su vida por un conflicto que no pidieron vivir.
Y para todos los niños y niñas de resto del mundo, que de algún u otro modo se enteran de lo que allá ocurre, es también enfrentarse a escuchar o ver violencia. También sentir miedo.
Es posible que no entiendan completamente lo que está sucediendo. Pueden tener muchas preguntas sobre las imágenes, historias y conversaciones a las que están expuestos en las noticias o redes sociales.
Y pueden ver parte de lo que ocurre aunque los adultos busquen evitar esa exposición: 86% de los niños entre 10 y 13 años tiene un celular propio en Chile, según datos de un estudio de 2019 del Ministerio de Desarrollo Social y Familia, la Subsecretaría de Telecomunicaciones y VTR.
Necesidad de información
Especialistas indican que, sin importar su edad, es importante que reciban respuestas veraces a sus preguntas y comprender sus preocupaciones.
El camino no es ignorar. Tampoco hacer como que nada ocurre, indica Carla Martínez, psicóloga infantil y académica de la Universidad Autónoma. “Puede ser una opción que alguien decida abstraer a los niños de lo que ocurre, pero no se puede hacer eso. Esta información absorbe a los niños. Ven las noticias. Escuchan cosas. Puede ser incluso un tema discutir en el colegio o que los compañeros los mencionen, ahora que empiezan las clases”, aclara.
Norah Josefina Maier psicóloga clínica de Psyalive.com recuerda en este sentido la película La vida es Bella, ambientada en la Segunda Guerra Mundial donde un padre y un niño tratan de sobrevivir en un campo de concentración. Ese papá le presenta la realidad de la guerra a su hijo como un juego. El niño debe esconderse de los guardias para ganarse de premio un tanque de guerra. “El niño asimila muy bien esta fantasía y no parece sufrir las secuelas psicológicas ni emocionales de la terrible situación. En cambio, en la vida real sucede muy diferente de lo que plantea la película”, aclara.
Dominique Karahanian, académica de la Escuela de Psicología de la U. Mayor coincide en que ignorar los efectos en los niños y niñas, es una mala estrategia. Tampoco hacer lo contrario y saturarlos con datos. Acá, dice es es importante adaptarse al lenguaje infantil “porque en la guerra hay cosas que ni uno como adulto entiende, por eso es bueno responder sus dudas y reconocer cuando no sabemos algo, pero decirles que podemos averiguar y les contamos”.
Las niñas y niños no son indiferentes a lo que ocurre. Todo lo contrario, dicen las especialistas. Están informados y comprometidos con el mundo que los rodea. Desean a su vez estar informados y tener medios para expresar sus puntos de vista.
Pero además, se conmueven. El sentido de la empatía se empieza a desarrollar desde los 6 a 7 años, explica María Ignacia León Altamirano, psicóloga clínica de Medismart.live, por lo que es más “probable que si ven niños de su edad en las noticias o redes sociales, se sientan súper identificados con ellos, entonces hay que estar ahí para apoyarlos”.
Atender sus emociones y no minimizar, con frases como “no pasa nada” o “no te preocupes”. Karahanian, aclara que muchos niños se angustian. “De más está decir que no es necesario exponerlos a imágenes, eso no aporta en nada. Claramente antes era más fácil no prender las noticias, hoy en redes sociales se ve mucho más, pero ojalá no se expongan y si se expusieron hablar de eso, no evadir”.
Martínez señala que si se busca formar niñas y niños responsables, empáticos, que puedan vivir en una comunidad global, no es posible no participen en un evento de tanto impacto. “Esta guerra puede tener consecuencias económicas, políticas, que no las veremos explícitamente quizás, pero es una situación que ocurre en el mundo y que hay que abordar. No se trata de angustiarlos, pero no se puede hacer como que no pasa nada”.
Exposición
De algún modo van a escuchar sobre la guerra. Ante esa información, personas de todas las edades, incluidos los niños, dice Martínez, intentan entender lo que ocurre gracias a la experiencia con la que cuentan. Con menos experiencia, más preocupaciones. “Claramente son más pequeños, hay elementos que no entienden, que no elaboran”.
“Es súper importante explicar lo que esta pasando porque los niños pueden rellenar con fantasías lo que ellos no entienden, lo que no saben o lo que no se les explicó. Muchas veces esas fantasías pueden ser peor que la realidad por todo lo que ven en las películas, por el poder de la imaginación”, subraya León.
