¿Cuál es el sentido de investigar? Una oportunidad para pensar el rol público de la investigación
El movimiento social de las últimas semanas en Chile dejó en evidencia el agotamiento no sólo de un modelo económico, sino que también de una forma de vivir y experimentar la vida en sociedad donde muchos y muchas se sienten excluidos. Es en estos momentos cuando las preguntas por el sentido y el tipo de sociedad en la que queremos vivir emergen como preocupaciones apremiantes entre los ciudadanos y ciudadanas. Contestar estas preguntas no será fácil y requiere de un trabajo conjunto y de largo plazo, donde participen diversos sectores, en diferentes espacios y niveles.
Desde el mundo de la investigación también nos hacemos esas preguntas. ¿Cuál es el sentido de investigar? ¿Qué tipo de investigación se necesita en nuestro país? ¿Cuál es nuestro compromiso y participación en este movimiento? ¿Cómo podemos aportar en este proceso? Como ciudadanos y ciudadanas, antes que investigadores, nos interesa participar de lo público, y, en este sentido, nos preguntamos cómo, desde nuestras áreas de investigación, contribuir. Por supuesto, estas preguntas deben ser abordadas y debatidas con la comunidad. Es con el espíritu de aportar al diálogo que planteamos algunos ejes de discusión para identificar elementos necesarios de abordar desde la generación de conocimiento, y que acercarán la investigación a la conversación ciudadana que hemos observado en estas semanas.
- Relación de la investigación con las políticas públicas
El escenario actual de Chile demanda una conversación racional para buscar respuestas en las diferentes formas del conocimiento, y en diálogo con la sociedad, no solamente para explicar el descontento social, donde existe bastante evidencia desde las ciencias sociales y las humanidades, sino que para ofrecer soluciones plausibles y que puedan acometerse en diferentes niveles. Nos referimos a aquellas demandas que deben enfrentarse ahora mismo, como a otras que requerirán planificación y responsabilidades de mediano y largo plazo. Un concepto que debiese estar sobre la mesa desde un comienzo tiene relación con la temporalidad de las decisiones y los compromisos que ellas conllevan. Chile es un país que no tiene por costumbre proyectar a largo plazo. Una primera sugerencia es, por tanto, definir prioridades y agendas que no sean consustanciales a un gobierno, sino que respondan a lo que el país necesita ahora y en las próximas décadas, para lo cual se requiere un diálogo abierto e inclusivo que avance hacia un pacto social.
Para conseguirlo, proponemos que se inicie una relación virtuosa entre las múltiples formas de investigación que el país posee y nuestro mandante, el Estado de Chile, con el objetivo de que la investigación, especialmente aquella financiada estatalmente, tenga impacto en las políticas públicas. En esta relación debiesen integrarse las ciencias exactas y naturales, las ciencias sociales, las humanidades y las artes. Cada una de ellas tiene algo que aportar y ninguna sobra. No es real pensar que problemas complejos se resuelven con soluciones simples o puramente técnicas.
- Diálogo multidisciplinario y su relación con lo público.
Nuestro país enfrenta diversos desafíos que deberán acometerse utilizando diferentes perspectivas. Entre ellos, diversificación de la matriz productiva, cambios desde una economía extractivista hacia una basada en generar valor agregado, modificaciones en la distribución demográfica, transformaciones culturales, cohesión social, construcción de identidad y subjetividad, automatización, desigualdad, envejecimiento, formas de acción colectiva y activismo, enfermedades crónicas, gentrificación, preservación y conservación de los recursos naturales, entre otros. Este nuevo escenario debe enfrentarse sentando a la mesa a las más diversas áreas del conocimiento, lo cual implica reconsiderar la forma en que se configuran los "paneles de expertos". Dichos paneles son necesarios, puesto que se requieren voces autorizadas y validadas dentro de sus comunidades, que apoyen a legisladores y gobierno. Sin embargo, la composición de estos paneles debe incluir perfiles heterogéneos, que aborden diferentes dimensiones respecto de lo que allí se defina, aportando miradas que favorezcan la toma de decisiones, no exclusivamente empujadas por términos como eficiencia, eficacia o retorno, sino que, y de forma más importante, incorporar nociones como bienestar, solidaridad y justicia.
Si bien es cierto que la ciencia e innovación han sido un motor de desarrollo en diversos países en los últimos 50 años, no podemos ignorar que este desarrollo debe ir de la mano de un análisis de las consecuencias, a escala humana, de cada una de las decisiones que se toman. En esto, las ciencias sociales, las humanidades y la investigación en artes tienen mucho que aportar, puesto que cada decisión sobre la generación y continuidad de un programa no debiese solamente evaluarse en términos del retorno económico, número de beneficiarios o avances técnicos, sino además debería interpelar sobre qué podría cambiar en las comunidades, y qué consecuencias tendrían esos cambios en las vidas y la convivencia de las personas y con su entorno.
- La cuantificación o el impacto económico no debe ser la única forma de medir la investigación.
La comunidad local, al igual que está ocurriendo en el resto del mundo, debe iniciar un proceso de discusión sobre los instrumentos y mecanismos de evaluación de impacto de nuestra investigación, sin perder de vista la contribución a lo público. En esta conversación es perentorio establecer que no todo el conocimiento tiene el deber de impactar sobre la matriz económica de un país, o demostrar "utilidad". Hay conocimiento que simplemente nos interpela a pensar sobre las consecuencias del avance del propio saber. Hay conocimiento que a través de las emociones nos confronta con ideas que a veces no podemos o no queremos ver, o nos recuerda de dónde venimos y los errores que como nación no debemos volver a cometer. Y hay conocimiento que, desde luego, generará aplicaciones que salvarán más vidas, entregarán mejores condiciones de existencia o nos develará secretos que la naturaleza ha mantenido escondidos por siglos.
Nuestra tarea como país es integrar todas estas visiones, y aprender en conjunto de las conclusiones que podamos extraer del mundo del conocimiento que, a semejanza de nuestro propio mundo, es diverso y está lleno de interacciones e influencias que no por ser poco obvias, no existen.
En el desafío de construir el Chile del 2050, debiéramos estar todos. Creemos que la vasta mayoría de los investigadores, incluyendo aquellos que están en formación, estarán disponibles para sumar talentos y esfuerzos en encontrar nuestro propio camino hacia el desarrollo con equidad y justicia. Sin embargo, se requieren condiciones de estabilidad laboral para muchos investigadores, particularmente aquellos más jóvenes, para que puedan contribuir al país con sus conocimientos y capacidades. Consideramos que los y las investigadoras tenemos hoy una misión pública ineludible para contribuir al cambio que nuestro país necesita.
* Carolina Gainza (Académica Escuela de Literatura Creativa, UDP, Directora Laboratorio de Investigación en Cultura Digital) ** Christian González-Billault (Académico Universidad de Chile, Director Centro de Gerociencias, Salud Mental y Metabolismo, GERO)
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