El encierro, la rutina y la reducción de las interacciones sociales por la pandemia del Covid-19 están provocando impactos en la capacidad de la memoria de construir nuestros recuerdos.

El cerebro es capaz de identificar hitos y construir una línea de tiempo para nutrir la denominada memoria episódica. Mecanismo relacionado con el recuerdo de momentos, lugares, emociones y detalles de contexto que se pueden evocar de forma muy nítida.

Sin embargo, esta falta de referencia durante el confinamiento podría alimentar eventos de estrés y ansiedad, según explica Pedro Maldonado, investigador del Instituto de Neurociencia Biomédica de la Facultad de Medicina de la Universidad de Chile. A juicio del académico, este impacto podría afectar de forma más significativa a poblaciones de mayor edad, aunque es posible implementar estrategias para atenuar sus daños en el corto plazo.

En los últimos días, la Organización Mundial de la Salud (OMS) alertó de una crisis de salud mental como consecuencia de la pandemia por el nuevo coronavirus. Según la agencia de Naciones Unidas, el aislamiento social, el confinamiento, el miedo al contagio, las consecuencias económicas y la pérdida de seres queridos traerán una “crisis de salud mental” en todo el mundo.

Citando informes recientes en países africanos, la OMS advirtió que los síntomas de la depresión se han triplicado tras la emergencia sanitaria, entre estos la ansiedad. Para Maldonado, la situación era previsible y podría generar una explosión en la necesidad de atenciones de psicólogos y psiquiatras. Mantener a pocas personas durante tanto tiempo encerradas incrementa el riesgo de sufrir ansiedad y estrés, advierte.

“La cuarentena provoca muchos trastornos cognitivos y el que afecta a la memoria episódica es uno de ellos”, asegura el neurocientífico del BNI. “Posiblemente existan otros problemas más graves, pero es bueno que la gente entienda por qué esto ocurre, ayudarlos a controlar la ansiedad e implementar estrategias para revertirlo. Y, de esta manera, hacer énfasis en otros trastornos que efectivamente puedan ser más importantes en este período”.

Nuestra línea de tiempo

A pesar de que hablamos de “memoria” como un ente único, su construcción no opera de manera idéntica para todos los recuerdos o eventos. La neurociencia, de hecho, ha identificado distintos tipos de memoria, y la episódica, en particular, podría ser una de las más afectadas durante la pandemia. Y en este impacto, el monótono transcurso del tiempo está jugando un rol importante, al verse afectada nuestra habilidad de identificar hitos particulares en esta referencia lineal, comenta Maldonado.

La memoria episódica se alimenta de contenido e historias. Para construirla, el cerebro segmenta eventos que sobresalen de nuestra cotidianidad. En la normalidad, esto resulta fácil de hacer: vamos del trabajo a la casa, pero también a veces nos juntamos con amigos, observamos un accidente por la calle o quebramos la rutina con una ida al estadio, al cine o a un concierto. Cuando los días transitan en un mismo contexto sin cambios aparentes, almacenar recuerdos se torna complejo.

“A pesar de que uno piensa la memoria como algo único, no lo es: recordar lo que almorcé ayer ocupa redes neuronales diferentes a aprender a andar en bicicleta. No todas las memorias se afectan de la misma manera en cuarentena. En el caso de la episódica, el cerebro tiene que tener claro dónde, cuándo y cómo ocurren los eventos, distinguiendo distintas caras de las historias. Como todos los días son iguales, en el mismo espacio físico, con experiencias similares, al cerebro le cuesta construir estos eventos, porque necesita separarlos del resto”, explica.

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Cuando nuestra memoria tiene problemas para llenar estos casilleros, el cerebro acude a información errónea e incluso podrían aumentar las referencias “ilusorias” de la realidad. A diferencia de un computador, nuestra maquinaria cognitiva no opera distribuyendo la información en distintos lugares: las memorias están guardadas en un cierto circuito y cada referencia debe ser muy distinta una de la otra, o, de lo contrario, se confunden.

Y de hecho, el cerebro tiende a pensar que toda la información es lo mismo. Según Maldonado, esto ocurre porque la presión por separar las experiencias que quiebran la cotidianidad se torna más aguda. “Y en ese esfuerzo, aumenta la probabilidad de que yo pegue cosas que no son parte de la experiencia real, y mezcle cosas que pasaron un día con las que ocurrieron el otro. Y esto tiene que ver con que los hitos no fueron lo suficientemente distintivos para que el cerebro las pueda almacenar dentro de la memoria”.

