¿Cuán sexista es la educación superior en Chile? Estudio revela altos niveles de discriminación docente
En el análisis, llamó la atención que los docentes reportan un alto nivel de practicas sexistas en sus aulas de las que ni si quiera se dan cuenta.
De acuerdo al Ministerio de la Mujer y la Equidad de Género, en la actualidad el 53% de la matrícula de educación superior corresponde a mujeres y un 46% a hombres. Sin embargo, sólo una de cada cuatro mujeres optan por carreras de áreas STEM (ciencia, tecnología, ingeniería y matemáticas, por su sigla en inglés).
Aún más severa es la diferencia en el porcentaje de egreso de carreras de pregrado en áreas STEM según sexo, que sitúa a Chile en la última posición, con un 19% de mujeres, mientras la media OCDE alcanza un 32%, describió en una columna de Qué Pasa, el equipo académico y gestor del Eje de Liderazgo y Participación Femenina Consorcio Science Up USACH, PUCV y UCN.
El Informe de Tendencias de Educación Superior de Pregrado por Sexo 2022 de CNED, también mostró preocupación por la baja participación de hombres en el ámbito de las pedagogías. Por ejmplo, en educación parvularia, solo el 1% de la matrícula corresponde a hombres.
Pero además de los números, en Chile, como en muchos países del mundo, se observan manifestaciones de inequidad de género en educación que menoscaban el aprendizaje y desarrollo de todas y todos, que se reproducen en educación y contribuyen a mantener las brechas en las actitudes hacia el aprendizaje y logro académico. Eso es lo que muestra un nuevo estudio de investigadoras de la Universidad de O´higgins (UOH).
El análisis realizado tanto a estudiantes como docentes universitarios de una institución pública, muestra principalmente que presentan estereotipos de género y prácticas pedagógicas sexistas.
Estereotipos de género
De acuerdo al Consejo Nacional de Educación, los estereotipos de género, son generalizaciones simplistas de los atributos de género, las diferencias y los roles de las mujeres y los hombres.
Asimismo, están presentes en la cotidianeidad de los procesos educativos, produciendo brechas de resultados académicos y desigualdad en la formación integral de las y los sujetos.
Según el estudio, este escenario genera desventajas, por ejemplo:
-Para las mujeres en el campo de la matemática y educación física.
-En el caso de los varones en comprensión lectora. Quienes además ven limitadas sus posibilidades de expresión de las emociones, con las consecuencias que ello puede tener en su vida personal.
“Este conjunto de factores, entre otros, conllevan finalmente segregación y desigualdad en el futuro de hombres y mujeres, influyendo en sus decisiones y configurando sus opciones, entre otros ámbitos, en el mercado laboral, es decir, en las ocupaciones a las que acceden, sus salarios, acceso a cargos de toma de decisiones y pensiones, lo que finalmente determinará condiciones diferenciadas de acceso a recursos y calidad de vida” señala el estudio.
Otra de las cosas que llamó la atención, es que dentro de los 297 estudiantes encuestados, se pudo observar que vienen con sesgos de género en relación a las carreras que eligen, pero también a las barreras psicológicas como autoconcepto, motivación y a qué atribuyen sus logros y éxitos.
O sea, “toda una reproducción ligada de sesgos en las actitudes hacia el aprendizaje, y también en creencias, son estudiantes que adhieren ciertos tipos de género y también en términos de creencias como cómo se conciben a sí mismos y a sí mismas” explica la autora principal y doctora en Psicología Ana María Espinoza.
Otro aspecto llamativo de los estudiantes, y que fue muy novedoso para Espinoza como la coinvestigadora, Natalia Albornoz, es a los voluntarios se les preguntó no sólo por su sexo (hombres o mujeres) , si no que también por cuánta importancia ellos y ellas le atribuían a ser masculinos o femeninos.
“Un poco aludiendo a su identidad, una persona puede indicar en el cuestionario que es mujer pero decir que es poco importante para ella ser femenina y que es más importante ser masculina” señala Espinoza.
Lo que reflejó que:
- Se revelan estereotipos de género en estudiantes y docentes, especialmente en hombres y en estudiantes que atribuyen mayor importancia a ser masculinos(as).