¿Cómo hablar del tema? La recomendación es similar a cuando se trabaja cualquier tema sensible, qué decir depende de la madurez y etapa vital. “Mientras más pequeños más precisos, concretos y claros con la información que se entregue. Para los más grandes o adolescentes se puede complejizar la información”, explica Martínez sobre un proceso que debe incluir frases breves y sencillas de entender.
Podrían no preguntar directamente a los adultos sobre el conflicto. Pero esas ideas podrían surgir en juegos o comentarios. Ahí, indica Martínez, se les puede preguntar qué es para ellos una guerra. “Por ahí explorar qué opina y qué entendió, es importante ayudarlos a entender esta situación y darles los modelos correctos de interpretación”.
Las señales a las cuales atender, dice León dependen mucho de el niño y la niña, de su contexto y lo que viva. “Se habla de los miedos más comunes por edad, por ejemplo, lo más pequeños es súper común que le tengan susto a la oscuridad y con esto puede ser que les de miedo dormir solos por todo lo que hay en las redes sociales, por todo lo que ven en las noticias”.
Problemas para dormir, inseguridades o que piensen que les puede pasar algo a sus padres, todas pueden ser formas de manifestar los temores ante un conflicto de esta naturaleza. “Podemos encontrarnos con ansiedad por separación y ahí es cuando el rol de los cuidadores se torna súper relevante, en esto de tener paciencia que puede ser que ellos estén más ´mamones´, más sensible de lo común”.
Desde los siete años, la conversación y explicación puede ser diferente. Su desarrollo así lo permite. Comienzan a entender más, por ejemplo, el concepto de la muerte, dice León. “Entienden que la vida tiene fin y eso también les puede afectar y comienza a ser un tema más relevante en ellos, por lo que se sienten más inseguros, quieren estar más cerca de sus mamás o papás o cuidadores, en ese sentido hay que apoyarlos”.
Al aumentar la edad, igualmente pueden sentirse más sensibles ante los hechos. Los más grandes, dice León pueden manifestar, que tengan muchas ganas de ayudar por este sentido de justicia tan propia de la adolescencia. Querer hacer ayuda social e involucrarse, es esperable. “Hay que dejarlos sentirse parte de que están aportando con su granito de arena, algo que es súper importante para la adolescencia, cumplir esta identidad social”.
Asimismo, para los adolescentes es una situación que se suma al estado de incertidumbre de estos últimos años. “Es normal que los niños más grande que ven esto como una situación más que viene a poner más tensión y preocupación mundial, lo que introduce en ellos preocupación acerca de la muerte, que pasaría si su familia muere”, dice Martínez sobre algo que en la gran mayoría no debería alcanzar grandes niveles de estrés, porque no es tan concreto que algo así les puede pasar, pero sí es un escenario de más incertidumbre.
“Tenemos que entender como humanidad que siempre dependemos los unos de los otros. El ser humano aprendió a hablar porque entendió desde el principio que necesita a su semejante por lo tanto todos podemos contribuir con nuestro granito de arena a la salud mental, escuchando, empatizando y apoyando a quien más lo necesita”, sostiene Maier.
Necesitan la oportunidad de hacer preguntas y obtener información. Algo en lo que también intervienen colegios y educadores. En jardines, ejemplifica León, es apropiado considerar cómo explicar y con qué palabras hablar el tema, “pero no sobre detallarles, porque también hay muchas cosas que ellos no están preparados cognitivamente para enfrentar y abordar, por lo que cómo adultos nos tenemos que hacer cargo también de quizás las palabras que utilizamos con ellos”.
La cobertura mediática de la guerra, investigaciones indican que no es inocua para los niños. Los niños más pequeños se ven más afectados por las noticias con señales visuales, mientras que los niños mayores se angustian más por las historias sobre amenazas reales.
Es importante ofrecerles tranquilidad. Esto efectivamente está pasando, pero terminará, indica Karahanian. “Ayudarlos a que estén tranquilos y que como adultos estamos siempre para defenderlos, que las guerras tal como empiezan terminan, porque eso les abre una especie de esperanza”.
Que sientan seguridad que sus padres o cuidadores siempre están disponibles. Que estarán ahí para protegerlos. “Pero decirles que siempre el mundo es un lugar seguro, es crear una falsa expectativa”, dice Karahanian sobre un diálogo que puede servir para reflexionar también sobre cómo otras generaciones pudieron salir adelante después de una catástrofe o guerra y cómo se han podido levantar.
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