Cultivos acuícolas a pequeña escala y su proyección para abastecer el consumo de pescados y mariscos
Según la FAO, para el año 2050 la población mundial será de 9.100 millones de personas, 34% superior a la de hoy en día y, por lo tanto, la producción de alimentos deberá aumentar en a lo menos un 70%.
Si a eso se le suma que el cambio climático afectará las cosechas y que la producción de biocombustibles será una actividad que competirá directamente con la de aceites vegetales y animales, la producción de alimentos estará seriamente puesta en riesgo.
Así, la generación de proteína animal terrestre tal como bovinos, ovinos, aves y porcinos se verá limitada por la ampliación de terreno cultivables, por lo que los productos del mar irán tomando mayor relevancia. Por ejemplo, durante el año 2010 los productos del mar aportaron el 17% de la proteína de origen animal consumida en todo el mundo y se espera que para el 2050 ésta se duplique llegando a ser cerca del 40%.
Pero el origen de los recursos del mar (dígase mariscos y pescados) no basarán su aumento en la pesquería, ya que dicha actividad se encuentra estancada desde finales de la década de los 80. Por lo tanto, todo el crecimiento de proteína animal y vegetal del agua provendrá de la acuicultura, ya sea del agua dulce o del mar y es ahí donde cabe hacerse la pregunta si Chile adoptó la estrategia de ser un país productor de alimentos, ¿estará preparado para abastecer al mundo para el año 2050?
Si la respuesta es afirmativa, entonces se debe comenzar hoy con políticas publicas claras referidas a la diversificación acuícola, tales como el ordenamiento territorial y brindarle el espacio requerido por la acuicultura de pequeña escala, esa actividad que es tan masiva y popular en países desarrollados del hemisferio norte, tales como Japón y Francia, entre otros, donde se producen en forma conjunta algas, moluscos y peces. Así, se podrían desarrollar erizos y crustáceos, como la centolla, dentro de modelos productivos que integren la de “semillas” en Centros de Cultivo en tierra y para que luego sean “sembradas” en el mar, dentro de áreas protegidas y/o de manejo con activa participación de los pescadores artesanales, el apoyo académico y científico de las universidades y la articulación y gestión de las Instituciones gubernamentales del área.
Pero, ¿cómo lograrlo sin detrimento de otras necesidades fundamentales para la humanidad, como la protección del ambiente, la pesca artesanal, el turismo y otras actividades económicas tan importantes? Dicho esfuerzo requerirá de investigación básica y aplicada en áreas como la nutrición, reproducción, salud y genética, el desarrollo de nuevas tecnologías de cultivo, entre otras, que permitan manejar sustentablemente los recursos naturales. Solo de esa manera, aunando esfuerzos públicos y privados, en pos de un desarrollo sustentable se podrá convertir a la zona del extremo austral en un actor relevante en el desafío de alimentar al mundo de aquí al año 2050.
*Director Departamento de Ciencias Agropecuarias y Acuícolas Universidad de Magallanes.
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