Este domingo 4 de septiembre se celebra una nueva jornada de elecciones en el país, esta vez para votar el Plebiscito de salida donde los chilenos deberán aprobar o rechazar la propuesta de nueva Constitución de Chile.
Un escenario que nuevamente ha hecho latente las diferencias políticas en el país que se dividen en esta oportunidad por el Apruebo o Rechazo, lo que lleva a la pregunta de por qué dos personas que pueden leer, escuchar o ver la misma información retienen conclusiones tan diferentes.
¿Nuestro cerebro se comporta de manera diferente según las creencias políticas? ¿Por qué cuando alguien ve, por ejemplo, una campaña política solo presta atención a la información que respalda sus creencias? Cuestionamientos que la ciencia lleva años estudiando y que el estudio sobre el cerebro y su función en el comportamiento puede tener respuesta.
En un estudio realizado por investigadores de la Universidad del Sur de California, Estados Unidos, en 2016, realizó resonancias magnéticas para medir la actividad cerebral de 40 personas con fuertes opiniones políticas cuando encontraban argumentos en contra de sus creencias.
Dentro de los resultados encontraron que los desafíos a las creencias políticas produjeron una mayor actividad en ciertas redes cerebrales asociadas con la autorrepresentación y la desconexión del mundo externo, en el cual destacó el papel de la emoción en la resistencia al cambio de creencias.
Pedro Maldonado, neurocientífico e investigador del Instituto de Neurociencia Biomédica (BNI) de la facultad de Medicina U. de Chile, explica que este estudio mostró que el cerebro entra un modo conocido como “Por Defecto”, “que básicamente es que ´se vuelve hacia adentro´” o sea no se abre a nueva información.
Por lo tanto, en este caso, pareciera que cuando las personas se encuentran con información que contrasta con el modelo que establece lo que piensan, el cerebro tiende a prestarle menos atención, “es como taparnos los oídos y decir no quiero escuchar”, añade Maldonado.
Michael S. Gazzaniga, considerado uno de los mayores expertos a nivel mundial en neurociencia cognitiva, lo apodaba “el confabulador”, que trata de explicar que en el fondo cuando las personas se ven forzadas a recibir cierta información, el cerebro busca que su modelo sea consistente con los hechos.
Otra investigación de 2021, de la Universidad de Cambridge (Inglaterra) y la U. de Stanford (EE.UU.), concluyó que la cautela con la que individuos procesan y responden a información políticamente neutral estaba relacionado con el conservadurismo con el que evalúan la información sociopolítica.
Por lo que “al parecer la precaución (o incertidumbre) puede ser una escala de tiempo independiente de la estrategia de decisión. Lo que implica que actitudes preexistentes influyen poderosamente en cómo los individuos responden a la información política” explica Vicente Ruiz Pérez, posgrado en Neurociencias e investigador colaborador del Lab RENI facultad Medicina UDP.
¿Por qué se produce la polarización política?
Desde la neurociencia, que personas con diferentes pensamientos políticos sólo retengan cierta información de un mismo mensaje, se debe a una conducta muy común de nuestro cerebro.
Esto porque el cerebro trata no solamente de mantener y reforzar su modelo, “sino que tratar de explicar o hacernos una explicación de por qué aquellas cosas que podrían no consistir con el modelo son justificadas”, comenta el investigador de BNI.
Lo que transforma al cerebro “en el órgano central de estudio sobre el constructo político de las personas” señala Ruíz Pérez. Ya que estudiar el cerebro permite entender el porqué de la decisión política de un individuo va más allá de las características biológicas y de las condiciones socioculturales en las cuales se desarrolló el cerebro.
En 2020, investigadores de UC Berkeley, la Universidad de Stanford y la Universidad Johns Hopkins, en el escenario ad portas de las elecciones presidenciales de ese país, escanearon los cerebros de más de tres docenas de adultos con tendencias políticas de izquierda y derecha mientras veían videos cortos que involucraban por ejemplo, políticas de inmigración.
Sus hallazgos, mostraron que los liberales y los conservadores respondieron de manera diferente a los mismos videos, especialmente cuando el contenido que se veía contenía vocabulario que aparece con frecuencia en los mensajes de campaña política.
