Coronavirus: ¿Existe realmente un tipo de sangre más resistente a la infección?

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Expertos dicen que se deben verificar los resultados, y le bajan el perfil a la polémica investigación, que señala que un tipo de sangre podría "protegernos" del mortal virus.


A más de tres meses del inicio de la pandemia de coronavirus en Wuhan, China, continúan apareciendo nuevas investigaciones y teorías en relación a la infección, que al día de hoy tiene casi 500 mil contagiados y 22.295 fallecidos en 175 países.

Y dentro de las teorías recientes se encuentra la de un grupo de científicos chinos, que afirma que la posibilidad de contagio y reacción al virus podría estar ligada fuertemente al tipo de sangre del afectado, siendo personas con sangre tipo A con mayor riesgo, versus personas con tipo O.

El estudio, publicado de forma preliminar (aún pendiente de aprobación por otros científicos), fue realizado en Wuhan, China, donde se descubrieron los primeros casos de COVID-19. Allí se observaron los tipos de sangre de 2.173 personas diagnosticadas con el virus, comparándolos con los tipos de sangre de la población general en la región.

En su investigación, los científicos descubrieron que el 31% de la población normal tenía sangre tipo A, el 24% tipo B, el 9% tipo AB y el 34% tipo O.

Quienes estaban diagnosticados con el virus, el 38% tenía sangre tipo A, 26% tipo B, 10% tipo AB y 25% tipo O.

Tras el análisis, los investigadores concluyeron que “el grupo sanguíneo A tenía un riesgo significativamente mayor de Covid-19 en comparación con los grupos sanguíneos no A”.

Mientras tanto, “el grupo sanguíneo O tenía un riesgo significativamente menor para la enfermedad infecciosa en comparación con los grupos sanguíneos no A”.

Cuestionamientos

La Dra. Lucía Bronfman, hematóloga y oncóloga de la Clínica Santa María, le baja el perfil al polémico estudio realizado en China.

“Sin ser especialista, creo que se trata de un sólo estudio preliminar. No pasó por la revisión de otros científicos, y eso en épocas de crisis no es malo, pero debe ser tomado de esta forma: es preliminar, y puede ser cierto o no”.

“La distribución de los grupos sanguíneos varía en las poblaciones del mundo, por lo que en este caso se aplica sólo en China. Allá hay poblaciones diferentes”, enfatiza.

“El hecho que haya habido una ‘pequeña diferencia’ entre pacientes con virus correspondientes a un grupo A y O, puede significar que el virus usa ciertas características de las células para infectar más”.

Teóricamente, si pudiésemos comprobarlo, podría ayudar en las formas de tratamiento, en encontrar cómo infecta el virus y qué tratamientos son efectivos y cuáles no”, puntualiza.

Bronfman señala que se trata de una epidemia muy nueva y aún en desarrollo, por lo que la ciencia se encuentra tratando de encontrar toda la información posible.

“No podemos extrapolar un artículo preliminar de una sola población del mundo y sacar conclusiones”, asevera.

El asunto, según la hematóloga, “es muy peligroso, debido a que existen cosas que pueden crear más pánico que lo que hay, respecto a un virus muy contagioso”.

Esto último toma sentido si consideramos que las redes sociales incluso apuntan al tipo de sangre de los chilenos como posible causa del por qué hasta ahora no hay tantos fallecidos, en comparación a otros países.

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Para la Dra. Loreto Vergara, directora del Centro Metropolitano de Sangre, el estudio resulta un poco antojadizo.

“Cuando lo vi me dio la impresión que así como se evaluó esa variable pudo ser cualquier otra; que lo hayan cruzado con una clasificación sanguínea no suena muy creíble”, comenta.

Nos dio un poco de risa porque lo vimos como algo simpático, no parece un estudio muy completo”, agrega.

Aún así, en relación al tipo de sangre chileno, la especialista señala que en el Centro que dirige, y que es responsable de cerca del 80% de los hospitales públicos de la Región Metropolitana, estadísticas de entre 2012 y 2017 muestran predominancia del grupo O de sangre con un 60% aproximado, versus un 29% del tipo A.

Esto, sin embargo, podría cambiar en los próximos años, debido a la llegada de extranjeros al país, lo que hace cambiar la fisionomía de las clasificaciones.

No podemos ser drásticos en decir que si tenemos un grupo sanguíneo estaremos protegidos. El estudio sólo dice que un tipo de sangre no es más resistente, sólo se infectan menos en relación a la población normal”, sentencia la Dra. Bronfman.

La Dra. Javiera Donoso, hematóloga de la Clínica Alemana, plantea que “hasta el momento esta es sólo una relación epidemiológica en una población específica y acotada. Además del sexo y de la edad no se tomaron en cuenta otras variables fundamentales como la presencia de uno o más trastornos o enfermedades -además del virus- de los pacientes”.

Por tanto se necesitan más estudios, en poblaciones más diversas y con mayor número de pacientes para poder corroborar esta hipótesis inicial.

Por el lado de la epidemiología, expertos también cuestionan la investigación.

“Metodológicamente me genera interrogantes. Ellos al parecer hacen una comparación de los grupos enfermos y los sanos, pero no es un estudio de asociación. Además, en este tipo de investigación hay que tomar en cuenta otras variables (llamadas variables confundidoras) que pueden estar influyendo en la observación”, señala Carolina Ochoa, bioquímico de la Universidad de Concepción y candidata a doctor en epidemiología del Erasmus Medical Center, Países Bajos.

“Quizás lo que observaron sea por otro motivo, por otra característica de las personas, que coincide con el grupo de sangre. Este estudio no es del tipo que establece causa-efecto, así que no se puede decir que sea un efecto protector del grupo O”, agrega.

Para Ochoa, tampoco se pueden generalizar sus resultados, debido a que se trata de una etnia distinta, y existen muchos procesos biológicos y enfermedades que impactan de manera diferente según ese factor.

“Como ellos mismos dicen al final, hay que tener cuidado con la interpretación de sus resultados. Éste es el primer reporte y la evidencia científica para tomar decisiones a nivel clínico y a nivel de políticas públicas se basa en evidencia que ha sido validada por otros investigadores”.

“Además de ser investigado en otras poblaciones, si es que llega a encontrar una asociación, el siguiente paso sería hacer estudios experimentales, con células, en el laboratorio. Ahí se puede investigar si hay algún mecanismo biológico detrás”.

“En conclusión, no hay que tomarlo como ley. Se necesitan más estudios, es sólo una observación mientras tanto. Aún necesita ser revisada por pares”, resume.

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