El pasado 8 de diciembre y con una voluminosa puesta en escena, la británica Margaret Keenan se convertía en la primera persona del mundo -sin considerar ensayos clínicos- en recibir la vacuna de Pfizer contra el coronavirus. La imagen de la anciana, recostada en el sillón, vestida con una llamativa polera con un pingüino navideño, será una de las imágenes más icónicas de 2020.

Margaret Keenan, de 90 años, recibiendo la vacuna de Pfizer. Foto: REUTERS

Lo que pocos saben es que mucho antes, más de un millón de chinos ya habían sido vacunados con las vacunas que su país está elaborando sin la publicidad que alcanzó el antídoto occidental.

Es precisamente esta falta de fanfarria, la que podría explicar en parte el anonimato de los productos chinos, además de la reticencia oriental en publicar los resultados de sus tratamientos en revistas científicas.

Replicando la puesta en escena británica, Chile también inauguró la era de las inoculaciones contra el coronavirus en un publicitado debut el 24 de diciembre. La tens Zulema Riquelme, sonriente, pero nerviosa, pedía que todo el mundo se inocule. “Que toda la gente se vacune”, promovió ante las cámaras. El problema es que al país solo han llegado 10 mil dosis de la vacuna de Pfizer. Se espera que en los próximos meses arriben otras miles, pero la presión de países desarrollados por contar con la ansiada herramienta de prevención, genera dudas respecto a la cantidad y la velocidad con la que logren llegar al país.

La que no llegará a cuentagotas es CoronaVac, la vacuna del laboratorio chino de Sinovac. Se estima que en apenas unas tres semanas, ya habrán en Chile unas dos millones de dosis, de las poco más de 10 millones de inyecciones que el país compró a este laboratorio. Por ello, el gobierno ya trabaja en una estrategia para promover confianza en estas vacunas, para desmitificar las habituales dudas que generan las manufacturas chinas.

De hecho, parte del plan de La Moneda para promover la confianza entre los chilenos es que el propio presidente y su gabinete se inoculen con esta vacuna.

Pero, ¿se puede confiar en esta vacuna? Apunte algunos datos: durante las últimas dos décadas, Sinovac ha desarrollado y comercializado seis vacunas, desde enfermedades como el enterovirus y la hepatitis, alcanzando reconocimientos global cuando el laboratorio creó en 2009 la primera vacuna contra la gripe H1N1 en el mundo, además de haber pasado una evaluación de precalificación por parte de la Organización Mundial de la Salud (OMS) en 2017 para la vacuna contra la hepatitis A.

Pese a este nutrido currículo, el Instituto de Salud Pública (ISP) igualmente envió a dos funcionarias a revisar in situ las condiciones de las fabricación de la vacuna en China. Las dos -químicas farmacéuticas y las únicas que por ley pueden evaluar la calidad de la manufactura de un laboratorio- fueron a ver que el proceso tuviera trazabilidad, que cumplieran con estándares mínimos de calidad, que por ejemplos las salas tengan filtro que impidan el ingreso de microorganismos, la calidad del agua, generadores de luz, que se cumpla la cadena de frío, entre otros aspectos técnicos.

Aunque no son las que evalúan la eficacia de la vacuna, si constataron en terreno cómo Sinovac inauguró en julio una planta solo dedicada al coronavirus, que incluye seis edificios, en los que trabajan 700 funcionarios 24/7. Más de cien mil metros cuadrados solo para la fabricación de esta vacuna.

Por eso, cuesta a veces entender la reticencia occidental que aún se cierne sobre la tecnología y la biofarmacéutica china. Un último dato: solo hace solo un par de semanas China volvió a llegar a la Luna, un hito que en más de 70 años solo han logrado EE.UU. y la desaparecida Unión Soviética. Y es la primera vez en más de 40 años, que una nave humana logra regresar a la Tierra con rocas lunares.