Biológicamente, el estudio reduce la fuente de polarización neuronal a una de las regiones de orden superior del cerebro conocida como corteza prefrontal dorsomedial. Esta es la parte del cerebro que actúa como el polígrafo del cerebro, siguiendo un hilo narrativo y deconstruyéndolo pieza por pieza para que tenga sentido.
Aunque no se observó un patrón sistemático, en general, cuando la actividad cerebral aumentó más entre los conservadores, se incrementó menos entre los liberales, lo que indica respuestas cerebrales opuestas entre las personas de los dos espectros políticos.
De manera gráfica, si se imagina la actividad cerebral de cada persona como una línea que sube y baja, estas oscilaciones ocurren en diferentes momentos para conservadores y liberales, de forma coherente, aunque no estandarizada, ya que dependía de qué momento cada grupo veía lo que más les atraía y hacía sentido.
¿Qué factores influyen al momento de elegir qué información retenemos y cuál no?
Desde el estudio del cerebro y su función en el comportamiento, se podría decir que a lo largo de nuestras vidas “vamos construyendo un modelo metal del mundo”, señala Maldonado.
Además, se suma que nuestro cerebro no tiene la capacidad para ser objetivo con la interacción que tiene con el mundo. No vemos las mismas cosas ni escuchamos las mismas cosas que los demás incluso cuando el estímulo físico es idéntico, porque “es una realidad biológica que la manera como percibimos no es necesariamente la misma en todas las personas” añade el investigador de BNI.
Entonces, ¿se podría decir que nuestro modelo cerebral se construye a partir de la cultura o es algo con lo que se nace?
“Se construye con todo aquello que es parte de la interacción con el mundo físico, social y la cultura”, afirma Maldonado. Y ¿por qué razón el cerebro tiene que aprender y hacer un buen modelo? porque ese modelo es necesario para seguir vivo y ser exitoso en las interacciones que la persona necesita.
Aunque el cerebro al momento de nacer viene con un determinado número de neuronas que generan un millar de conexiones neuronales, éstas se moldean, desechan, conserva o se mantiene en base a la experiencia del individuo con su entorno.
“La experiencia vital es fundamental para el constructo moral del cerebro, la cadena de valores, el desarrollo cognitivo y la pertenencia social, que hacen que el pensamiento político se construya multifactorialmente” señala el investigador de Lab RENI.
Por ejemplo, si un individuo hubiese nacido en Irán, su modelo del mundo habría sido necesario para desenvolverse de buena manera en ese contexto, pero lo que pasa con el tiempo es que la persona busca y le da más peso a aquella información que coincide con su modelo del mundo y lo refuerza, “entonces en la medida que uno mantiene el mismo círculo de personas, relaciones, de interacciones con el mundo, esa mirada del mundo (modelo) se fortalece”, refuerza el neurocientífico de la U. de Chile.
Intolerancia a la incertidumbre
Otro estudio de la Universidad de Brown, EE.UU. de 2021, reveló que los liberales y los conservadores en realidad comparten algo en común: todos odian la incertidumbre.
La investigación encontró que los cerebros de los participantes de ambos partidos políticos mostraron una incapacidad para tolerar la incertidumbre, y también la necesidad de aferrarse a creencias predecibles sobre el mundo en el que viven.
Los resultados arrojaron que las regiones del cerebro relacionadas con el procesamiento sensorial mostraron patrones de actividad similares, independientemente de las inclinaciones políticas de los participantes, lo que sugiere que las actitudes políticas no alteran el procesamiento sensorial.
Maldonado señala que parte de lo que hace nuestro cerebro es establecer un modelo del mundo y que los individuos tratan de que su experiencia y pensamientos coincidan con ese modelo, “pero si su modelo mental es incompleto o es imperfecto, es decir, hay incertidumbre, esto no le gusta al cerebro”.
Las personas son más propensas a tener conflictos si es que tienen incertidumbre, por lo que se aferran a la certidumbre ciegamente para evitar estar en esta situación de incertidumbre que produce ansiedad.
