Conservación de turberas de Patagonia: el maridaje perfecto de la COP25 de cambio climático y COP15 de biodiversidad
Los humedales de turberas son ecosistemas muy raros y singulares, además de extremadamente valiosos. Las turberas son “máquinas naturales” altamente eficientes en almacenar y capturar carbono, lo que se hace evidente al constatar que a pesar que cubren entre un 3-4% de la superficie del planeta, almacenan hasta un tercio del carbono del suelo del mundo, y el doble de todo el carbono almacenado en los bosques.
Por ser humedales, desempeñan un papel fundamental en el ciclo hidrológico al almacenar y filtrar el agua, ralentizar los caudales máximos y reducir el impacto de las inundaciones.
Las turberas son el hábitat de plantas y animales únicos, y han estado íntimamente asociada a los desarrollos humanos desde siempre, siendo verdaderas bibliotecas naturales sobre la historia y paleoecología de vastos territorios. Las turberas existen en todos los continentes, pero su mayor presencia es en las Américas donde se concentra el 45% de todas las turberas del mundo, distribuidas desde la zona Ártica de Canadá hasta las australes tierras fueguinas de Patagonia.
Recientemente ha sido publicada la Evaluación Global de las Turberas, producida por la Iniciativa Global de Turberas, liderada por el Programa de Medio Ambiente de la ONU, la que contó con la participación de 226 expertos globales, con participación de diversos expertos nacionales, incluidas nosotras.
Este informe confirma la necesidad de avanzar en el conocimiento y valoración de las turberas, la evaluación de su estado de conservación con el fin de aportar a mejorar su protección, restauración y uso sostenible. Esta es la evaluación más completa de las turberas realizada a la fecha, y espera aportar a la toma de decisiones para su protección, restauración y gestión sostenible, instalándolas como una solución basada en la naturaleza para apoyar a la mitigación y adaptación al cambio climático, detener la pérdida de biodiversidad, y contribuir al bienestar de comunidades y la sociedad global.
Sólo las turberas que presentan alta integridad ecológica pueden contribuir a mitigar calentamiento global, o a proveer contribuciones beneficiosas para las poblaciones humanas. Lamentablemente las turberas de calidad se están perdiendo y degradando a una tasa diez veces mayor que su tasa de recuperación y se ha estimado que un 12% de las turberas están degradadas a nivel global. Estas turberas degradadas liberan 2000 Mt CO2e de gases de efecto invernadero por año, equivalentes a un 4% de las emisiones antropogénicas globales totales. De no revertirse esta tasa de degradación, la pérdida de turberas puede llegar a representar un 12% de todo el presupuesto de emisiones globales para mantener la temperatura global por debajo de 2 °C.
Tal como ocurre con el resto de la biodiversidad del planeta, las turberas están siendo degradadas por diversos factores: siendo drenadas para agricultura y silvicultura, erosionadas por sobrepastoreo de ganado, impactadas por extracción para combustible y horticultura, afectadas por el desarrollo de infraestructura como caminos o energía, contaminadas por la actividad humana o calcinadas por incendios forestales.
Las turberas chilenas se distribuyen entre la Región de la Araucanía y Magallanes, abarcando cerca de 10.000 km2 (1,4% de la superficie total del país). Juegan un rol determinante en la mantención y provisión de agua en islas como Chiloé, y de captura masiva de carbono en otros sitios como Tierra del Fuego.
Nuestro país ha reconocido el valor de las turberas y ha desarrollado una Hoja de Ruta para la Conservación y su Uso sustentable, y ellas han sido incorporadas en los compromisos nacionales de cambio climático como parte de sus Contribuciones Determinadas a nivel nacional. Los mandatos y compromisos que derivan de estas propuestas están a la espera de su completa y efectiva implementación. Al mismo tiempo se han levantado proyectos de ley que esperan avanzar en la protección total de estos humedales, los que aún no han sido zanjados por nuestro Congreso Nacional.
La ciudadanía viene reconociendo cada vez más el valor y la necesidad de cuidar estos ecosistemas, activando acciones de conservación de alto valor como la creación de una Red de Santuarios de Turberas en Chiloé: los santuarios Turberas de Aucar, Turberas de Púlpito y Turberas de Punta Lapa, que protegen 278 hectáreas de turberas aportando a la conservación de la red hidrológica de la isla y una serie de especies emblemáticas como coigüe, mañío, ranita de Darwin, o el pudú.
En Tierra del Fuego, el Parque Karukinka protege 80.000 hectáreas de turberas las que contienen entre 208-291 millones de toneladas de CO2e, equivalentes aproximadamente 2-3 veces las emisiones de gases efecto invernadero de todo Chile en el año 2018.
Cada vez más actores diversos se conectan y ayudan a promover el conocimiento y protección de turberas, donde destaca el trabajo de arte realizado por el Programa Ensayos que permitió posicionar las turberas de Patagonia a escala global luego de la exhibición de Turba Tol Hol Hol Tol (Corazón de Turberas en idioma Selk’nam) que representó a Chile en la última Bienal de Arte en Venecia, y por la realización del Acuerdo de Venecia, el que reunió actores globales y locales, artistas, científicas, indígenas, personeros de la ONU y otros, realizando un llamado urgente a conservar turberas de valor global, localmente.
Constatamos que cada vez con más frecuencia y fuerza se levantan voluntades ciudadanas en favor de las turberas de Patagonia, las que activamente se están conectando y reuniendo esfuerzos por ejemplo en torno a la creación de la Iniciativa de Turberas Patagónicas, movimiento binacional presentado en la COP26 de Cambio Climático. Esta Iniciativa integral e inclusiva espera ayudar a levantar una bandera austral que permita posicionar estos ecosistemas tan valiosos y todavía desconocidos no sólo dentro de Chile y Argentina, sino también a nivel global.
La conservación de las turberas es una tarea ineludible en un mundo cada vez más seco y caliente. Y su protección permitiría materializar al mismo tiempo compromisos adquiridos en el marco de acuerdos globales de cambio climático y biodiversidad como la COP27 y COP15, respectivamente. Es un maridaje perfecto el que debemos activar a la brevedad en beneficios de chilenas y chilenos actuales y por venir.
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