La sociedad progresa y la forma en que la gente se organiza y comunica también. De la mano de los avances tecnológicos, las personas modifican ciertos hábitos, muchos para bien, otros para mal. Si bien los cambios son positivos, en muchas oportunidades dejan de lado aspectos fundamentales, sobre todo humanos.
La organización entre las personas como tal, ha girado en 360° en las últimas décadas. Cuando no existía el teléfono fijo en las casas, para ponerse de acuerdo o invitar a un amigo a una fiesta o cumpleaños, había que ir personalmente a su casa y hacer la invitación. El valor de la palabra era fundamental. Compromiso era compromiso. Luego con la llegada del teléfono, se produce la primera transformación, con un llamado era suficiente para organizarse.
Durante los años 90, la llegada de Internet y el corre electrónico agregó una nueva variante. La organización era a través de cadenas de mail (antes de la era de los spam). Los involucrados respondían a los demás asistentes y quedaba registro de la participación de cada uno. Si bien el compromiso aún era importante, el correo permitía la posibilidad de cancelar la presencia de determinada persona en un evento.
La organización de las personas, durante un tiempo, fue a través de teléfono fijo.[/caption]
Ya en los 2000, cuando se masifica el teléfono celular (aún en sus versiones básicas), los compromisos se organizaban con menos anticipación. La palabra pierde valor, pese a que evoluciona la forma de organizarse. Bastaba con un llamado al celular de cada persona para coordinarse.
Erasmo López, consultor Social Media, señala que antes dependíamos de nosotros mismos. "De nuestra memoria. De lo que nos habíamos apuntado en un papel o en una agenda. Incluso podría llegar a decir que también dependíamos de otros para que nos ayudaran a recordar cosas para hacer. Nuestros amigos, conocidos y familiares, eran esa inagotable fuente de recordatorios", dice.
"Todos tuvimos esa amiga que recordaba los cumpleaños de media universidad. El compañero de colegio que te avisaba de la tarea del día siguiente. Ese amigo que te hacía la lista de las chicas que te gustaban o con las que podía tener alguna posibilidad. La madre que te recordaba la cita con el dentista ese semana o la secretaria que te recitaba la agenda del día con una interminable lista de reuniones y compromisos. Hoy la responsabilidad de las cosas que hacemos o dejamos de hacer es compartida entre nuestro celular y nuestra memoria. Entre lo que queremos hacer y lo que hemos publicado que haremos", agrega.
Ya en 2010, Facebook tomaba fuerza en Chile. Fue el primer gran paso para la organización digital de eventos sociales. La posibilidad de crear eventos en línea para cumpleaños o fiestas, eran la mejor manera de organizarse. También, al recordar los cumpleaños, creaba una especie de agenda en línea con las fechas más importantes de tus contactos.
Actualmente, con los smartphones y principalmente WhatsApp, el asunto cambió radicalmente. Todo hoy en día gira en torno a los grupos, donde se reúnen viejos amigos de colegio, familia, trabajo o equipos deportivos, entre otros. Permite tomar decisiones hasta último minuto. Incluso es posible recibir una invitación, y simplemente no contestar.
Manu Chatlani, director ejecutivo Agencia Digital Jelly, establece que los tiempos han cambiado, la forma de comunicarse está cada vez más acelerada, es cada día más 24/7, donde todo corre a través de mensajería o redes sociales. "No existe la necesidad de estar en línea para conversar, no me tienen que responder en el minuto que necesito algo, sino que la gente prefiere contestar en su tiempo, cuando así lo requiera. Por eso los mensajes y WhatsApp siguen y siguen subiendo, no es ni malo ni bueno, solo es así".
López añade que en la actualidad y cada vez más, otorgamos poder a las aplicaciones que nos ayudan a organizar nuestra agenda y nuestras actividades. "Nos despertamos a la hora que dice nuestro celular; comemos lo que diga nuestra aplicación de dietas; corremos los kilómetros que diga Runtastic; nos reunimos con quien diga Google Calendar. Incluso tenemos sexo con quien nos recuerde Tinder. Ese aparato electrónico que tocamos en promedio más de 150 veces al día, es lo que organiza nuestra vida".
