"La política que necesitamos no existe hoy día, pese a lo que les digan los líderes mundiales. Creo que el mayor peligro no es la inacción, el verdadero peligro es cuando políticos y CEO dicen que la acción real está pasando cuando en realidad no hacen nada más que contabilizaciones inteligentes y relaciones públicas creativas", dijo la joven activista sueca Greta Thunberg el pasado miércoles, en su discurso en la COP25 en Madrid. Sus palabras parecen hacer más sentido con la Cumbre del Clima ya finalizada.

Y es que hay pocas cuentas alegres tras su fin. La propia ministra de Medio Ambiente, Carolina Schmidt, presidenta de la cita, reconoció que los resultados "no son suficientes". Lo propio hizo el gobierno en un comunicado. Antonio Guterres, secretario general de Naciones Unidas, quien ha hecho del cambio climático el emblema de su gestión, también reconoció estar "decepcionado" de lo que pasó este domingo.

La COP25, la más larga de la historia, culminó en la tarde del domingo 15, después de dos días de negociaciones extendidas en temas claves que no pudieron cerrarse el viernes. Pasaron horas de reuniones, anuncios de plenarios de cierre que fueron aplazados y conferencias de prensa que entregaban poca información nueva. Finalmente, la cumbre cerró con un mensaje de los países de mejorar su ambición de cara al 2020, pero con la ausencia de los que eran los temas claves, como los mercados de carbono y la compensación por eventos climáticos extremos, que seguirán discutiéndose el próximo año.

La mañana del sábado, las críticas acerca de cómo Carolina Schmidt ejercía su presidencia de la COP se hacían cada vez más fuertes. En la medianoche, la ministra de Medio Ambiente lideró una nueva plenaria y, visiblemente agotada, pidió por favor a los países dejar atrás las diferencias y trabajar juntos por el futuro del planeta. Se ganó aplausos de la sala, en un claro cambio de tono respecto de lo que había pasado antes.

Entonces, el representante de Papúa Nueva Guinea tomó el micrófono y le hizo saber a la ministra que la molestia de muchos era porque los estaban dejando fuera de las discusiones. Y es que la presidencia chilena decidió unas horas antes sostener bilaterales exclusivamente con los países grandes -Brasil, India, China, Japón, Unión Europea- para destrabar los desacuerdos en el Artículo 6 de los mercados de carbono. Los países africanos, latinoamericanos, pequeñas islas, denunciaban ser excluidos del posible acuerdo.

Se suele decir que una de las claves de una COP exitosa está en la muñeca política de su presidencia, en cómo sabe hacer alianzas y acercar posiciones. El primer día de la COP25, Chile se ganó el enojo del resto de América Latina, sus principales aliados, después de cortarles el micrófono y aceptar una petición de África respecto de las "condiciones especiales".

La relación con AILAC (Alianza con la que negocian los latinos) se dañó ese día y nunca se pudo recuperar. La alianza, con Costa Rica, Chile y Colombia a la cabeza, había destacado en las últimas COP como un "puente", capaz de acercar las posiciones entre los países desarrollados y los pequeños.

De hecho, Costa Rica terminó por su cuenta impulsando "Los principios de San José", una alianza de 31 países -entre los que se encuentran actores importantes, como Alemania, Francia y España- reunidos en torno a 11 principios que protegen la integridad ambiental en el marco de la discusión de los mercados de carbono. La alianza fue vista como una señal política del grupo hacia la presidencia chilena, sosteniendo que no aceptarían cualquier acuerdo en el Artículo 6 y que preferían incluso que la discusión se postergara para 2020, como terminó sucediendo.

Una de las claves del cierre fue el aporte de la ministra de la Transición Energética de España, Teresa Ribera, a quien Chile le dio la tarea de liderar las negociaciones por el texto final, el mismo cuyo borrador que había entregado Schmidt el sábado por la mañana había provocado la indignación entre países y sociedad civil. Ya con la COP cerrada, Ribera dijo que, pese a las dificultades, "nos las arreglamos para darles un fuerte apoyo al multilateralismo, a la ciencia y a aumentar la ambición".

El cierre, después de una férrea oposición de Brasil que pudo ser resuelta, incluyó una de las prioridades de Chile: el reconocimiento a la ciencia mediante los informes de Océanos y Tierras del IPCC en el texto final. Así, durante el año se realizarán una serie de talleres y se trabajará en conjunto con Reino Unido para incluirlos como temas de negociación en la COP26.

Para Laurence Tubiana, de la Fundación Europea del Clima y una de las principales arquitectas del Acuerdo de París, "el heroico apoyo de Teresa Ribera en las últimas horas nos ayudó a conseguir el resultado mínimo para llegar al 2020". La francesa destaca que si bien el cierre no estuvo a la altura, fue "gracias a una alianza progresiva de pequeños estados insulares, países europeos, africanos y latinoamericanos que obtuvimos el mejor resultado posible, en contra de la voluntad de los grandes contaminadores".

Sin intenciones de negociar

Las dos semanas de negociaciones también dejaron claro que gran parte del poco avance en las negociaciones se debió a la oposición sostenida de unos pocos países.

En los mercados de carbono, ni Brasil ni Australia se movieron de las posiciones que sostuvieron desde el primer día. Los primeros quieren que el nuevo mercado permita que tanto el país comprador como el vendedor de los "créditos" de carbono contabilice la misma reducción de emisiones para sus propios planes, además de que una larga lista de proyectos creados bajo el Protocolo de Kyoto -sin las mismas reglas- se traspasen al Acuerdo de París. En esto último se sumaron India y China.

Prácticamente el resto de los países estaba en contra del doble conteo y del traspaso de Kyoto a París, además de que pedían resguardos ambientales y de derechos humanos para los proyectos. Por segundo año consecutivo, la discusión cerró sin acuerdo y con gran parte de los puntos de desacuerdo todavía presentes en los borradores.

Estados Unidos también hizo lo suyo en la discusión de "Pérdidas y Daños", relativo a cómo abordar los desastres climáticos. Pese a anunciar su salida del acuerdo, promovieron activamente que nunca se les haga responsables a los países desarrollados por posibles compensaciones a los más vulnerables. Los norteamericanos también fueron la principal piedra de tope en la discusión sobre el financiamiento climático a largo plazo.

Otro tema fundamental era sobre los "tiempos comunes" en que los países presentan sus planes de reducción de emisiones (NDC por sus siglas en inglés). El año pasado se zanjó que fuera a partir de 2031, pero no cada cuánto tiempo. Se propuso cada cinco años, cada 10 o fórmulas de cinco y cinco, o que no se decidiera este año. Por petición de China, la discusión se postergó un año más.

En temas de Transparencia, se dio otra situación relevante. Es uno de los temas más "técnicos" de la COP, ya que tiene que ver con cómo los países reportan sus inventarios de emisiones, sus progresos y el cumplimiento de sus compromisos. China bloqueó todas las discusiones desde el comienzo, obligando a su postergación para el próximo año.

Para Mónica Araya, de Costa Rica Limpia, la COP25 "demostró que un puñado de países quiere dictar la agenda de muchos, con los grandes defraudando a los pequeños (...). Las dos economías más grandes de América Latina, Brasil y México, están defraudando a los países pequeños al venir y salir de Madrid con las manos vacías".