A Giovanni Boccaccio, autor toscano del 1300, debemos principalmente dos cosas. Una es el atributo de Divina a la obra que Dante había denominado más modestamente Commedia y que, en cambio, ahora todo el mundo conoce como Divina Commedia.
La otra es su obra maestra, el Decameron, que cobra una actualidad sorprendente en los días presentes. En 1348 la ciudad de Florencia era azotada por la terrible epidemia de la peste negra que también hacía estragos en el resto de Europa.
En la obra de Boccaccio diez jóvenes, siete mujeres y tres hombres, se encuentran casualmente en la iglesia de Santa Maria Novella y, asumida la situación de absoluta desolación en la que la ciudad y cada uno de ellos se encuentra, deciden abandonar Florencia y buscar amparo en las colinas aledañas, donde, confinados en una villa y rodeados por el hermoso paisaje toscano, pasarán dos semanas de cuarentena.
Allá, lejos de la atmósfera pesada y cargada de muerte de la ciudad, ocuparán su tiempo con agradables conversaciones, con el canto, con la poesía, pero sobretodo contando cada uno de ellos un cuento por cada día de la semana, con la excepción de los viernes y los sábados, dedicados a las oraciones.
Estos 100 cuentos, repartidos en 10 días, constituyen el corazón y el alma de una obra que es uno de los fundamentos de la literatura italiana y mundial. Entre todas las obras que los programas escolares imponen a adolescentes más o menos aburridos y sin duda con otro tipo de intereses, creo que nadie podrá decir haberse aburrido con el Decameron.
Nadie tampoco habría imaginado jamás encontrarse a vivir una situación tan parecida y, aunque el paisaje en nuestro caso no es el de la Toscana, podemos retomar el Decameron y sacar de este texto de casi 700 años de antigüedad la inspiración para algunas consideraciones.
En primer lugar, la obra de Boccaccio nos sugiere aprovechar los días de cuarentena para generar nuevos espacios de conversación y de reflexión, en los que las artes y las letras sean elementos prioritarios para construir nuevas relaciones con el entorno social y natural y con las personas.
En la misma línea surge de manera espontánea una reflexión sobre la epidemia como elemento catalizador de una transición histórica que, en el caso de la peste de 1348, desembocaría en el florecer de la cultura humanista en Florencia en el siglo XV.
En ella, una nueva clase social, una nueva forma de pensar, un nuevo modelo cultural y de negocio se afirman, generando una nueva armonía entre artes, letras, ciencias, comercios y necesidades del hombre. Siendo este ultimo el parámetro determinante, en una recuperación de la visión griega del “hombre medida de todas las cosas”, algo que definitivamente nuestra sociedad actual, completamente desbalanceada hacia el lucro, necesita recuperar.
También es significativo como la dinámica del Decameron se desarrolla lejos de la ciudad, dentro de un grupo de jóvenes que se alejan de una sociedad enferma creando un espacio novedoso. Si bien estos jóvenes no tienen motivaciones políticas o sociales en su actuar, sin duda reaccionan frente a una situación de crisis profunda de su entorno, generando un microcosmos de orden y belleza.
Últimamente hemos asistido al surgir, en la escena internacional, de lideres jóvenes e incluso muy jóvenes, que reclaman con fuerza espacios donde impulsar mensajes y exigencias nuevas y urgentes, en cuanto a protección del medio ambiente, igualdad social y cuidado de los derechos humanos; personas con sensibilidad y con habilidades nuevas que también están demostrando la capacidad de manejar la emergencia sanitaria de manera inteligente y efectiva.
En contraste con un poder arrogante y anticuado, sordo frente a los llamados de la ciencia, incapaz de cuestionarse, que rehúsa asomarse a la nueva realidad, para seguir gobernando según criterios simplicistas, autoritarios o populistas, generando conflictos, destruyendo el medioambiente y causando miles de muertos con una gestión desastrosa de la emergencia.
Como en el siglo XIV y como en las páginas del Decameron, la pandemia amplifica y exacerba hoy lo bueno y lo malo de nuestra sociedad y nos pone frente a la necesidad urgente de tomar decisiones responsables y sensatas para el futuro.
Entonces propongo vivir la cuarentena como una pausa de reflexión para prepararnos a un nuevo renacimiento. Lo podemos hacer colectivamente y gratuitamente a través de plataformas que ofrecen herramientas en formato digital, cursos y textos entre ellos el Decameron de Giovanni Boccaccio.
* Astrónomo del Centro de Astro-Ingenería del Instituto de Astrofísica de la U. Católica