La permanencia del coronavirus podría prolongarse por mucho tiempo. O al menos, hasta que exista una vacuna. Por ello, destacan expertos, la “normalidad” en tiempos de pandemia, no será la que considerábamos regular hace algunos meses. Y del mismo modo en que se habla de retomar gradualmente el retorno al trabajo, un ámbito aún con mucha incertidumbre es la vuelta a clases.
¿Cuándo volver y cómo? Es la interrogante hoy para muchas madres y padres de niños y adolescentes. Y no solo en Chile. Se trata de un tema que se está discutiendo en muchos países y “no hay claridad absoluta sobre su valor y sobre cuándo conviene hacerlo”, explica Beatrice Ávalos, profesora titular del Centro de Investigación Avanzada en Educación (Ciae) de la Universidad de Chile.
La mayoría de los gobiernos de todo el mundo han cerrado temporalmente las instituciones educativas en un intento por contener la propagación de la pandemia de Covid-19. Esos cierres están afectando a más del 91% de la población estudiantil del mundo, establecen datos Unesco.
En Inglaterra se discuten distintas opciones sobre la efectividad o no del cierre de escuelas en contextos de Covid-19, destaca Ávalos. En ese debate, y a favor de mantener las escuelas cerrada, está la preocupación por cómo podría mantenerse el “distanciamiento social” para evitar contagios en los contextos escolares. “Según el diario The Guardian, una revisión de 16 estudios sobre el tema que realizó el University College de Londres, referido a China, Hong Kong y Singapur, no demostró evidencia clara que cerrar las escuelas ayudara a controlar la pandemia (pero, son países muy especiales por la forma como mantienen el orden ciudadano). Esto, no es tan obvio si se considera la baja en infección en China gracias al cierre de las escuelas”, señala.
En Estados Unidos tampoco hay certeza. El académico Aaron E. Carroll, publicó el 27 de marzo, un artículo sobre los pro y contra para las dos opciones: cerrar escuelas o no hacerlo.
Desde la opción de mantener cerradas las escuelas, dice Ávalos, resaltó la casi imposibilidad que los alumnos (especialmente los más pequeños) cumplan con las instrucciones de mantener distancia, lavarse las manos con fuerza; y el peligro para los adultos que trabajan en la escuela (docentes, asistentes, los que hacen el aseo, reparten la comida, etc.). “Se citan dos estudios. Uno basado en un modelamiento del efecto de la influenza que indica que el cierre de las escuelas reduce el alcance de la epidemia, la rapidez del contagio en hasta 40%. Y el otro, sobre la base de la pandemia H1N1 de 2009, se proyectó que el cierre de las escuelas reduciría la tasa de ataque hasta en 25% y la incidencia semanal o tasa de nuevos casos, en más de 50%”, detalla.
En contra de mantener las escuelas cerradas, se indicó, la dificultad de continuar con el proceso de aprendizaje en condiciones no escolares, “por dificultades de acceso a internet, insuficiencia de capacidad de apoyo de los hogares (especialmente, en grupos más desaventajados) y de padres que deben trabajar en sus hogares o fuera de ellos. El consenso creciente es que las ventajas de mantener la escuela cerrada superan a las desventajas”, dice Ávalos.
Panorama en Chile
En Chile, destaca Ávalos, no se han formulado aún medidas precisas sobre vuelta a clases por parte del Ministerio de Educación (Mineduc), “más allá de indicar la intención que sea ‘lo más pronto posible’ manteniendo ‘todos los resguardos necesarios’".
Alejandro Carrasco, académico de la Facultad de Educación de la Universidad Católica y director del Centro de Estudios de Políticas y Prácticas en Educación (Ceppe UC), señala que en educación dar señales de normalidad anticipadas puede tener un efecto boomerang. El gobierno ha cumplido con su obligación de anticipar escenarios, de planificar el corto y mediano plazo, dice, “pero ha precipitado los mensajes generando ansiedad, se requiere una estrategia comunicacional más clara hacia madres y padres, familias y cuidadores, sobre el significado concreto del regreso a clases, independiente de cuándo ocurra, sobre las garantías de cuidado, seguridad sanitaria, y condiciones en que sus hijos volverán”.