El valor de la palabra
La posibilidad de organizarse con mayor facilidad, le ha quitado valor a la palabra y al compromiso. "A partir de este momento, con la introducción de Internet y las aplicaciones tecnológicas asociadas a los smartphones, se produce un fenómeno que tiene relación con la confianza. En las formas presenciales de organización, el contenido del mensaje poseía el principio de verosimilitud. Es decir, el mensaje podía considerarse verdadero, adecuado, correcto (no mentira o engaño), porque provenía de una persona (presencialidad) que habíamos visto, conocíamos de antemano o nos parecía que era digna de nuestra confianza. el mensaje estaba asociado a un individuo concreto, una persona concreta, que era reconocido por nosotros como creíble o confiable. Creíamos en la palabra empeñada, pues provenía de alguien honorable que había demostrado que su "palabra" tenía algún valor", señala Flores.
Pese a lo anterior, tecnológicamente hablando, el fenómeno entrega elementos positivos. "Un mayor alcance en número de participantes, una mayor cantidad de personas a los cuales los mensajes son enviados, hay mayor cobertura, por cuanto pueden alcanzar grandes distancias geográficas, ya no se encuentran restringidas por un espacio determinado; y temporalidad, en cuanto los mensajes pueden quedar suspendidos en el tiempo y entregados en un futuro a determinar", establece Flores.
Modificación de los planes
"Antes los planes que organizábamos eran a corto plazo. "Quedamos el viernes", "nos vemos este fin de semana en casa de la Claudia". Nunca, o muy rara vez, planificábamos algo a dos o tres meses. Hoy ya conocemos el lugar donde iremos de vacaciones seis meses antes. Hemos comprado los pasajes de avión cuatro meses antes. Hemos planificado reuniones con meses de anticipación. Incluso sabemos en cuántos meses tendremos que cambiar el iPhone, porque Apple sacará uno nuevo. La tecnología nos ha traído la inmediatez, pero también nos ha traído la planificación a largo plazo", añade López.
Rodrigo Flores, doctor en Psicología Social y director de Estudios de Etnográfica, señala que antiguamente la organización "estaba supeditada a formas de interacción presencial, esto quiere decir que se necesitaba que las personas estuvieran presentes físicamente una con la otra para transmitir ideas, mensajes, ponerse de acuerdo, organizarse, etc.
"Pensemos en una conversación entre personas, por ejemplo, para ponerse de acuerdo sobre un tema o compartir sobre algún asunto, reunirse en el futuro, etc. Ello tenía un impacto en el número de personas a las cuales el mensaje era entregado, pues las formas de organización presencial, por las limitaciones propias de la corporalidad de los individuos, no permiten la participación de muchas personas. Se debe pensar, como ejemplos, una reunión social, un encuentro de adherentes a alguna causa, etc", dice
"Es parte de la evolución, la decisión e estar conectados con todos implica estar en ese ritmo, que es súper intenso. Algunos prefieren ser más análogos y seguir con los llamados, pero cada vez son los menos, los que se van quedando un poquito fuera", señala Chatlani.
Uno de los ejemplos más recurrentes de organización sin la tecnología de por medio, era el uso del llamado "mono pilucho", la clásica estatua del Estadio Nacional. Antes de la era de los celulares y de compartir ubicación, los hinchas acordaban juntarse en el mítico díscobolo antes de un partido o un concierto.
Lo que hoy observamos es que la forma de organización ya no depende de la presencia o corporeidad de los individuos. “Con el uso de Internet, el correo electrónico, Facebook, Instagram, mensajes de WhatsApp, las personas pueden ponerse de acuerdo. Pueden citarse para reunirse, llamar a una concentración o manifestación, o sencillamente pueden pasar horas “chateando” a través de Instagram o WhatsApp como si estuvieran uno al lado del otro. Este es un fenómeno bien interesante, pues las aplicaciones tecnológicas comienzan cada vez más a entregar herramientas que reemplazan la necesidad de presencia física, pues son capaces de “traer” a las personas a una reunión o conversación como si la persona estuviese ahí presencialmente, aunque se encuentre físicamente a kilómetros de distancia”, agrega Flores.