La aprobación del proyecto de ley de protección de humedales urbanos por parte del senado la semana pasada es una excelente noticia. Estos sostienen la biodiversidad y proveen servicios esenciales para las comunidades, como la mitigación de inundaciones y la purificación del agua. Restringir la urbanización de humedales es la mayor preocupación actual, pero hay otros desafíos igualmente importantes para garantizar su protección y la de otros ecosistemas acuáticos.
Uno de estos desafíos es la calidad de la escorrentía urbana, es decir del agua que fluye superficialmente cuando llueve, y su efecto en los cauces y humedales urbanos o cercanos a la ciudad. Con cada lluvia, se arrastran contaminantes como sedimentos, basura, plásticos, aceites y grasas, metales pesados, desechos animales y fertilizantes que se acumulan sobre las áreas impermeables y los suelos desnudos de la ciudad. Además, parte de la escorrentía urbana entra al alcantarillado domiciliario, colapsándolos y provocando descargas de aguas servidas a los cuerpos de aguas, tal como ha ocurrido recientemente en algunos lagos de sur.
Por años, el control de las aguas lluvias en Chile se ha enfocado en conducir la escorrentía por colectores en forma rápida y segura hacia aguas abajo, sin mayor preocupación por su destino final. Las aguas lluvias se han tratado como un problema o residuo, y no como lo que son, un recurso valioso. Poco se ha hecho desde el punto de vista ambiental, entre otras razones, porque el foco ha sido la protección de la población, viviendas, e infraestructura frente a inundaciones y anegamientos.
Muchos son los desafíos para avanzar hacia un desarrollo urbano sustentable que integre el cuidado del agua. El primero es involucrar activamente al Ministerio del Medio Ambiente en la gestión de las aguas lluvias, la cual ha sido de la competencia del Ministerio de Obras Públicas y del Ministerio de Vivienda y Urbanismo, según lo establece la Ley de Aguas Lluvias (n°19.525).
También es crucial implementar normas secundarias de calidad en todo Chile que establezcan concentraciones máximas de contaminantes en cursos y cuerpos de agua, y su consideración en los planes maestros de aguas lluvias de cada ciudad. Esto estimularía y guiaría el manejo integrado de las cuencas que alojan nuestras ciudades, y de paso, nos llevarían a entender que la lluvia es un recurso vital que las ciudades no deben contaminar, tal como se lo pedimos a las industrias mediante la regulación ambiental.
Finalmente, es vital implementar en casas, calles y parques infraestructura verde, es decir sistemas de drenaje simples integrados a las área verdes que, mediante almacenamiento, infiltración y evapotranspiración, replican el ciclo hidrológico natural y reducen la escorrentía urbana: agua que no escurre, agua que no se ensucia y se preserva como recurso.*
Jorge Gironás y Pablo Pastén son ingenieros UC. Carolina Rojas, geógrafa U de Concepción.
- Todos ellos investigadores del Centro de Desarrollo Urbano Sustentable.