PAES, o Prueba de Acceso a la Educación Superior, es el nombre del nuevo instrumento que reemplazó a la PSU y que permitirá el ingreso a las universidades adscritas al Sistema de Acceso, y que desde este lunes están rindiendo más de 250 mil estudiantes en todo el país.
Los recientes cambios en el sistema de selección de alumnos de pregrado para ingresar a la educación superior, no son nuevos. Son parte de un proceso de que se inició hace 171 años, según consignó un reportaje realizado en 2021 por Qué Pasa, que repasó el sistema de acceso a la educación superior en Chile.
La primera herramienta de admisión fue el Bachillerato, que estuvo vigente desde 1850 y hasta 1966, bajo la supervisión de la U. de Chile. Por casi un siglo ese fue el modo en que se terminaba la educación secundaria y además se podía ingresar a la universidad.
La modalidad, ante la crisis educacional que se vivió durante la dictadura de Carlos Ibáñez del Campo (1927-1931), se suspendió. Se dictaminó que para ingresar a la educación superior el único requisito era la licenciatura de egreso de la enseñanza media. En respuesta, las universidades crearon su propio sistema de ingreso y aparecieron los pre universitarios.
“Al caer el gobierno de Ibáñez, en 1931 se volvió a instaurar el Bachillerato como examen oficial de admisión”, señaló en el citado reportaje la investigadora sobre educación superior Elizabeth Simonsen, parte del libro 60 años del Consejo de Rectores de las Universidades Chilenas.
Fue una modalidad flexible. Se rendía en enero y marzo. Contenía preguntas abiertas de desarrollo, sin alternativas, con pruebas de compresión de lectura, redacción, idioma y test específicos de matemática y biología. Daba el grado de bachiller en Filosofía y Humanidades.
Era un examen complejo. Se rendía frente a tres examinadores de la Universidad de Chile. Cada examinador corregía sus propias pruebas.
El proceso, con el alza alumnos, el número de universidades y de programas académicos, fue casi insostenible. Si en 1950 la matricula de estudiantes de pregrado era cerca de 20 mil, para 1967 aumentó a 55.653.
“Entre 5% a 10% de cada grupo socioeconómico lo rendía, porque era complejo. Tenía una parte escrita y otra oral, entonces el sistema el sistema no tenía la capacidad de tomar y revisar esos exámenes”, indicó Simonsen.
Las críticas no se hicieron esperar. A medida que se masificaba la educación secundaria, se hacía más evidente, dijo Simonsen que solo unos pocos podía acceder al Bachillerato y por ende a la universidad.
En 1966, último año en que se rindió Bachillerato, si el 13,8% de los estudiantes de nivel socioeconómico alto se matriculaban en las universidades, en el caso de los de nivel socioeconómico bajo era el 7,1%, señala el libro 60 años del Consejo de Rectores de las Universidades Chilenas.
La demanda por un ingreso más masivo era patente. Además, pese a que se restauró el Bachillerato en 1931, las pruebas “paralelas” continuaron, dijo en la nota el historiador José Vera, en el libro El Sistema de Admisión a la Universidad: Permanencia y Cambio. “Esto implicó que postulantes que rendían las pruebas de Bachillerato exitosamente fracasaban luego en estos otros exámenes”. La molestia en padres y apoderados crecía. También el desprestigio del Bachillerato.
El “problema del Bachillerato”
Para inicios de 1960 ya se hablaba del ‘problema del Bachillerato’. Era debate nacional.
En enero de 1963 los rectores en conjunto critican duramente la calidad de la enseñanza secundaria: “Adolece de notorias faltas de personal y material docente... que hacen que se produzcan graves desigualdades en el nivel educacional de diferentes planteles y en la preparación con que el alumno llega al término de su sexto año”.
Erika Grassau, fundadora y directora del Instituto de Investigaciones Estadísticas de la U. de Chile, que realizó los estudios previos a la Prueba de Aptitud Académica (PAA), indicó en el libro 60 años del Consejo de Rectores de las Universidades Chilenas que existían razones suficientes “como para suponer que el Bachillerato mide, como las calificaciones del Liceo, los conocimientos escolares de los postulantes y no mide, como se proponía, los factores de rendimiento futuro del estudiante. Por consiguiente, su validez no es satisfactoria”.
Si el Bachillerato acreditaba estudios de la enseñanza secundaria, la PAA buscaba seleccionar a los mejores para la universidad. Proponía que todos tuviesen similares oportunidades frente a una oferta reducida de vacantes.
Entre 1964 y 1966 se aplicó experimentalmente la nueva PAA. El miércoles 11 de enero de 1967 fue el cambio. Se rindió en 17 sedes del país con 30 mil inscritos (30.763). Esos primeros jóvenes pagaron 15 E° o escudos (moneda de curso legal de entre 1960 y 1975) para rendirla.