“Si lo que yo pienso, veo y creo quizás no es cierto, entonces me tengo que enfrentar a un proceso de generar certidumbre y eso crea ansiedad, estrés, entonces prefiero aferrarme a lo que sé, aunque sea falso o no, pero me aferro a eso porque quiero cambiar que eso me gatilla un proceso mental de esfuerzo de verificar, relacionar, pensar, etc”, señala Maldonado.
Lo que se debe a la construcción de realidad de cada persona y lo que le conviene a cada uno para justificar cómo ellos viven la vida desde la individualidad y desde la experiencia.
Lo que no es raro, ya que “la probabilidad de que alguien que vive en La Pintana coincida políticamente con alguien que vive en Vitacura es baja porque el tipo de experiencia no fue igual, y no tiene nada que ver con los genes ni nada”, dice el investigador de BNI.
Redes cerebrales
Uno de los mitos sobre el cerebro que se mantiene hasta hoy es que hay una parte de este órgano para cada cosa. La realidad y lo que la evidencia ha mostrado, es que en la mayoría de nuestras conductas, son muchas partes las que participan y todas están conectadas por redes cerebrales.
Asimismo, se sabe es que hay algunas partes del cerebro que parece son esenciales o relevantes para cada conducta, como por ejemplo, el hipocampo en la memoria, aunque no es el único que participa, pero es muy importante.
En el caso de los pensamientos, la zona que más participan, o más bien las zonas donde más se activan las redes, son la corteza frontal y prefrontal, es decir la parte que llamamos cerebro ejecutivo “es extremadamente relevante en esta conducta”, recalca el científico.
Para modificar el modelo y/o mirada del mundo que alguien ha construido, se necesita de un gran estímulo.
Uno de los ejemplos más claro, es lo que sucede con las personas que se van a vivir a lugares nuevos de dónde crecieron, ya que se ven obligados a vivir experiencias permanentes que contrastan con su modelo y su mente, lo que lo le permite salir de la “burbuja” en la que vivía y le cambia la percepción.
Pero el cambio de modelo, también tiene mucho que ver “con la disposición que tenemos a considerar las alternativas como válidas”. Una acción que no es sencilla para los humanos porque les es difícil considerar que su mirada del mundo no sea exactamente cómo piensan y entra en juego la duda sobre las propias convicciones.
“Como si lo real es lo que a uno le pasa, lo que uno ve, lo que uno siente, cuando desde el punto de vista de la neurociencia todas esas realidades distintas son igualmente legitimas”, señala Maldonado.
A pesar que en la actualidad se puede entender y estudiar en parte la activación del cerebro ante el pensamiento político, Vicente Ruíz, señala que “se requiere profundizar el conocimiento molecular y las redes neuronales que sustentan las conexiones de las distintas partes del cerebro que participan en el constructo del pensamiento político”.
Campañas desde lo emocional
Otro de los resultados que arrojó el estudio de la U. de Brown, es que los patrones de actividad en la corteza prefrontal dorsomedial fueron diferentes entre los participantes liberales y conservadores.
Estos hallazgos sugieren que las personas con sesgos políticos ya formados responderán a dicho contenido político con una mayor polarización de actitudes, y que es más probable que el contenido que presenta un lenguaje moral-emocional y relacionado con el riesgo se procese de manera sesgada.
Las emociones (como el miedo, la alegría, la rabia, etc. ) son un estado mental importante y necesario cuando uno advierte de que existe la necesidad de hacer una acción inmediata. Y demandan que una persona se preocupe y el cerebro priorice lo necesario para enfrentar esa emoción y de esta manera gaste menos tiempo en un proceso de evaluación de la evidencia del entorno.
Esa es la gran razón por la cual la mayaría de las veces las campañas políticas apelan a la emocionalidad.
“Porque en el fondo en las campañas no se está invitando a reflexionar y mostrar evidencia, sino que se busca acentuar una emoción (no sé si intencional o no), pero justamente evitar el proceso de evaluación racional de las cosas. Entonces si uno está en una discusión con alguien donde están discutiendo evidencia y uno le dice: eres un tonto idiota, el otro se va a enojar y va a dejar de escuchar todo lo que uno le diga”, explica el neurocientífico.