-Mujeres y estudiantes que otorgan más importancia a ser femeninos/femeninas valoran más el esfuerzo y rendimiento académico. “Este estereotipo da en el sentido de que tradicionalmente se asocia a las mujeres y lo femenino: el esfuerzo, la responsabilidad, el ser buen estudiante, etc” comenta la investigadora.
- Para mujeres, pero no para hombres, la importancia atribuida a ser femenina es un predictor positivo del autoconcepto académico.
-Los estereotipos de género de docentes predicen sus prácticas pedagógicas sexistas.
Sin embargo, “son los docentes hombres y estudiantes hombres los que más adhieren a estereotipos, y eso ya indica dónde hay que intervenir más”, al igual que las carreras que son masculinizadas, como por ejemplo ingeniería y todas sus derivadas, recalca la autora.
Prácticas pedagógicas sexistas
Uno de los principales resultados de la investigación fue que a mayor nivel de estereotipos de género sobre aprendizaje y educación, mayor es el nivel de prácticas sexistas autorreportadas por docentes.
En otras palabras, significa que, “a mayor naturalización de las diferencias entre hombres y mujeres en el contexto educativo, mayor es el nivel de prácticas sexistas que las y los docentes reportan realizar en sus clases” aclara Espinoza.
Para medir las prácticas a las que adhieren los académicos, las investigadoras les pidieron que ellos respondieras preguntas sobre sus clases, y a pesar que las personas tienden a recalcar lo positivo de si mismos, aún así los profesores autoreportaron que. tienen prácticas sexistas.
“Es que ellos ni siquiera saben que son sexistas, ellos ya lo normalizaron dentro de sus practicas y notan que sí lo hacen porque ni siquiera por visibilidad social dicen que no lo hacen” señala Espinoza.
Algunas de las prácticas a las que adhieren los docentes son:
-Pensar que las estudiantes mujeres, tienen más habilidades emocionales y sociales que los hombres.
-Pensar que en las carreras masculinizadas, las mujeres necesitan más apoyo académico que los hombres.
-En ingeniería piensan que son las mujeres las que necesitan más apoyo académico en comparación con los hombres. Mientras que en carreras como pedagogía o enfermería, son los hombres los que necesitan más apoyo.
- Dar más la palabra a los hombres porque “tienen más facilidad” comunicativa.
Por lo que el cuestionamiento tiene que empezar a ser: “¿por qué asumimos que a las mujeres les va a costar más en carreras más masculinizadas? y ¿por qué a los hombres les costará más las carreras feminizadas?” comenta Espinoza.
Aunque en esta oportunidad no estudiaron las causantes de las prácticas pedagógicas sexistas, la autora principal cree que puede ir de la mano con lo que sucede en el sistema escolar, escenario que ha estudiado anteriormente.
“Uno esperaría que en la educación superior, la practicas sexistas pudieran ser menos pronunciadas, pero vemos que se reproducen de todo un sistema escolar previo donde las y los estudiantes y los docentes se han formado” señala la investigadora.
Desaprender
“El sexismo se aprender pero también de puede desaprender” y para poder desaprenderlo, las personas tienen que estar en contextos que les ayuden. “Creemos que es fundamental intervenir en la formación de quienes enseñan en la educación superior, pero sobre todo, lo las escuelas de educación” añade Espinoza.
Las investigadoras consideran que quienes van a formarse como futuros y futuras docentes, puedan tener la posibilidad de transformar este ciclo vicioso de sexismo en las aulas, y empezar el cambio desde que las personas son pequeñas.
Por eso, apuestan por la formación inicial docente, para ir generando herramientas para poder formar profesoras que no repitan practicas sexistas en el sistema escolar y así tampoco se repitan en la educación superior.
Además, es fundamental que las universidades, pongan el foco en transversalizar el enfoque de género en la comunidad universitaria, pero no solamente en nivel de protocolos. “Porque por muchos protocolos o papeles que haya en los escritos, si eso no se traduce a un cambio cultural en la práctica, no va a tener mayor impacto”.
Ya que, se puede pensar, por ejemplo, que siempre hablar a los estudiantes y decirles: Hola chiquillos ¿Cómo están?, da lo mismo, “pero en realidad sí reproduce un sesgo”, y si la persona no sabe lo que está mal, nadie le enseña, no hay cómo generar el real cambio, concluye la autora.
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