No alcanzaron a pasar dos décadas de la formación de la República de Chile cuando la tecnología golpeaba la puerta de esta última franja de territorio conocido. La electricidad era necesaria para establecer el primer telégrafo del país, y así comunicar de forma casi inmediata a Santiago con Valparaíso. ¿Cómo se gestó la llegada de las primeras compañías de luz en nuestro país, desde esa época hasta las concesiones extranjeras?
Durante el siglo XIX la energía que movía al mundo era el carbón. Ya sea para mover ferrocarriles, tranvías, vapores, o como insumo para fábricas de gas para el alumbrado, máquinas agrícolas y otros ingenios. A partir de 1851, la electricidad hizo su estreno en el país al ritmo de los impulsos eléctricos que comunicaban los telégrafos de Santiago y Valparaíso.
De la Compañía Alemana Transatlántica a Enel: la historia de las empresas de electricidad en Chile
De eso tuvieron que pasar casi 30 años, para que en 1883 se iluminara por primera vez la Plaza de Armas de Santiago. La nueva energía cambió los hábitos domésticos y laborales de los chilenos y chilenas, especialmente de los habitantes de donde la electricidad se convirtió en un símbolo de la modernización de la vida urbana nacional.
Al comienzo la iluminación del centro de Santiago utilizaba el carbón como fuente de energía, pero a principios del siglo XX aumentó por utilizar energías renovables y menos contaminantes.
Según datos de la Biblioteca Nacional, la construcción de la primera central hidroeléctrica chilena en Chivilingo dio el paso a nuevas y modernas instalaciones eléctricas en Santiago y otras ciudades de Chile. Fue construida como parte de la Compañía Minera del Carbón de Lota, e inaugurada en 1897 por encargo de Isidora Goyenechea y con diseño de Thomas Alva Edison.
Este proceso fue llevado a cabo por empresarios chilenos y extranjeros que crearon cientos de pequeñas empresas eléctricas en pueblos y ciudades de Chile. Entre ellas destacaron la Chilean Electric Tramway and Light Company y la Compañía Alemana Transatlántica de Electricidad, ambas operadas desde la capital. También se formó en ese tiempo la Compañía General de Electricidad Industrial, que prestaba servicios desde San Bernardo a Temuco.
La llegada de la electricidad provocó uno de los cambios más importantes del nuevo siglo. En 1900 comenzaron a funcionar los primeros tranvías eléctricos, dejando atrás a los carros de pasajeros impulsados por caballos. En Valparaíso este nuevo medio de transporte llegó solo tres años después.
Ya para febrero de 1905 los ingenieros Francisco Hunneus Gana y Raúl Claro Solar formaron la Compañía General de Electricidad Industrial S.A, hoy conocida por sus siglas CGE. En aquellos tiempos, esta empresa concentró sus operaciones exclusivamente en la zona central a través de sus empresas de generación y distribución. También proporcionó la energía para alimentar el servicio de tranvías eléctricos para algunas ciudades.
Al comenzar la década de 1920, la generación y suministro de energía experimentó un impresionante desarrollo, expresado en el surgimiento de una nueva empresa eléctrica en Santiago, denominada Compañía Chilena de Electricidad Limitada (que después pasó a llamarse Chilectra y posteriormente Enel Distribución Chile). Frente a esta expansión, el Estado debió legislar para regular esta actividad y en 1925 se promulgó la Ley General de Servicios Eléctricos.
Este proceso empresarial tuvo enormes repercusiones en la vida cotidiana de los habitantes de las ciudades chilenas, especialmente en Santiago, que muy pronto gozaron de los beneficios de la electricidad. La iluminación de las calles y casas particulares con ampolletas incandescentes, desplazó a las lámparas de gas. Asimismo, la proliferación de los tranvías eléctricos cambió los hábitos de transporte de los chilenos.
Esto también cambió el paradigma de la ciudad, así también como la utilización de cocinas y artefactos domésticos eléctricos. Comenzaron a verse enormes letreros luminosos, lo que le dio un toque de modernidad a la vida cotidiana del Chile que daba sus primeros pasos por el siglo XX.
En 1943 fue creada la Empresa Nacional de Electricidad S.A (Endesa) como una filial de la institución estatal CORFO, para implementar un plan nacional de electrificación del país. Financiada con fondos públicos y créditos externos, esta compañía tuvo un desarrollo exitoso, tanto en la generación como en la distribución de energía.
Llegó a tener una posición preponderante en la generación de energía eléctrica hasta alcanzar el 56,7% de la potencia eléctrica instalada del país, y el 79,7% de la de servicio público en 1975. Incluso alejándose del plan de electrificación, participó en la distribución creando empresas subsidiarias y filiales de norte a sur de Chile.
Asimismo, fomentó el desarrollo de cooperativas eléctricas en sectores rurales y el regadío mecánico con bombas eléctricas en la agricultura. Por su capacidad de generación y su red de distribuidoras, había pasado a ser el principal actor en el sector eléctrico chileno. Bajo esta lógica logró aumentar su demanda eléctrica en un 10% anual, lo cual permitió duplicar su capacidad de generación energética en una década.
A partir de la década de 1980, la política económica neoliberal llevó a la dictación de un nuevo marco regulatorio del sector eléctrico y la privatización de Endesa y sus filiales, proceso que culminó en 1989. Allí, la compañía pasó a ser una empresa privada, y en 1999 el grupo económico Enersis S.A. tomó el control de la empresa y lo mantuvo hasta 2016, cuando fue vendida al grupo italiano Enel.