En Chile, las mujeres representan el 53% de la matrícula total en la educación superior, pero su presencia en carreras STEM (ciencia, tecnología, ingeniería y matemáticas) sigue siendo baja. Solo una de cada cuatro matrículas en estas áreas corresponde a mujeres, y en el primer año, apenas un 19% de las estudiantes elige carreras STEM, frente al 81% de hombres. Además, en el ámbito de la investigación, de cada tres investigadores en el país, solo uno es mujer, y persisten diferencias salariales en comparación con sus colegas varones.

Frente a este escenario, desde 2015, la Asamblea General de las Naciones Unidas estableció el 11 de febrero como el Día Internacional de la Mujer y la Niña en la Ciencia. Esta fecha busca reconocer el papel clave de las mujeres en la ciencia y la tecnología, así como promover su acceso a la educación y la investigación en todos los ámbitos del conocimiento, con un enfoque especial en las áreas STEM.

Pero ¿cuántas mujeres estudian realmente carreras STEM actualmente en Chile?

¿Cuántas mujeres estudian carreras STEM en el país?

El término STEM (Science, Technology, Engineering and Mathematics), según los datos solicitados a la Subsecretaría de Educación Superior, se basa en la Clasificación CINE/Unesco F 2013 e incluye las áreas de “Ciencias naturales, matemáticas y estadística”, “Ingeniería, Industria y Construcción” y “Tecnología de la Información y la Comunicación (TIC)”.

Actualmente, el panorama de las carreras STEM en Chile evidencia una marcada desigualdad de género, con las mujeres representando el 21.38% de la matrícula total en universidades, Centros de Formación Técnica (CFT) e Institutos Profesionales (IP).

De acuerdo con los datos entregados por la Subsecretaría de Educación Superior a Qué Pasa, del total general de 371.021 matriculados en estas áreas, solo 79.339 son mujeres, mientras que los hombres concentran 291.680 matriculados.

Las áreas donde las mujeres han logrado una mayor presencia son Ciencias Naturales, Matemáticas y Estadística, con un 44% de la matrícula de mujeres, lo que contrasta con sectores como Ingeniería, Industria y Construcción donde la cifra cae al 21,2%y en Tecnología de la Información y la Comunicación, donde es apenas un 13.5%.

De hecho, en este último campo, del total de 72.126 estudiantes, solo 9.774 son mujeres, mientras que los hombres suman 62.352. Este contraste subraya cómo las brechas de género aún dependen de factores culturales y estructurales, así como de la falta de políticas de incentivo y orientación desde edades tempranas.

La persistente brecha de género en las carreras STEM no solo refleja una desigualdad estadística, sino también un problema estructural y cultural que comienza desde la infancia. Como señala Karin Saavedra, directora de un Ines Género de la U. de Talca, “a partir de los 6 años, las niñas ya hacen diferencias en su autopercepción, sintiéndose menos capaces en áreas asociadas con la inteligencia, lo que limita su interés en disciplinas como Ingeniería y Tecnología”.

Este fenómeno se agrava con la falta de referentes femeninos visibles y con ambientes académicos masculinizados, donde “las mujeres enfrentan presiones para validarse constantemente y prejuicios que minimizan sus logros”​​ añade.

Por el contrario, áreas como Ciencias Naturales, Matemáticas y Estadística atraen a más mujeres porque históricamente han estado relacionadas con roles de cuidado y expresión emocional, como explica Saavedra, “estas disciplinas proporcionan un entorno más inclusivo y menos competitivo, lo que favorece la participación femenina”.

Además, la existencia de referentes femeninos en biología y ciencias médicas contribuye a un mayor sentido de pertenencia, lo que explica que “el 44% de la matrícula en estas áreas sea de mujeres, un porcentaje muy superior al de otras disciplinas STEM”,​​ comenta la investigadora de UTalca.

Factores estructurales como el síndrome del impostor y la carga mental derivada de la doble jornada laboral y familiar también limitan el desarrollo de las mujeres en estas áreas. Paola Arias, física teórica de la Facultad de Ingeniería USS, destaca que, “a pesar de su capacidad, muchas mujeres enfrentan dudas sobre su competencia y evitan participar activamente en clases o asumir roles de liderazgo”.

Este fenómeno, según Arias, “se combina con responsabilidades familiares y domésticas que recaen desproporcionadamente en ellas, reduciendo sus posibilidades de éxito y permanencia en carreras tecnológicas o ingenieriles”​.

A nivel de políticas, aunque se han implementado programas de mentoría, cupos especiales y becas exclusivas, estas medidas aún no son suficientes para revertir la desigualdad de género en STEM. Tanto Saavedra como Arias coinciden en que es esencial intervenir desde la educación básica, fomentando el interés temprano de niñas en áreas científicas y tecnológicas. Además, se requiere avanzar en la creación de espacios laborales inclusivos y en el reconocimiento del valor de las mujeres en cargos de liderazgo, evitando que las brechas de género continúen perpetuándose a nivel profesional y salarial.

