La desinformación sobre Covid-19 mata. En Estados Unidos y en Europa, donde la variante Delta ha aumentado su influencia, se están repitiendo experiencias de personas que habían rechazado las vacunas, mascarillas o que desconocen la existencia del virus, que se infectan gravemente e incluso fallecen.

El presidente de Estados Unidos Joe Biden advertía a los periodistas en la Casa Blanca el viernes 16 de julio cómo la desinformación sobre las vacunas y Covid-19 eran un peligro para la salud pública que “están matando gente” y que “la única pandemia que tenemos es entre los no vacunados”.

Es lo que ocurrió con el concejal republicano de la ciudad de Dickinson (Texas) H. Scott Apley, de 45 años, que en redes sociales se admitía negacionista con respecto a las vacunas, opinión que también tenía sobre el uso de mascarillas. Cuando en abril el excomisionado de salud de la ciudad de Baltimore anunció como una “gran noticia” que los ensayos clínicos de la vacuna Pfizer resaltaban que no solo era eficaz para combatir el coronavirus, también sus variantes, el líder republicano respondía en Twitter sobre las vacunas: “Eres un enemigo absoluto de un pueblo libre”.

El 30 de julio, Apley publicó en Facebook que las vacunas no sirven. También por la misma red social criticó la propuesta de que las empresas usen pasaportes de vacunas.

Pero el domingo 1 de agosto Apley ingresó en un hospital del condado de Galveston. Tenía “síntomas similares a la neumonía” y dio positivo por coronavirus, según informó una web de campaña de recaudación de fondos en línea que se inició para ayudar con sus gastos médicos.

Su esposa y su hijo también dieron positivo por el virus, pero solo él fue hospitalizado y requirió de un ventilador artificial por la gravedad de la infección. El miércoles 4 de agosto Aplety murió. Su experiencia es parte de un fenómeno que se repite en Estados Unidos y otros países de personas que se enferman gravemente o mueren después de criticar y atacar las vacunas, negar la existencia de la pandemia o señalar que las mascarillas no sirven.

Fue el caso de Phil Valentine, un locutor de radio de Tennessee, que según consignan medios en Estados Unidos decidió no vacunarse y utilizó su programa de radio para burlarse con frecuencia de los esfuerzos para vacunar a más personas. Pero Valentine se contagió con el virus y estuvo gravemente internado por neumonía. Cuando se enfermó, el locutor de radio cambió de opinión, según su hermano, quien dijo que ahora usará su programa como una plataforma a favor de las vacunas cuando vuelva al aire, según consignó el periódico The Washington Post.

Phil Valentine, en una foto por la campaña que se hizo en su favor para que se recuperara.

Y no solo ocurre con figuras que son públicas. En julio, Brytney Cobia, una médico de Alabama, estado que tiene una de las tasas de vacunación más bajas en Estados Unidos, relató en Facebook cómo muchos jóvenes ingresan con infecciones muy graves por Covid-19 y que admiten que pensaban que el virus era “un engaño”. “Pensaban que porque tenían cierto tipo de sangre o cierto color de piel no se enfermarían. Pensaron que era ‘solo la gripe’. Pero estaban equivocados. Y desearían poder volver. Pero no pueden”, dice en la publicación.

Más del 99% de las muertes recientes por Covid-19 en Estados Unidos han involucrado a personas que no están vacunadas contra el virus.

Desinformación

El no creer en el coronavirus o en la efectividad de las vacunas no protege de infecciones. Tampoco el pensar que es suficiente tener “una buena salud” para no contagiarse. Hace pocos días se conoció en Reino Unido el caso de John Eyers, un hombre de 42 años y aficionado al fitness que en redes manifestó su rechazo a la vacuna y señaló que “no necesitaría la vacuna debido a lo activo que era”, pero que murió como resultado de contraer Covid-19.

“De alguna manera pensaba que era inmortal y que si alguna vez contraía Covid-19 estaría bien y sería algo pasajero”, explicó su hermana gemela Jenny MacCann en redes sociales, quien comparte la historia para generar conciencia de la importancia de vacunarse y que el virus es una amenaza incluso para las personas sanas y deportistas. “Días antes de morir John se arrepintió profundamente el no haber hecho caso a los suyos”, señaló.

