Cuidado humanizado y clown de hospital
Los desafíos sanitarios contemporáneos, en tiempos de incertidumbre como los que vivimos, acentúan la relevancia del cuidado humanizado, dirigido no solo a pacientes sino también a los trabajadores de la salud. Con la pos pandemia hay equipos altamente sobre exigidos. En los ochenta el VIH y sus desafíos para pacientes y personal abrieron espacio para el desarrollo de las medicinas complementarias. Una de ellas es el clown, palabra en inglés para referirse al payaso.
La cultura popular a lo largo del siglo XX ha asociado al clown a referentes de entretención o terror, usándose el concepto muchas veces como un descalificativo, dándoles un delicado estatus social. Sin embargo, los clowns cumplen funciones sociales. En salud, por ejemplo, han estado presentes desde la época de Hipócrates, cuando desempeñaban el papel de equilibrar los “humores corporales”.
Sin embargo, su integración profesional en salud comienza en 1986 en Norteamérica, Europa e incluso Brasil, donde el Programa “Doutores da Alegria” fue fundado, después de siglos de ausencia, siendo considerados cada día más miembros valiosos de los equipos (Hanuka, 2011). Desde entonces, se han establecido programas en varios países. Siendo una técnica teatral, el clown se caracteriza por la representación auténtica del artista, expresándose a través de sus emociones y sensaciones, riéndose de sí mismo y siendo gentil, basando sus acciones en su propio fracaso. Así, el clown es una especie de antihéroe cuya humanidad ayuda a empatizar, a diferencia de otras técnicas de hacer payaso.
Los clowns de hospital son profesionales interdisciplinarios formados en esta técnica y normativas hospitalarias. Su objetivo principal es contribuir a la calidad de vida de pacientes, cuidadores y trabajadores de la salud, utilizando distintas técnicas artísticas, validando todas las emociones humanas. En su trabajo además despliegan competencias socioemocionales (Dionigi, 2020), que forman parte de la inteligencia emocional (Bisquerra, 2011) y se relacionan con el cuidado humanizado (Urra et al., 2011).
Parte de la evidencia científica sobre su trabajo indica que pueden proporcionar un mejor clima organizacional (Lindheim, 2005; Carbelo et al., 1998), reducir los costos operativos de hospitales (Gomberg et al., 2020), generar un aumento en la eficiencia, promover mejores resultados para pacientes y reducir el estrés del personal. En Chile desde el año 2007 también hay programas de este tipo, pero urge su profesionalización y el desarrollo de investigación pues la mayoría de las organizaciones trabajan como voluntarias.
Algunos incluso han señalado a que “en el clown encontramos nuestro mejor otro yo, aquel que es más sincero, primario, apasionado y transparente” (Jara, 2000). Lo anterior refleja la gran responsabilidad de quienes se dedican a esta labor. Así, de hacerse de manera profesional, sistemática, si se regula su ejercicio y su formación, el clown de hospital es una herramienta con múltiples posibilidades: en procesos simbióticos y un marco de derechos humanos, favorecen relaciones que benefician a todos quienes confluyen en centros de salud. Lo anterior suena fantástico y es posible.
*Victoria Valdebenito Mac Farlane, profesora Escuela de Psicología, Universidad Adolfo Ibáñez.
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