El pasado 23 y 24 de enero el cofundador de Centro Ballena Azul y profesor de la Universidad Austral, Rodrigo Hucke-Gaete, marcó satelitalmente a cinco ballenas fin, en el archipiélago de Humboldt. A casi tres meses, solo dos de las cinco ballenas siguen con los transmisores, suficiente para revelar las primeras pistas sobre su comportamiento.
Se trata de un proyecto que involucra a siete instituciones. Además del Centro Ballena Azul se suma Copas Coastal, el centro científico Ceaza, la Universidad de Valparaíso, el Centro de Investigación Eutropia y el Instituto Aqualie de Brasil, y el objetivo es cubrir el rastro de dos especies específicas: la ballena fin y la gran ballena azul, emblemáticas del archipiélago de Humboldt. Este lugar comprende las regiones de Atacama y Coquimbo; islas como Chañaral de Aceituno, Choros y Damas, y se caracteriza por ser una zona de diversos mamíferos debido a sus aguas ricas en nutrientes.
Pero, ¿en qué consiste el estudio y por qué es fundamental para comprender a las ballenas?
El marcaje satelital es un sistema de monitoreo: son instrumentos adosados a los cuerpos de las ballenas, que envían una señal cada vez que salen a tomar aire. El investigador de Copas Coastal, Luis Bedriñana, es el encargado de recibir las transmisiones que muestran la posición en tiempo real de la especie fin; capta entre ocho a diez al día.
En sus palabras, los transmisores son “como una espinita que queda dentro de la grasa del animal” y no ocasionan daño alguno. Para los seres humanos sería el equivalente a tener una aguja de insulina en el estómago, explica, sin contar que las ballenas tienen una capa de grasa de hasta 20 centímetros.
Si bien no es la primera vez que se realiza una campaña de marcaje satelital, aún quedan muchas dudas respecto del comportamiento de los gigantescos mamíferos, especialmente sobre esta especie y sus patrones migratorios. Qué ocurre con las ballenas durante el invierno es una de las grandes preguntas.
El director ejecutivo de Ceaza, Carlos Olavarría, advierte que, a pesar de cientos de años de ballenería y de caza, sabemos muy poco de este animal: “Nadie te podría decir dónde se reproducen las ballenas fin del hemisferio sur. No tenemos idea”.
Dos ballenas que envían señales con chips satelitales
En el año 2015 Olavarría, junto a la investigadora del Centro de Investigación Eutropia, Maritza Sepúlveda, implementaron aparatos satelitales en ballenas fin. El resultado de entonces fue que permanecen en el área costera del país y, hasta el momento, el marcaje de enero indica lo mismo.
Bedriñana comenta que ese mismo año hicieron un gran descubrimiento: parte de la población de la ballena azul, el animal más grande del planeta, migra a las islas Galápagos. Esta vez también querían estudiar la especie, pero la emergencia sanitaria de la gripe aviar en Chile congeló los permisos para la realización de la tarea. De todas formas, esperan retomarlo en los próximos meses.
Pese a que en enero se marcó a cinco ballenas fin, solo dos siguen transmitiendo señal de forma ininterrumpida. “La durabilidad de estos aparatos es muy variable, algunos pueden durar una o dos semanas, y otros casi un año”, señala el investigador de Copas Coastal. La falla de los transmisores podría deberse a choques entre los mamíferos o a la expulsión natural del aparato, pero la sospecha principal apunta al sistema de anclaje.
Sobre los criterios para elegir a las ballenas, el escenario no es muy exigente: cetáceos adultos que se acercan lo necesario. Bedriñana aclara que no es un proceso fácil, pero que las ballenas fin son mucho más dóciles: “Las azules son más ariscas y esquivas”.
El recorrido de las ballenas azules y fin
Los resultados preliminares del recorrido de ambas ballenas señalan que siguen ocupando la zona costera, información muy importante a manejar porque es donde ocurre mayor cantidad de conflicto con las actividades humanas, como las embarcaciones y la pesquería.
“Acá lo principal no es el rastreo, sino cómo se mueven en cada uno de esos lugares”, explica Bedriñana. Esta información podrá develar si las ballenas se están alimentando o si son sitios de tránsito. Hasta ahora las fin han transitado entre zonas de surgencia, como se le conoce al fenómeno de ascenso de aguas profundas hacia la superficie, que son más frías y nutritivas.
El recorrido de una de las ballenas fin comenzó el 24 de enero por la zona de Chañaral de Aceituno. Hoy el mamífero rondaba aguas a la altura de La Serena.
Pero lo principal radica en el comportamiento de las ballenas fin durante el invierno, misterio que podría resolverse si siguen emitiendo señales hasta el cambio de estación. “Lo más probable es que se queden en las costas chilenas durante el invierno, pero son muy impredecibles”, advierte Bedriñana.
Desde su experiencia trabajando con ballenas azules, el investigador sostiene que cada año hacen algo distinto, como migrar en el último minuto. “Te sorprenden con algo que jamás viste venir”, finaliza.
Marcas acústicas y la protección de la ballena
“La ballena fin es la de especie con barba más cazada en la costa de Chile y sigue en peligro de extinción”, explica la investigadora de Ceaza, Susannah Buchan.
Buchan lidera la iniciativa de monitoreo de marcas acústicas -que trabaja junto a Carlos Olavarría- un tipo de marcaje diferente al satelital liderado por Luis Bedriñana, pero igual importante y complementario. A diferencia del marcaje satelital, estas marcas son un sistema de ventosas sobrepuestas a las ballenas que, en lugar de emitir información sobre la posición GPS por meses, entrega datos de buceo y profundidad por 12 a 24 horas.
Entonces, es un sistema que dura menos tiempo, pero que es de mejor resolución: registra imagen, sensores en varios ejes para detectar los movimientos de la ballena, temperatura, profundidad y paisaje acústico.
Ambos proyectos, tanto el de marcaje satelital como el de marcas acústicas, cuentan con el financiamiento de la Agencia Nacional de la Investigación y Desarrollo (Anid) y trabajan en conjunto con el medioambiente oceanográfico por un mismo objetivo; modelar la distribución de la ballena, el riesgo de colisión y la toma de decisiones en el país para resguardar las áreas protegidas y reducir el tráfico marítimo, concluye Buchan.