Un lamento que se repite. Mindy Greene de Provo, una mujer en Utah, reconoció al periódico The New York Times “tengo una culpa increíble”, luego de que información errónea la llevó a rechazar las vacunas Covid-19 para su familia. El esposo Greene de 42 años está internado hace semanas grave por el virus. “Todavía me culpo a mí misma. Todos los días. Siempre lamentaré haber escuchado la información errónea que se publica”, añadió.

Verónica Rocamora, académica del Magíster en Ciencias de la Comunicación de la U. de Santiago y directora alterna del Estudio sobre Acceso y Uso de Información sobre COVID-19 en Chile, estudia hace años las razones detrás de la decisión de algunas personas de no vacunarse, entender por qué “personas educadas, inteligentes, pueden tomar estas posturas”, explica.

El estudio de la Universidad Diego Portales y de la Universidad de Santiago, que busca conocer cómo las personas se informan sobre la pandemia, qué fuentes utilizan, los mensajes recibidos, las prácticas de búsqueda o evitación de contenidos y la centralidad de las campañas de comunicación pública, indica que un gran porcentaje de personas se reconoce “sobrecargados de información”: un 85% de los consultados declara haberse topado con información sobre el coronavirus en los últimos 30 días, y un 67% considera que, después de un tiempo, toda la información sobre Covid-19 empieza a sonar igual.

“En la decisión de una persona no está solo el factor comunicacional, hay muchos factores que pueden influir, pero la información está en la base de muchas decisiones”, destaca Rocamora.

Verificar la información en un momento de sobrecarga informativa es un punto importante que no siempre se toma en cuenta, dice Rocamora y que puede producir el efecto contrario: considerar datos erróneos. “Hay tanta información circulando que no sabemos qué hacer con ella, y ahí es importante la confianza en las fuentes que tenemos. La confianza en las fuentes médicas y oficiales, la gente sigue confiando en los profesionales y expertos en salud, lo que debería ser considerado cuando se diseñen para comunicar”, indica.

Que se crea en información que no es cierta sobre la enfermedad o las vacunas, lleva luego a tomar decisiones como el no vacunarse. Y en eso también afecta, aclara Rocamora la falta de confianza que se da en las autoridades en Chile. “Las autoridades ya tenían una base de desconfianza en el contexto particular chileno”, señala.

Otro factor que también aporta en esa desinformación es la inequidad de la informativa. Cada persona pone en juego sus recursos para verificar información, señala la investigadora, pero no todas tienen las mismas condiciones para verificar la información.

“Ahí vienen las preguntas de ¿cómo contrasto información frente a controversias? ¿qué hago? ¿cómo lo verifico? El acceso a la información puede estar desigualmente distribuido. La televisión sigue siendo importante para personas mayores, pero no acceden a redes sociales y a internet, y eso hay que tenerlo en cuenta. También hay diferencias regionales, por niveles educativos, hay muchos factores que pueden influir en la inequidad y eso juega a la hora de tomar decisiones”, sostiene.

Poder contrastar información puede hacer cambiar de idea. Es lo que ayuda a pasar de una postura en contra a favor de las vacunas. Pero no ocurre lo mismo en las posturas más radicales, explica Rocamora: “Es muy difícil que cambien, pero muchas otras personas tienen dudas, y en esta vacuna en particular son dudas válidas. No hay que asustarse de que la población tenga dudas, porque sirven para saber dónde hay que reforzar

Ante las historias que se dan a conocer de quienes rechazaron vacunas y se muestran arrepentidos, queda claro que es posible cambiar de opinión. “Sí ha habido cambio de opinión, se ve en la evolución de las encuestas, a medida que se vieron los beneficios de las vacunas la gente ha ido cambiando de opinión. Pero para alguien que tiene un nivel de desconfianza muy alto para todas las vacunas, es difícil”, indica Rocamora.