Incluyó pruebas de aptitud de Verbal y Matemáticas y las específicas de Biología, Física, Matemática y Química. Los resultados permitían postular a las ocho universidades que existían a fines de los sesenta: U. de Chile, Técnica del Estado, Católica de Santiago, Católica de Valparaíso, del Norte, Técnica Federico Santa María, de Concepción y Austral.
Entre 1967 y 1973, el sistema universitario experimentó una expansión histórica. Aumentó el gasto en Educación Superior y el número de jóvenes en pregrado pasó de 55 mil alumnos en 1967, a 146 mil en 1973.
Se cambió el sistema. Pero las demandas por equidad no terminaron. En 1981, señaló el libro, se relacionó el sistema de financiamiento al rendimiento en la PAA, lo que hizo que muchas universidades aumentaran entre 60% y 70% la ponderación a la prueba. “Por esta y otras razones, el nivel de predictibilidad de la prueba bajó, según estudios fue extremadamente sensible al entrenamiento, y la PAA comenzó a ser cuestionada”.
Se mantuvo vigente por 35 años. Fueron constantes las revisiones y adecuaciones que vivió, hasta que en diciembre de 2003 fue reemplazada por la Prueba de Selección Universitaria (PSU).
La nueva PSU incluyó pruebas independientes: dos pruebas obligatorias (Lenguaje y Comunicación y otra de Matemática); dos pruebas electivas (Historia y Ciencias Sociales y otra de Ciencias); con un módulo común y otros optativos de Biología, Física y Química. La primera vez que se aplicó fue en diciembre de 2003.
Para la primera PSU se inscribieron 159 mil estudiantes. La rindieron 153 mil, y de ellos el 34% fue seleccionado en alguna universidad del Cruch.
Por primera vez este tipo de pruebas está completamente alineada al currículo de la enseñanza media y su institucionalidad dependía de un comité técnico del Cruch.
En 2013 una evaluación internacional, el Informe Pearson, reveló profundas falencias y duras conclusiones: la PSU reflejaba la gran inequidad de sistema educativo chileno.
Se indicó, entre otras cosas, dijo Simonsen, que los margenes de error erán más altos que los estándares internacionales. “Se dio a conocer que la PSU tenía poca capacidad predictiva y que los puntajes no eran comparables, además que los alumnos técnicos profesionales no veían los contenidos que se pasaban en las pruebas”.
La PSU claramente reflejaba inequidades. Ante eso, agregó Simonsen, en 2012 el Cruch había el ranking de notas, “para de alguna manera equilibrar ese problema”. Se trataba de la posición relativa de cada alumno respecto de las tres generaciones anteriores de su colegio, tendría un peso mínimo de 10%.
En la historia de las pruebas de selección universitaria, desde el Bachillerato, hace más de un siglo, la desigualdad siempre ha estado presente de alguna u otra manera. “Al revisar las actas del Cruch cuando se cambió el sistema de Bachillerato a la PAA, el temor recurrente era que más apertura al sistema implicaría una baja en la calidad”, acotó Simonsen.
PDT dos veces al año
En 2020 fue sustituida por la Prueba de Transición para la Admisión Universitaria (PDT) que, al diferencia de sus versiones previas, pudo rendirse dos veces al año.
Una modificación que no solo les permitirá que se preparen mejor, sino que ayudará en “descomprimir la ansiedad natural que genera que en una sola prueba se jueguen parte importante de su futuro académico y además les entrega la flexibilidad que el sistema de educación superior necesita”, subrayó el día del anuncio el entonces ministro de Educación Raúl Figueroa.
Por tratarse de un sistema de transición, la prueba sería reemplazada por un nuevo instrumento, el que fue presentado en enero, por el entonces aún ministro de Educación, Raúl Figueroa.
Según explicó, una de las principales características de la PAES es que muta “desde la medición de conocimientos hacia las competencias necesarias para el éxito en la educación superior”.
“Incorpora nuevas herramientas de medición y modifica además la metodología de medición, en orden a hacer perfectamente comparables las pruebas rendidas en un momento con las que se rindan en otro, ofreciéndole en esa vía a los alumnos de contar con un amplio abanico de rendir la prueba”, puntualizó. Además, este instrumento reformulará las preguntas para ser más cercanas a la experiencia de los estudiantes y reemplazará así la medición de solo los conocimientos por la evaluación de competencias.
Así, añadió, esta nueva prueba dejará de medir solo la acumulación de conocimientos de los estudiantes y se evaluarán también sus habilidades. “La PAES tendrá como objetivo evaluar competencias, es decir, tanto el ‘saber’ como el ‘saber hacer’, considerando los conocimientos de los estudiantes, pero también sus habilidades y, por lo tanto, su capacidad de integrar y utilizar estos conocimientos en diversos contextos”, destacó.