Mujeres en carreras STEM. Foto referencial.

Pero, ¿cuántas mujeres logran terminar sus carreras?

En el ámbito de las titulaciones en carreras STEM, la diferencia entre hombres y mujeres es considerable, reflejando una brecha no solo en la matrícula, sino también en la finalización de estudios.

En 2023, de acuerdo a la Subsecretaría de Ed. Superior, solo 11.184 mujeres lograron titularse en contraste con los 47.408 hombres titulados en el mismo periodo. Este panorama evidencia que, a pesar de los esfuerzos por reducir las desigualdades, las mujeres enfrentan mayores dificultades para alcanzar el egreso en comparación con sus pares masculinos, lo que impacta su participación en sectores estratégicos del mercado laboral.

Los datos también revelan que la diferencia en titulaciones se mantiene tanto en el pregrado como en el posgrado, indicando una persistente segmentación a lo largo de la formación académica.

La brecha en las titulaciones STEM no solo responde a factores académicos, sino a barreras estructurales que afectan el desarrollo y permanencia de las mujeres en estas carreras. Según Arias, “muchas mujeres enfrentan el síndrome del impostor, dudan de su competencia y evitan hacer preguntas o asumir roles destacados en clases”, lo que afecta su rendimiento y confianza. Además, enfrentan “una carga mental adicional, derivada de la compatibilización entre sus estudios y responsabilidades familiares”, lo que las pone en desventaja frente a sus compañeros hombres​.

Para Saavedra, “programas como los ingresos prioritarios para mujeres en Ingeniería y el programa Más Mujeres Científicas han sido un avance, pero todavía no son suficientes”. Además señala la necesidad de “espacios académicos seguros e inclusivos donde las mujeres puedan desarrollarse sin enfrentarse a prejuicios y ambientes masculinizados”, y garantizar apoyo específico para quienes enfrentan la doble carga laboral y familiar​​.

Una de las estrategias clave es intervenir desde la educación temprana, fomentando el interés de niñas en áreas científicas y asegurando referentes femeninos visibles. . Para Arias, es fundamental que “las universidades no solo implementen políticas internas, sino que trabajen en conjunto con el sistema escolar para motivar a las niñas a explorar estas disciplinas desde pequeñas”.

Educación Técnico Profesional: una brecha en el olvido

En la educación técnico-profesional (TP) de Chile, la brecha de género persiste, especialmente en las áreas vinculadas a STEM. Solo un 11% de las mujeres en la educación TP cursa carreras relacionadas con STEM, mientras que su presencia es mayoritaria en especialidades tradicionales como salud, servicios sociales y educación. Esta disparidad comienza desde la Enseñanza Media Técnico Profesional (EMTP), donde menos del 15% de las estudiantes elige sectores industriales críticos como metalmecánica y electricidad​​.

Los estereotipos de género juegan un papel determinante en esta segmentación. Según Susana Silva, Jefa de proyecto, de Fundación Chile, la falta de referentes femeninos y una orientación vocacional sesgada limitan las opciones para las jóvenes.

“Las diferencias de género se explican en gran parte por estereotipos arraigados desde la educación temprana, que asocian ciertas habilidades y roles a hombres o mujeres”, afirma Silva. Los hombres dominan áreas industriales y tecnológicas, mientras que las mujeres se concentran en sectores tradicionalmente femeninos, limitando su acceso a sectores estratégicos clave para el desarrollo nacional​.

Para revertir esta situación, se proponen programas de mentoría con referentes femeninos, orientación vocacional temprana y becas específicas para mujeres en STEM. Las alianzas entre liceos TP y el sector productivo son esenciales para ofrecer oportunidades de prácticas y capacitación.

Varinka Farren, directora Ejecutiva Hub APTA, subraya que “es crucial desarrollar una metodología específica que permita visibilizar más casos de innovación y transferencia tecnológica en el ámbito técnico-profesional, incentivando la participación de más mujeres”​.

El fortalecimiento del vínculo entre liceos TP y la educación superior es fundamental. Se requiere la ampliación de convenios de convalidación de asignaturas y redes de acompañamiento.

Asimismo, es crucial generar espacios de mentoría donde las egresadas puedan compartir experiencias y motivar a nuevas generaciones. Según Silva, “una transformación estructural que involucre políticas públicas y el compromiso del sector privado es clave para que las mujeres puedan progresar y mantenerse en carreras STEM”​.

En este contexto, la formación en los liceos técnicos desde la educación media juega un papel decisivo. Incorporar herramientas innovadoras y experiencias prácticas puede acercar a las jóvenes al mundo de la ciencia y la tecnología desde edades tempranas. La articulación efectiva entre estos niveles formativos es esencial para que la educación TP deje de ser una brecha olvidada y se convierta en un motor de equidad y desarrollo.