En los próximos años Chile pasará a tener dos tercios de la capacidad de observación del planeta. Cuatro de los cinco telescopios más importantes del mundo están actualmente en construcción: el Extremely Large Telescope, en el Cerro Armazones; Large Synoptic Survey Telescope, en el Cerro Pachón; Giant Magellan Telescope, en el complejo Observatorio Las Campanas y Cherenkov Telescope Array Observatory, que comenzará pronto su construcción tras la firma del convenio entre ESO (European Souther Observatory) y Chile, hace unas semanas.
Estos nuevos telescopios, que estarán ubicados en el norte del país y comenzarán a operar en los próximos años, implican proyectos que traen consigo una serie de desafíos, tanto en su implementación como en su etapa de operación. Para ello será necesario el desarrollo de nuevas tecnologías y habilidades. Pero también y, debido a que la curiosidad es algo innato en los investigadores, será necesario obtener respuestas a nuevas preguntas como, por ejemplo, si estamos realmente preparados para reunir y procesar la gran cantidad de datos que nos brindará la observación astronómica o qué tecnologías y habilidades podremos transferir desde la astronomía hacia otras industrias en Chile.
Los nuevos instrumentos y avances en la observación astronómica generarán una cantidad de datos nunca antes conocida. Estos datos no sólo serán de carácter científico, también tendrán relación con la operación de sus sistemas que, en algunos casos, podrían ser varios terabytes por cada noche de funcionamiento de un telescopio. Cómo procesar estos datos operacionales y transformarlos en información útil para la gestión, es un desafío importante en el que los investigadores chilenos ya estamos trabajando. Desde hace un par de años profesores de la Facultad de Ingeniería y Ciencias de la Universidad Adolfo Ibáñez, junto con ingenieros del Radiotelescopio ALMA, hemos estado desarrollando algoritmos que nos permiten predecir fallas futuras en sus sistemas. Estos algoritmos toman parte de los más de 30 Gb de datos operacionales producidos cada día y buscan patrones para avisar a los operadores de posibles fallas en el futuro. Dichos desarrollos han ayudado a transformar los datos de ALMA en información que es posible gestionar, detectando patrones que posteriormente ayudan a los ingenieros a realizar mantenimiento predictivo y aumentar la disponibilidad de sus equipos. Algo así como "Astronomía 4.0" en la jerga actual de la industria de datos.
Pero esto no termina ahí. Financiado por la iniciativa Data Observatory del Ministerio de Economía, y en conjunto con la empresa Metric Arts, hemos enfrentado el desafío de descubrir cómo transferir estos sistemas a otras industrias e incluso a otros sectores productivos. Los procesos automatizados en la minería, el sector energético y el retail, ya están generando datos operacionales relevantes en los que pueden ser utilizadas estas herramientas. Monitorear cada uno de los generadores de un parque eólico o cada etapa de la cadena de un centro de distribución automatizado, es una tarea casi imposible de hacer hoy en día sin la ayuda de estos sistemas de apoyo y los algoritmos escondidos en ellos.
Metodologías y herramientas como las desarrolladas en este proyecto con Data Observatory serán clave para insertarnos como país en la cuarta revolución industrial. Y es que las condiciones y ventajas comparativas de Chile para escudriñar el cosmos nos abren una oportunidad única que, si la aprovechamos correctamente, nos puede situar a la vanguardia en el manejo y procesamiento de uno de los recursos más importantes de los próximos años: los datos y sus servicios asociados. Es de esperar que las industrias en Chile aprovechen estas iniciativas, generando valor desde la astronomía al resto del país.