Cuando papá se queda sin trabajo (2ª parte)

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Es muy fácil perdonar a nuestros enemigos cuando no tenemos los medios de aniquilarlos (Heinrich Heine).


A dos meses del estallido social, Lastesis trajeron un giro a las conversaciones de mi consulta. Salimos de las marchas y de las calles, para entrar a fiestas y funas. En estos nuevos espacios, se repiten palabras como miedo, secreto a voces, exposición y valentía. Y los protagonistas, en vez de ser carabineros o de encapuchados, son expololos, amigos, compañeros y conocidos… que fueron denunciados.

Para unos… conmoción… para otras… confirmación…

Las historias se suceden y algunos adolescentes repasan todas sus relaciones en búsqueda de pistas incriminatorias, mientras otras reconocen que lo que antes era un rumor, ahora es una realidad.

Todos sabían que era un psicópata, pero nadie hacía nada.

Con este telón de fondo, les presento a Catalina, la madre de una adolescente que atendí en su fallido año sabático en Europa. Esta mujer, apenas supo -por su hija- que me había reunido con Ricardo, su exmarido, me pidió una hora.

Entremedio, Emilia, la cuarta hija de Ricardo y Catalina, me advertía por extensos mensajes de voz que su madre estaba furiosa conmigo por haber recibido a su papá antes que a ella y me pedía mil disculpas, mientras Ricardo me escribía un breve mensaje para agradecerme la sesión que habíamos tenido y para pedirme una segunda.

A ratos, mientras pensaba y whatsapeaba a los miembros de este temible triángulo familiar, sentía que lo mejor que podía hacer era citar a los tres y arrancar. Esa era mi fantasía, pero la realidad es que terminé abriéndole la puerta a Catalina, una mujer que no me devolvió la sonrisa y que se sentó inmediatamente en el sofá.

Vestía de blanco y se escondía detrás de unos enormes anteojos de sol. Sus antebrazos estaban llenos de pulseras doradas y en sus manos lucía enormes anillos que combinaban con un collar que le daba al menos dos vueltas al cuello.

Tras segundos de mutismo compartido, le ofrecí agua, accedió con un gesto y tras extenderle el vaso, se sacó los anteojos, me miró directo a los ojos y después giró la cabeza en dirección a la ventana.

"Mira Sebastián, primero que nada, no tengo nada contra ti. Es más, es probable que Emilia se hubiera quedado todo el año sufriendo en Europa de no ser por tu trabajo. Estoy muy agradecida, pero cuando supe que Ricardo vino a llorarte sus penas, la verdad es que se me levantó la pluma. Mira, a ese maricón no sé cómo nunca lo han funado, pero no me extrañaría nada que ahora empezaran a denunciarlo. Aunque me duela la forma en que terminó todo, la verdad es que me pasé 25 años de matrimonio ocultando sus andanzas para que las niñitas no sufrieran, pero a medida que fueron creciendo fue cada vez más difícil, y es por eso que quisimos que Emilia se tomara un año lejos, pues así al menos se ahorraba la debacle. Pero no, no funcionó, nada funciona con Ricardo, porque el muy descarado, apenas se fue de la casa, se fue donde su amante y fue mi hija Claudia la que lo convenció de que tenía que arrendarse algo, porque se veía muy feo. En fin, supongo que Emilia ya te habrá contado por todo lo que nos ha hecho pasar y ahora salió con la sorpresita de que lleva un año cesante. Y claro, como es un mentiroso profesional, ahora resulta que tenemos que vender la casa de la playa y el refugio porque el huevón lleva años sin pagar. Esto no es cosa de ahora y la última novedad es que quiere que vendamos la casa donde vivo con Emilia para salir rápido de sus apuros. ¿Y sabes lo que me da más rabia? ¡Que toda la plata se la gastó en sus innumerables minas! ¿O no te contó eso el pobre Ricardo?