La memoria del confinamiento

Cuando el período de cuarentena termine, es probable que tengamos pocas cosas que almacenar en nuestra memoria episódica. “Si a alguien le piden describir los últimos dos meses de su vida, hay pocas cosas que uno puede identificar como distintas. Uno pierde la habilidad de rastrear el tiempo: no sé si esto pasó hace uno o tres días, o tres semanas. Tenemos mayor dificultad y nos produce mayor dificultad tratar de recordar cosas recientes, a menos que hayan sido especiales”, explica el neurocientífico.

“Esto podría generar en nosotros un incremento en la ansiedad pensando en que estamos teniendo problemas de memoria, aunque, en rigor, los estamos teniendo”, aclara. Sin embargo, la pérdida de esta habilidad podría no ser significativa en el largo plazo. Se trata de mecanismos de gran plasticidad, y así como por eventos coyunturales se puede extraviar, es fácilmente recuperable. Probablemente su mayor impacto esté durante el mismo período de confinamiento como un catalizador de la ansiedad.

¿Qué tan relevante será para nuestra vida? Posiblemente no será algo crítico, dice, y terminemos colapsando nuestro período de cuarentena en una serie de relatos cortos. Podría ser comparable con la falta de práctica de una actividad física. “Si un tenista deja de jugar durante tres meses, cuando regrese, no va a tener su mejor desempeño al primer día del retorno, pero no se va a olvidar de tomar la raqueta y recuperará pronto sus habilidades”, opina Maldonado.

“Creo que este tipo de memoria hará un curso relativamente parecido”, plantea el investigador de la Universidad de Chile, quien desestima que puedan certificarse deterioros permanentes en algunas poblaciones tras esta situación. Sin embargo, aclara, en el corto plazo, hay algunos grupos que se verán más vulnerables que otros y esto podría impactar en el manejo de su ansiedad durante el confinamiento.

Se sabe que la memoria requiere cambios drásticos de conectividad en nuestro cerebro y la neurociencia conoce que estos con la edad van deteriorándose. De manera que a las personas de mayor edad tendrán mayor dificultad en cambiar y adaptarse. "También se sabe que en la tercera edad se incrementa, por esta razón, los problemas de memoria. Así es que estos trastornos en la memoria episódica no van a afectar a todos por igual”, indica.

Etiquetar el paso del tiempo

Si los trastornos a la memora episódica como consecuencia del confinamiento, la pérdida de interacciones sociales y el tránsito monótono del tiempo no tendrán un impacto cognitivo en el largo plazo, ¿entonces vale la pena implementar estrategias para aminorar sus efectos o, derechamente, revertirlos? Para Maldonado, la respuesta es que sí.

El estrés y la ansiedad durante el encierro están generando problemas en la salud mental de las personas y retomar el control de nuestra vida cotidiana puede ser útil, opina el investigador del BNI. “Más que contener un daño, este tipo de estrategias puede tener beneficios cognitivos generales. Sin embargo, la sensación de no estar en control y la ansiedad que esto provoca sí pueden ser muy dañinos. Cada acción para retomar este control, y reducir sus efectos, es favorable”.

Para ello, el neurocientífico recomienda prestar atención a introducir variaciones lo suficientemente grandes en nuestra línea de tiempo: viajar imaginariamente a un país, recopilando información del destino o cocinando sus platos típicos; escribir un blog como una bitácora de los últimos acontecimientos; o activar las interacciones con amigos, replicando las instancias que nos reuníamos antes de la pandemia.

Es más fácil armar un relato de los recuerdos cuando lo que se vivió es más significativo. Introducir elementos llamativos para amarrar recuerdos con cosas que nos gustaría hacer nos ayudará a mantener activa la competencia de esta memoria. Lo mismo escribir, que obliga al cerebro a mantener la habilidad de recordar.

¿Redes sociales? También pueden ser útiles, en la medida que nos permitan etiquetar una temporalidad: subo una foto recordando tal día o me reuní para tomar una cerveza con amigos por zoom tal como lo hacía antes. "Hay muchas maneras de facilitar al cerebro la tarea de identificar hitos en la línea de tiempo”, plantea Maldonado.