El embarazo es uno de los eventos más importantes en la vida de las mujeres que desean ser madres. Puede ser muy placentero. Pero no está exento de estrés. La ansiedad también puede estar presente, transformando esos meses un escenario favorable para una crisis emocional.
Se habla frecuentemente de la depresión postparto. ¿Pero qué ocurre antes a nivel emocional? Eso indagó la investigación Salud mental en madres en el periodo perinatal, publicada en la Revista Chilena de Pediatría, realizada por las investigadoras de la Facultad de Psicología de Universidad del Desarrollo (UDD) Soledad Coo Calcagni, Andrea Mira Olivos, María Ignacia García Valdés, Paulina Zamudio Berrocal, para detectar sintomatología ansiosa y depresiva durante el embarazo y los impactos que eso tiene en la salud de madres en Chile.
Los principales resultados del estudio hablan de la prevalencia de sintomatología ansiosa y depresiva en un grupo de madres representativo de la población que se atiende en el sistema de salud público de las ciudades de Santiago y Concepción. Durante el embarazo, 44,3% de las mujeres reportaron síntomas de ansiedad, eso se mantuvo a los seis meses post parto (41,3%). En relación a la depresión, 13,9% y 20,9% de las mujeres presentaron sintomatología depresiva durante el tercer trimestre de embarazo y a los seis meses postparto, respectivamente.
En el estudio además se detectó unn factor importante de protección de salud mental, las mujeres que reciben más apoyo, especialmente de sus parejas y de su propia mamá (la abuela del bebé), presentan menos sintomatología que las mamás que reportan estar menos apoyadas.
En relación a la lactancia, un muy buen promotor del desarrollo infantil, el trabajo determinó que las mamás que reportaron ansiedad en la gestación tenían mayor probabilidad de introducir fórmula temprano y de suspender la lactancia durante los primeros tres meses post parto.
Los síntomas de salud mental durante el periodo perinatal son comunes y tienen consecuencias muy negativas para las madres y sus familias. Pero muchas veces esos síntomas son invisibilizados. Y eso ocurre en parte, señala Soledad Coo Calcagni, profesora asistente del Centro de Apego y Regulación Emocional de la Facultad de Psicología de UDD, “por desconocimiento de su existencia y por el estigma que todavía se asocia a las dificultades de salud mental en nuestra sociedad”.
Embarazo y ansiedad
“Además de afectar negativamente el bienestar emocional de las mujeres, estos síntomas tienen múltiples consecuencias”, advierte la especialista.
Los síntomas de depresión y ansiedad durante el embarazo se asocian a menor rigurosidad en la atención a controles prenatales. Esto dificulta la identificación temprana de posibles dificultades que pueden impactar la salud de la madre y del niño/a.
Por otra parte, señala Coo altos niveles de ansiedad se asocian a mayor riesgo de tener bebés con menor edad gestacional al momento de nacer.
Además, la sintomatología depresiva en el embarazo es un factor de riesgo para la lactancia, “ya que las madres deprimidas desde el embarazo tienen mayor riesgo de introducir fórmula más temprano y de interrumpir la lactancia más temprano que madres sin sintomatología”.
Estudios indican que altos niveles de ansiedad durante el embarazo, es decir trastornos de ansiedad muy severa diagnosticada, se asocian a mayor riesgo de tener bebés con temperamento difícil. Lo que se expresa en bebés más llorones, desregulados, difíciles de calmar, dice Coo sobre algo que se produce por el proceso de “programación fetal” como se llama en la literatura científica, y se asocia a los altos niveles de cortisol que acompañan la ansiedad.
¿Por qué ocurre? Cuando el bebé en gestación es expuesto a niveles excesivos de cortisol (niveles bajos no son problemáticos), se afecta el desarrollo de estructuras cerebrales que están en desarrollo y que son claves para la reactividad emocional. “En concreto, se afecta el desarrollo del eje HPA, o hipotalámico – pituitario – adrenal, el que cuando se desarrolla en un contexto con altos niveles de cortisol, se vuelve muy reactivo”.
