A medida que aumenta la altura (altitud) en la que permanece una persona, se producen una serie de cambios en el organismo que pueden afectar gravemente su salud.
A mayor altitud, disminuye progresivamente el oxígeno disponible y el aire se vuelve más denso lo que dificulta la oxigenación de la persona, sobre todo si intenta hacer ejercicio.
Tolerar bien la altitud, depende de varios factores y uno de ellos es el genético. Existen personas que naturalmente toleran bien la altura, son capaces de acelerar su respiración y adaptarse a este tipo de situaciones.
Esta adaptación también se puede entrenar como hacen los montañistas, que además de tener un entrenamiento físico realizan un período de adaptación, antes de hacer cumbre. Son semanas de adaptación en las que se mantienen en el campamento base antes de atacar la cumbre de montañas como el Himalaya, por ejemplo.
A mayor altura, además de disminuir la cantidad de oxígeno disponible, disminuye también la temperatura. Esto puede afectar las vías respiratorias, porque al respirar el aire helado, éstas se irritan (provocando una irritación bronquial) y quedan más expuestas a una infección por virus o bacterias.
No deja de ser importante, la hipoxia que provoca la exposición repetida a lugares de gran altura, situación que ocurre con todos los montañistas. Al existir menos disposición de oxígeno en el aire, la sangre se oxigena menos y ocurre un fenómeno llamado hipoxia que afecta a todos los órganos del cuerpo, pero especialmente al cerebro.
Las personas que tienen una hipoxia prolongada en la altura, pueden tener algún grado de daño neurológico y no está demostrado que se pueda revertir completamente con el transcurso del tiempo. Se trata de un daño que no es menor y que puede tener importantes secuelas neurológicas en el futuro.
*Cardiólogo de Clínica Las Condes