Una idea similar plantea Cristian Bellei, académico Ciae de la U. de Chile: “En rigor, el Mineduc no ha dado a conocer el plan de vuelta a clases; sólo se conocen algunos criterios del comité asesor general sobre Covid-19, en línea con los consejos internacionales sobre la materia; y dejan claro lo difíciles que son de cumplirse en todas las escuelas y liceos. Por tanto, es esperable que el proceso de retorno sea lento, gradual, caso a caso".
En un proceso de regreso a la enseñanza presencial lo que debiese siempre orientar el proceso es la seguridad y salud de los estudiantes, de sus familias, de los docentes y de los asistentes de la educación, explica Juan Pablo Valenzuela, investigador y académico Ciae. “En segundo lugar, esto debe ser compatible también con la salud mental y con el asegurar los aprendizajes. Esto es un orden por jerarquías”.
Sin embargo, considerando la evidencia y el caso chileno, Ávila señala que es prematuro pensar en una vuelta a clases, aún cuando sea escalonada y gradual, “hasta no tener aseguradas condiciones (tanto de declive en el avance de la epidemia) como la posibilidad de mantener el distanciamiento requerido en las aulas y lugares de recreación”.
Diversidad
Un plan claro, una “estrategia escolar post-pandemia” definida, resalta Carrasco debería contar con criterios para que cada comunidad escolar se prepare y diseñe el regreso a mediano plazo. Y considerando la enorme variabilidad de contextos. “Estandarizar iniciativas ha sido el talón de aquiles de la política educativa y eso en esta crisis debiese evitarse”, indica.
Además, dice Carrasco, debería ofrecer criterios y recursos concretos. "Por ejemplo, que el ingreso y salidas será con horarios diferidos, que los recreos serán alternados, que todas las salas de clases tendrán alcohol gel, que se harán controles de temperatura, que se dispondrá de apoyo médico, que los horarios de clases serán más acotados, o que no aceptará el ingreso de extraños a los establecimientos. Todo eso quizá produciría menos ansiedad que anuncios generales y abstractos como los que han recibido los padres que ven algo de improvisación y precipitación”, subraya.
De presentarse un plan de retorno a clases, ese requiere garantizar a su vez, que el personal ha sido debidamente capacitado para mantener este comportamiento, indica Bellei, "guiar a los estudiantes en él, prevenir, enseñar normas de salud y cuidado, detectar nuevos casos, y una red de respuesta inmediata ante ellos”.
Además, un proceso de regreso a la enseñanza presencial gradual debiese contar con la participación activa de las comunidades escolares. Por ejemplo, resalta Carrasco, hay territorios donde no ha habido efectos o la pandemia ha tenido muy pocos efectos. En esos lugares, se podría considerar su apertura gradual. “La descentralización en la toma de decisiones y la participación de la comunidad escolar es clave: son los directivos, sostenedores, docentes y familias, los que deben determinar la gradualidad del regreso, con la orientación de las autoridades del Mineduc y en coordinación con el sistema de salud y siempre considerando, en primer lugar, el resguardo de las condiciones de salud”.
La medida de vuelta a clases, aunque se establezca, advierten los expertos, puede ser rápidamente revertida según las circunstancias. “El sistema educacional este 2020 deberá aceptar la idea de que habrá gran diversidad de situaciones; esto último también aconseja continuar fortaleciendo las prácticas de enseñanza y aprendizaje a distancia, lamentablemente interrumpidas por las erróneamente definidas ‘vacaciones’ en que nos encontramos”, resalta Bellei.
Un retorno que también supone anticipar dificultades que podrían enfrentar los colegios. Si los padres no envían con regularidad a sus hijos a clases como es presumible, dice Carrasco, es posible que se observe variabilidad e inestabilidad en la asistencia escolar el resto del año, lo que afectaría el financiamiento de los colegios, cuya subvención mensual por ley depende de su asistencia. “Ante ello, el Mineduc debiese prever un mecanismo de pago de subvenciones, un piso mínimo o la media histórica de asistencia”.
Pero también los padres y madres podrían no enviarlos a clases por múltiples razones, como el miedo al contagio en familias compuestas por población de riesgo, “o debido a cambios en el presupuesto familiar por la crisis, que afectará a familias que se desplazan a otras comunas para educar a sus hijos e incurren en costos de traslado a diario”, advierte Carrasco.