El niño en gestación debe prepararse para el entorno en que va a vivir y todo lo que recibe del cuerpo de la madre le da información sobre ese contexto. En esa lógica, dice Coo altos niveles de cortisol, señal de que la mamá está muy ansiosa, entregan la información en términos biológicos de que el contexto es amenazante y que el niño debe entonces prepararse para ese ello.
“En un entorno amenazante es muy adaptativo ser reactivo, o sea, ´saltar con todo´, ser hipersensible, para poder identificar amenazas y asegurar la supervivencia”, dice Coo. El problema de esto para la crianza es que los niños con temperamento difícil son más desafiantes para los padres y madres, “porque son más difíciles de calmar y consolar, les molestan más los estímulos, etc.”.
Pero no son los únicos efectos. Los síntomas de depresión y ansiedad afectan la calidad de la relación madre-bebé, que es fundamental para el desarrollo socioemocional del niño.
Las madres deprimidas, explica Coo tienen mayor riesgo de ser menos hábiles para detectar las señales comunicativas de sus hijos o hijas. Todos esos ruiditos, miradas, alegatos, etc., que se requieren interpretar correctamente para responder a la necesidad que esa señal comunicativa indica, como por ejemplo, que el bebé tiene sueño o hambre.
Las mamás ansiosas, por su parte, son intrusivas. Están siempre “encima” del bebé para asegurarse de que esté bien. Ambas conductas, dice, ya sea mamás menos sensibles a las claves del niño y mamás intrusivas, generan contextos interpersonales que no son óptimos para el desarrollo infantil.
Fenómeno invisibilizado
La depresión postparto está mucho más visibilizada que la depresión durante el embarazo. En general, los síntomas de ansiedad y depresión durante el embarazo son un factor de riesgo para la depresión postparto. “Habitualmente una mamá no se deprime de la noche a la mañana después de tener un hijo/a, sino que es un proceso que se arrastra de antes. Entonces es fundamental la detección temprana de los síntomas y el acceso a tratamiento para apoyar a las mamás lo más tempranamente posible”, advierte Coo.
Muchos de los factores de riesgo para esos estados no se pueden cambiar. Sin embargo, asegura Coo sí se puede intervenir en el apoyo que las mamás reciban y en la autoeficacia que sientan en relación a su rol como madres, “o sea, que sientan que son capaces de cuidar a sus guaguas”.
“En esta línea, es fundamental promover ambientes más protectores para las madres, promover que ellas reciban apoyo de sus personas cercanas y, en caso que los papás (hombres) estén presentes, que se involucren en la crianza. El Chile Crece Contigo tiene hace años una campaña para promover la paternidad activa”, destaca Coo.
Una realidad que es importante visibilizar, dice la investigadora UDD. Que se conozca sobre los problemas de salud mental materna, que las personas sepan en qué consisten y que se animen a acceder a los tratamientos disponibles. “En Chile el GES cubre la depresión, pero las mamás derivadas van muy poco a tratamiento. Facilitar y promover el acceso a estas intervenciones, además de promover las iniciativas de prevención es muy importantes”.
La depresión postparto afecta también a los hombres. Puede presentarse en hasta en uno de cada cuatro padres. “Esto es menos común que en las mujeres y aún más invisibilizado. Si a las mamás les cuesta acceder a tratamiento y pedir ayuda, peor para un hombre”, dice Coo sobre un fenómeno en el cual es interesante saber que los problemas de salud mental materna son un factor de riesgo para la depresión postparto masculina.
“Por lo tanto, el apoyo no es solo a las mamás, sino a las familias, tenemos que generar -como sociedad- espacios de contención que apoyen a papás y mamás en la transición a la maternidad y paternidad, ya que esta es una etapa con muchos desafíos que a veces a las personas les cuesta enfrentar”, concluye.