En 2019 la Organización de las Naciones Unidas (ONU) llevará adelante no una sino dos cumbres sobre el cambio climático. Esta situación da cuenta de las dificultades que afronta la gobernancia de este proceso que, bajo la forma de una Convención del Cambio Climático, pretende detener el aumento de la temperatura del planeta en 1.5 grados por encima de lo normal para el 2030; plazo que fue señalado por los científicos como límite para evitar que el clima quede fuera de control.
La ONU ha citado oficialmente a una sola Cumbre Climática que se realizará en Nueva York el 23 de septiembre en ocasión de la Asamblea General del organismo. Tres meses después, nuestro país será sede de la COP25, la Convención de Naciones Unidas sobre Cambio Climático, que se reúne anualmente. ¿Qué motivó a la ONU para organizar dos reuniones sobre el clima con pocos meses de diferencia? A nuestro juicio, son dos las razones que lo explican.
La primera es que el Acuerdo de París firmado en el 2015 está a punto de fracasar por el incumplimiento de los compromisos contraídos (por falta de "ambición", como dicen ahora). El año 2018 fue el año con más emisiones de CO2 de la historia, con un aumento récord en la temperatura del planeta y con el estancamiento en el crecimiento de las energías renovables.
Ante la gravedad de la situación, la ONU pretende separar las decisiones políticas (el aumento de la "ambición" en los compromisos) de su implementación. Las decisiones entonces se tratarían en el más alto nivel, en la Asamblea General, y las COP se encargarían de monitorear los acuerdos ya existentes.
Lo cierto es que ONU tiene muy pocas posibilidades de éxito: el 1% de probabilidades de estabilizar la temperatura en los 1.5 grados para el 2030 y el 5% para estabilizar en 2 grados en el 2100, según una investigación de la Universidad de Washington publicada por Nature Climate Change en 2017. Entonces, la segunda razón de la urgencia de la ONU es que si no se detiene el aumento de la temperatura sobrevendrá el "desastre total" según palabras del propio Secretario General, António Guterres.
En este contexto y frente a la incapacidad de los Estados para dar una solución al calentamiento global, surgen dos escenarios alternativos que se preparan para el colapso o el "desastre total".
El escenario impulsado por los ultra ricos se resume en la frase "Sálvese quien pueda". Aquí se encuentran los empresarios como Jeff Bezos, Elon Musk, los dueños de las criptomonedas y otros más que piensan en la inmigración de unos pocos privilegiados hacia la Luna. Este escenario casi de ciencia ficción, en tiempos de Donald Trump, cuenta con el apoyo activo de la NASA.
Por otro lado, un tercer escenario es el que engloba a una parte de la sociedad civil que también considera como inevitable el colapso pero que sostiene que cualquier esfuerzo por detener el aumento de la temperatura requiere de la sustitución del actual modelo y de la elite que lo sostiene. Lo preocupante para la ONU es que estos sectores están impulsando movimientos globales y antisistema que rápidamente generan el apoyo de la ciudadanía.
Dentro de estos movimientos se encuentran las huelgas impulsadas por Greta Thunberg y los jóvenes escolares; el movimiento Rebelión Contra la Extinción (que consiguió que el Parlamento inglés declare la emergencia climática) y las huelgas feministas contra el sistema patriarcal.
En líneas generales, lo que une a estos movimientos es que ya no buscan ser parte de la COP o de los foros del clima de la ONU, sino que quieren influir directamente en la toma de decisiones: quieren que se haga lo necesario y no lo "políticamente" posible. Como dice la joven Greta, "el cambio viene, guste o no".