No supe que responder. Me quedé en silencio, me miré las manos y me puse a pensar en la sociedad del cansancio, esa sociedad que según Byung-Chul Han, aísla a las personas y les quita la valentía.

"Disculpa Sebastián, ando un poco acelerada, pero aunque me duela lo que te cuento, llevo años esperando que mi matrimonio se vaya a la punta del cerro. Años sospechando que todo iba a terminar mal y después de tanto aguantar, todo se viene abajo a una velocidad increíble. Ricardo cree que sufro por la casa en la playa, pero la verdad, yo sufría pensando en qué iba a terminar este huevón, sufría porque las niñitas supieran algo o que algún día lo pillaran con otra. Ya está, ya se acabó ese dolor, pero ahora viene la rabia porque tengo claro que estamos arruinados porque Ricardo se gastó toda la plata en minas. Conozco a los amigos de Jorge, a los del banco y ninguno quedaría arruinado si pierde la pega, porque todos han tenido más cabeza. Ricardo siempre fue el loco simpático, todos querían ser su amigo, rodearse de él y su mundo de fantasía, pues nunca creció. Sinceramente yo creo que se quedó pegado en los 15 y me da pena que la pobre Emilia descubra quien es este sujeto que tanto quiere, pues las otras, si bien lo adoran, están más que vacunadas".

Tras 50 minutos de consulta, le pregunté a Catalina si creía posible juntarnos, al menos una vez, con Ricardo. Tras silenciosos segundos de inmovilidad absoluta, se puso los anteojos, se levantó y me dijo que lo iba a pensar.

Gracias por el agua.

Abatido, agradecí tener una hora libre, abrí Twitter y me puse a ver un video que mostraba la performance de Lastesis en distintos lugares del planeta. Me levanté del sofá, miré entre mis libros y consulté entre los Los Mitos de Joseph Campbell para respirar algo de aire.

"¡Qué tema tan hermoso! ¡Y qué maravilloso mundo de mitos existe para celebrar este misterio universal! Recordemos que los griegos contemplaban a Eros, el dios del amor, como el mayor de los dioses; pero también como el más joven, al que todo amante mira con ojos humedecidos".

Cerré el libro y fue inevitable pensar en qué diría Eros al escuchar la canción de Lastesis o el relato de Catalina. ¿Qué diría Eros de las funas, de los violadores, del horror? Inquieto, me dirijo a La agonía del Eros y ya en su primera página Byung-Chul Han nos habla de la crisis del amor, de la erosión del otro, el narcisismo y la depresión como una imposibilidad… de amar…

Tampoco puedo dejar de pensar en Ricardo, un sujeto que tras una larga y exitosa carrera bancaria, pierde su trabajo y tiene que vender todo, para salir de las deudas. Un sujeto que, a todas luces, parecía encarnar el éxito social, laboral, familiar y personal. ¿Qué pasó Ricardo?

Escuchemos a Byung-Chul Han

"El actual sujeto narcisista del rendimiento está abocado, sobre todo, al éxito. Los éxitos llevan consigo una confirmación del uno por el otro. Ahora bien, el otro, despojado de su alteridad, queda degradado a la condición de espejo del uno, al que confirma en su ego. Esta lógica del reconocimiento atrapa en su ego, aún más profundamente, al sujeto narcisista del rendimiento. Con ello se desarrolla una depresión del éxito. El sujeto depresivo del rendimiento se hunde y se ahoga en sí mismo".

Despierto de mis ensoñaciones con un whatsapp de Catalina.

Me confirma que habló con Ricardo y que vendrán juntos la próxima semana. Acto seguido recibo un whatsapp de Ricardo, quien me agradece la oportunidad de conversar con Catalina, pues está desperado. Y acto final, recibo un mensaje de voz de Emilia que me dice que no puede creer que sus papás vayan a estar juntos en la consulta, pues no se han dirigido la palabra después de separarse, "y aunque mi mamá lo odie, tiene que entender que es mi papá y que está muy mal".

Continuará…

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