Un equipo de astrónomos ha descubierto seis galaxias alrededor de un agujero negro supermasivo en una época en la que el universo tenía menos de mil millones de años.
Las nuevas observaciones, realizadas con el VLT de ESO, ubicado en el Observatorio Paranal en Antofagasta, revelaron la presencia de varias galaxias alrededor de un agujero negro supermasivo, todas dentro de una “tela de araña” cósmica de gas que se extiende a más de 300 veces el tamaño de la Vía Láctea.
“Los filamentos de esta red cósmica son como los hilos de una tela de araña”, explica Marco Mignoli, astrónomo del Instituto Nacional de Astrofísica (INAF) en Bolonia (Italia) y autor principal de la nueva investigación publicada hoy en Astronomy & Astrophysics Letters.
“Las galaxias permanecen y crecen donde los filamentos se cruzan, y las corrientes de gas, disponibles para alimentar tanto a las galaxias como al agujero negro supermasivo central, pueden fluir a lo largo de los filamentos”, agrega Mignoli.
Esta es la primera vez que se detecta este tipo de agrupación tan apiñada y en un momento tan cercano al Big Bang. El hallazgo ayuda a entender mejor cómo se formaron y crecieron de una forma tan rápida los agujeros negros supermasivos (uno de los cuales existe en el centro de nuestra Vía Láctea) hasta alcanzar sus inmensos tamaños actuales.
El nuevo descubrimiento apoya la teoría de que los agujeros negros pueden crecer rápidamente dentro de grandes estructuras similares a una red que contengan grandes cantidades gas para alimentarlos.
La luz de esta gran estructura similar a una red, con su agujero negro de mil millones de masas solares, ha viajado hasta nosotros desde una época en la que el universo tenía sólo 900 millones de años. “Nuestro trabajo ha colocado una pieza importante en el rompecabezas, en gran parte incompleto, de la formación y el rápido crecimiento tras el Big Bang de objetos tan extremos, aunque relativamente abundantes”, afirma el coautor Roberto Gilli, también astrónomo del INAF de Bolonia, refiriéndose a los agujeros negros supermasivos.
Los primeros agujeros negros, que se cree que se formaron a partir del colapso de las primeras estrellas, deben haber crecido muy rápido para alcanzar masas de mil millones de soles dentro de los primeros 900 millones de años de vida del universo.
Pero los astrónomos han tenido dificultades para explicar cómo podrían haber dispuesto de cantidades suficientemente grandes de “combustible de agujero negro” para permitir que crecieran a tamaños tan enormes en tan poco tiempo. La estructura recién encontrada ofrece una posible explicación: esta “tela de araña” y las galaxias que hay en su interior contienen suficiente gas como para proporcionar el combustible que el agujero negro central necesita para convertirse rápidamente en un gigante supermasivo.
¿Cómo se formaron antes estas estructuras tan grandes? Los astrónomos apoyan la idea de que la clave está en los halos gigantes de la misteriosa materia oscura. Se cree que, en el universo primitivo, estas grandes regiones de materia invisible atraen enormes cantidades de gas; juntos, el gas y la materia oscura invisible forman estas estructuras similares a redes donde las galaxias y los agujeros negros pueden evolucionar.
Para Colin Norman, de la Universidad Johns Hopkins en Baltimore (EE.UU.) y también coautor del estudio, el hallazgo "apoya la idea de que los agujeros negros más distantes y masivos se forman y crecen dentro de enormes halos de materia oscura en estructuras a gran escala, y que la ausencia de detecciones anteriores de tales estructuras probablemente se debió a limitaciones observacionales”.
Las galaxias detectadas son algunas de las más débiles que pueden observar los telescopios actuales. El descubrimiento requirió de observaciones de varias horas de duración utilizando los telescopios ópticos más grandes disponibles, incluyendo el VLT de ESO.
El equipo confirmó el vínculo entre cuatro de las seis galaxias y el agujero negro utilizando los instrumentos MUSE y FORS2, instalados en el VLT, en el Observatorio Paranal de ESO, en el desierto chileno de Atacama. “Creemos que acabamos de ver la punta del iceberg y que las pocas galaxias descubiertas hasta ahora alrededor de este agujero negro supermasivo son sólo las más brillantes”, destaca la coautora Barbara Balmaverde, astrónoma del INAF en Turín (Italia).
Utilizando sus potentes instrumentos, el telescopio ELT (Extremely Large Telescope) de ESO, actualmente en construcción en Chile, podrá observar gran cantidad galaxias mucho más débiles alrededor de enormes agujeros negros en el universo primitivo, haciendo así que esta investigación crezca y amplíe nuestros conocimientos sobre estos objetos.